Assange camparece ante los medios desde la Embajada de Ecuador en Londres en 2012
Assange camparece ante los medios desde la Embajada de Ecuador en Londres en 2012 - REUTERS

Julian Assange, una vida en 30 metros cuadrados

Tres años y medio encerrado sin ver la luz del sol le han ocasionado problemas físicos y psíquicos

Corresponsal en Londres Actualizado: Guardar
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A la espalda de Harrods, en Knightsbridge, en el Londonistán más consumista, se encuentra el sótano donde permanece Julian Assange desde hace 1.885 días. Los ecuatorianos, un tanto saturados de su inquilino, le han asignado 30 metros cuadrados, tabicados con cortinas para separar su catre de su zona de trabajo. La mala suerte de Assange es que ha elegido una de las pocas embajadas en Londres sin jardín, sin siquiera un patio donde airearse. Tres años y medio sin ver la luz del sol le han ocasionado problemas físicos y psíquicos. Ha recaído también en una lesión en un hombro de su juventud y sus abogados solicitaron una salida con inmunidad para tratarla en un hospital, denegada por las autoridades británicas.

Cuando Assange se refugió en la embajada, en junio de 2012, el fugitivo era una gran atracción, con varios coches patrulla en la calle de manera permanente, televisiones y un irreductible grupo de media docena de simpatizantes, algunos jubilados, que cada tarde hacen vigilia en su favor. Ahora la seguridad se ha reducido, porque la Policía Metropolitana ha echado cuentas y evitar su fuga había costado hasta junio del año pasado 14 millones de euros al erario público británico. Actualmente los agentes ingleses se concentran en el vestíbulo de la embajada.

Pasada la cafetería del parking de Harrods y sus capuchinos, cruzas la esquina y aparece casi a pie de calle la bandera ecuatoriana. Ayer volvía a verse el ambiente de los grandes días, como cuando un todavía animoso Assange se asomaba a la ventana en su cumpleaños y era jaleado. Unas diez cámaras, periodistas, policías y por supuesto, los fieles de la pancarta. Una mujer mayor muestra un cártel donde dice que una asociación de mujeres contra las violaciones lo apoya. A su lado está el colombiano Alberto Zerda-Noriega, un cuarentón afable que no suele faltar. De buen humor, se echa unas risas cuando le comentamos que Julian pudo haber elegido una embajada con piscina, que las hay.

Más en serio, lamenta el cautiverio: «Si lo ves cómo estaba cuando llegó aquí y cómo está ahora… casi parece otra persona». ¿Y por qué no sale? ¿Por qué no afrontar a la justicia sueca si proclama ser inocente de la violación? «Yo no creo que salga mañana —por hoy—, porque lo espera América. El problema no es el juicio en Suecia, sino que los suecos tienen antecedentes de extraditar a gente a Estados Unidos. Si va a Suecia puede acabar treinta años en una cárcel norteamericana. Ese es el tema».

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