Los ayatolás recurren a sus fuerzas de élite para reprimir las protestas en Irán

La Guardia Revolucionaria toma el control de las ciudades con manifestaciones y anuncia el «fin de la sedición»

Manifestación de clérigos en Qom en favor del régimen EFE

MARÍA IVERSKI

El régimen iraní desplegó a la Guardia Revolucionaria en un intento de acabar con las protestas antigubernamentales que han agitado al país en los últimos siete días. El comandante en jefe de la Guardia Revolucionaria, el general Mohamad Ali Jafari , anunció el envío de tropas a las tres provincias más afectadas por las revueltas – Isfahan, Lorestan y Hamadan –, con el fin de hacer frente a «la sedición». Hasta el momento, las autoridades iraníes no habían recurrido a la Guardia Revolucionaria para reprimir a los manifestantes, algo que sí ocurrió en 2009 cuando la reelección del presidente Mahmud Ahmadineyad condujo a las calles a miles de personas. La intervención de las fuerzas de élite se saldó entonces con más de 50 muertos y 4.000 detenidos.

El propio Jafari, en línea con las declaraciones del ayatolá Ali Jamenei , sostiene que detrás de los enfrentamientos se halla la mano de agentes externos infiltrados por Estados Unidos, Israel y Arabia Saudí. Destacable igualmente es la afirmación de un alto cargo del Departamento de Justicia de la ciudad de Borujerd quien, según recoge la agencia de noticias Tasnim, aseguró que un ciudadano europeo entrenado por servicios de inteligencia habría sido detenido y acusado de liderar los disturbios en dicha localidad.

Por su parte, la agencia de noticias Mehr informó de que tres miembros de la Inteligencia iraní murieron ayer a manos de los «contrarrevolucionarios» en la ciudad de Piranshahr.

En paralelo al uso de la Guardia Revolucionaria, el régimen recurrió ayer a sus fieles. Miles de personas marcharon en diversas ciudades de Irán en apoyo del régimen y para contrarrestar la fuerza demostrada por las protestas. La televisión estatal emitió imágenes de manifestantes portando banderas iraníes y fotografías del presidente Hasan Rohani y del líder supremo, Ali Jamenei . Otros exhibían pancartas con la consigna «Muerte a América» o «Muerte a Israel», en línea con las feroces críticas vertidas en estos días por el presidente estadounidense Donald Trump contra el «brutal y corrupto régimen iraní». La respuesta a la llamada en las redes sociales a continuar con los altercados prosiguió el martes por la noche aunque con menos intensidad.

Durante una conversación telefónica mantenida con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan , el presidente Rohani expresó su esperanza de que la agitación callejera que sacude el país finalice en los próximos días. Erdogan insistió, por su parte, en la importancia de mantener la paz y la estabilidad en Irán mientras que el ministro de Asuntos Exteriores turco, Mevlüt Çavusoglu, señaló que sólo Estados Unidos e Israel apoyan la sublevación de la juventud iraní.

Las protestas, que tienen lugar en numerosas ciudades del país desde el 28 de diciembre, se han convertido en el mayor desafío interno para el gobierno de Irán desde 2009 . Al menos 23 personas han muerto, incluidos cinco miembros de las fuerzas de seguridad. Además, más de 450 manifestantes han sido detenidos en Teherán en los últimos días y cientos han sido arrestados en todo el país, según las autoridades. Los manifestantes son, en su mayoría, jóvenes cansados de la falta de oportunidades económicas y que se levantan igualmente contra la corrupción y la carestía de la vida.

Desde que fue nombrado en 2013, el presidente Rohani renunció a las derrochadoras políticas fiscales y económicas de su predecesor Ahmadinejad , poniendo freno a un sistema de ayudas financieras para los ingresos más humildes. El Gobierno heredó una inflación del 34%, que ha caído hasta el 10%, y unas sanciones de la ONU que perjudicaban las exportaciones petrolíferas. De un PIB en recesión se ha pasado a un crecimiento del 3,5% previsto para este año. Pero se trata de unos datos macroeconómicos que no se han visto reflejados en la vida diaria de la gente.

Irán parece estar viviendo una crisis de expectativas al comprobar que el levantamiento de las sanciones internacionales, a las que era sometida por su programa nuclear, no han traído el «boom» económico esperado. La realidad es que, si bien las restricciones que afectaban al sector financiero, de energía y transportes fueron canceladas en muchos casos, otras muchas entidades figuran en las listas negras norteamericanas por su presunta vinculación con actividades terroristas. Son todavía muchos los bancos y compañías extranjeras que permanecen reacios a hacer negocios con Irán y la dureza del discurso de Trump frente a Teherán ha disuadido a no pocos inversores y empresarios.

Aunque el paro se sitúa oficialmente en un 12,4%, la realidad es que el desempleo juvenil es muy alto, alcanzando en algunas zonas del sudeste de Irán el 45%. Estamos ante una sociedad muy joven y formada pero donde las oportunidades son escasas. El ministro de Ciencias de Irán afirmó en 2014 que 150.000 personas con educación abandonaban el país cada año en busca de trabajo. Se calcula que alrededor del 60% de los 80 millones de habitantes de Irán tiene menos de 35 años.

No es la única contrariedad. El mes pasado el presidente presentó ante el parlamento un ajustado presupuesto de 104.000 millones de dólares que supone en términos reales un recorte frente al del año anterior. El nivel de vida de los iraníes se ha estancado mientras suben los precios de la comida y los combustibles. Para los expertos, los malos resultados económicos se deben a problemas estructurales como la perversa influencia que las instituciones religiosas o la propia Guardia Revolucionaria Islámica tienen sobre los negocios, dado que, en general, no pagan impuestos y se estima que podrían ejercer el control sobre un 60% de los activos del país.

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