Ramón Pérez-Maura - HORIZONTE

La batalla de los septuagenarios

Joe Biden tiene que demostrar que es capaz de llevar a su partido al centro sin perder el voto de la izquierda de Sanders

Joe Biden se dirige a los demócratas de Delaware pocas semanas antes de anunciar su candidatura AFP
Ramón Pérez-Maura

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Estados Unidos afrontará en las elecciones presidenciales de 2020 lo que parece que va a ser una batalla de septuagenarios. Lo que en estos tiempos de falta de madurez política de tantos, puede ser un ejemplo a seguir. Especialmente cuando muchos se den cuenta de que, de los tres candidatos mejor situados, el más joven es Donald Trump (nacido el 14 de junio de 1946). Hasta esta semana, el candidato demócrata con más apoyos era Bernie Sanders (8 de septiembre de 1941). Y la novedad de los últimos días es que acaba de incorporarse a la carrera Joe Biden, (20 de noviembre de 1942).

Biden fue 36 años senador y ocho vicepresidente con Barack Obama. Y el ala más radical de su partido, alineada con Sanders, se agarra a esos dos mandatos en la Casa Blanca para decir que es un hombre del pasado -lo que no está mal considerando que él lleva siete años en el Senado después de estar dieciséis en la Cámara de Representantes y ser un año mayor que Biden.

Sanders tiene un sólido respaldo en su partido que las encuestas estiman entre un 20 y un 25 por ciento del voto fijo demócrata. Eso, antes de hacer campaña, es muchísimo. Pero la clave para que Biden pueda ganarle es que Sanders genera un altísimo índice de rechazo porque es, abiertamente, socialista. Y está por llegar el día en que pueda un socialista ser presidente de los Estados Unidos. Biden va a jugar la carta de poner a su partido en la posición de escoger entre elegibilidad y radicalidad. Y cabe imaginar que el sentido común se impondrá.

Biden no se presentó hace cuatro años porque cuando estaba preparando su candidatura, murió su hijo mayor, Beau Biden víctima de un cáncer cerebral. Su candidatura entonces podría haber derrotado a Trump: no tenía ni la radicalidad de Sanders, que por eso perdió ante Hillary Clinton, ni la cantidad de esqueletos en el armario que acumulaba la mujer del expresidente, que por eso permitió el acceso a la Casa Blanca de uno de los candidatos más inverosímiles de la historia de la gran república norteamericana.

Giro al centro

El pasado miércoles un sondeo de «Morning Consult» daba de cara a 2020 una intención de voto para Biden de un 42 por ciento frente a un 34 por ciento para Trump y un 19 por ciento de indecisos. Una ventaja sustancial. Biden se identifica bien con muchas minorías. Es católico, chapurrea un poco de español como demostró esta semana al anunciar su candidatura, y es bien visto por la gran comunidad negra. Pero ahora tiene que demostrar que es capaz de llevar a su partido al centro sin perder el voto de la izquierda que apoya a Sanders. Él quiere presentarse como el heredero de Barack Obama, pero tendrá que fijar posición en bastantes asuntos en los que todavía no la ha establecido. Por ejemplo, el Nuevo Acuerdo Verde de la musa de la progresía occidental Alexandria Ocasio-Cortez; las peticiones radicales de una compensación económica a la comunidad negra por la esclavitud; la sanidad gratuita para todos; educación universitaria gratuita o un incremento de los impuestos a los ricos que es lo que con más seguridad propondrá -si no, no sería un demócrata. Pero si gira demasiado a la izquierda para conquistar a los herederos ideológicos de los sandinistas, que es lo que son los llamados «sandernistas», se arriesga a dejar el centro libre a Trump. Cuya fortaleza electoral es muy superior a lo que nunca pudieron imaginar los medios de comunicación y las elites de la costa Este.

Pero un Partido Republicano más identificado hoy con Trump de lo que lo estaba en las últimas elecciones tiene baterías de grueso calibre que puede utilizar contra el antiguo senador por Delaware. Por ejemplo, recordar cómo presidió el comité del Senado que bloqueó en 1987 la candidatura del prestigioso juez conservador Robert Bork al Tribunal Supremo; cómo defendía mantener el statu quo con la Unión Soviética en lugar de derrotarla como hizo Ronald Reagan; cómo se opuso a la primera Guerra del Golfo en 1991 -que casi todo el mundo apoyó; cómo defendió la segunda Guerra del Golfo en 2003 a la que se opuso tanta gente, lo que acabó llevándole a pedir una rápida retirada -lo que nunca es la mejor manera de ganar una guerra. Pero lo cierto es que Joe Biden es hoy la mejor opción que tiene el Partido Demócrata para recuperar la Presidencia.

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