La presidenta argentina Cristina Fernánez de Kirchner
La presidenta argentina Cristina Fernánez de Kirchner - REUTERS

ArgentinaLa presidenta de Argentina sale «al auxilio» de Scioli pero ni siquiera le nombra

Mientras en las filas peronistas el patio está revuelto, en los equipos de Cambiemos la fiesta continúa

Corresponsal en Buenos Aires Actualizado: Guardar
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En silencio desde la primera vuelta de las elecciones del pasado domingo, la presidente de Argentina volvió al balcón de la Casa Rosada, su lugar favorito para dirigirse a los jóvenes militantes, recordarle al mundo que ha sido «la presidenta más votada (con el 54,12 %) después de Perón» y de paso, garantizar que «vamos a ir al balotaje» para frenar los rumores de renuncia de Daniel Scioli (Frente para la Victoria) que obtuvo casi el 37 por ciento de los votos frente a Mauricio Macri (Pro-Cambiemos) que obtuvo con algo más del 34 por ciento..

La viuda de Néstor Kirchner se rodeó de los suyos, de Aníbal Fernández, gran derrotado en las urnas en la provincia de Buenos Aires; de su cuñada Alicia, gobernadora electa de Santa Cruz (sur del país y feudo K) y de los fracasados en su gestión con Axel Kicillov, ministro de una economía en crisis, como principal referente.

A su lado, también estuvo Carlos Zannini, candidato a vicepresidente pero se quedó fuera del escenario de fervor «cristinista», Scioli, su candidato a sustituirla, ganador por dos puntos y medio el domingo y, según los sondeos, futuro perdedor en la segunda vuelta del 22 de noviembre frente a Mauricio Macri.

La presidenta felicitó a gobernadora electa de Buenos Aires, «María Eugenia Vida, una joven de 36 años (tiene 42), que no será de La Cámpora (organización ultra K) pero si del Pro». Tuvo palabras amables para Macri al que dijo «respetar» y que le parecía, en «términos personales» un hombre «simpático».

Cristina, como la conocen en Argentina, nunca le hizo un guiño o citó por su nombre o apellido a Daniel Scioli pero pidió a la tropa kirchnerista que cesara en sus criticas y «votara el modelo» porque «los nombres no son importante, importante son las políticas que llevamos adelante». Los «soldados» de Cristina, como se definen muchos de sus subordinados que habían criticado, hasta de forma cruel, a Daniel Scioli los días anteriores entendieron el mensaje y ahora guardan silencio.

Scioli, en su línea obligada de enorme comprensión, interpretó las palabras de la presidenta como un «respaldo claro y contundente». Sus colaboradores aseguran que le hicieron llegar el mensaje a la presidenta de que a ella le conviene su victoria porque en caso contrario podría terminar con sus huesos en la cárcel (hay acumuladas varias causas judiciales). También que debía poner fin al fuego amigo porque el candidato, sabe demasiado. En simultáneo, según Julio Blank, columnista de Clarín, Zannini planteó «una advertencia que altos dirigentes sciolistas tomaron como una amenaza» y que se resume en que «si cambia el discurso, alejándose del relato kirchnerista, él estaba dispuesto a renunciar a su candidatura y abandonar la fórmula». O sea, dejaría a Scioli más solo de lo que está si trata de conseguir votos desde la moderación.

El canto del cisne

En este contexto, los gobernadores peronistas, testigos habituales en los baños de multitud de Cristina Fernández de Kirchner en la Casa Rosada, prefirieron no estar en el acto de autobombo. La lectura de los peronistas históricos remite a la intervención de la presidenta como «el canto del cisne» y le reprocha sus desprecios y conductas contra producentes para la campaña de Scioli.

Más cerca de la tigresa acostumbrada a dar zarpazos, aunque sean de ahogada, Cristina Fernández en su intervención (o actuación) en cuatro tiempos (por los cambios de escenario, del salón a los patios) reivindicó el sistema de votación «Quiero hacer un desagravio al sistema electoral nacional a partir de al limpieza, la transparencia y eficiencia». La frase parecía una burla. La oposición logró, por vez primera, desplegar un mecanismo de control y fiscalización sin precedentes. Posiblemente, gracias a él, en la provincia de Buenos Aires, donde vota cerca del 40 por ciento del padrón, en esta ocasión no se registraron denuncias de fraude. Igualmente, le atribuiyen a ella personalmente, la decisión de no facilitar datos oficiales hasta la medianoche.

Mientras en las filas peronistas el patio está revuelto, en los equipos de Cambiemos la fiesta continúa. Perdieron en votos (por dos puntos y medio) en la primera vuelta pero vencieron políticamente al provocar el primer balotaje de la historia y hacerlo por un margen tan estrecho. El triunfalismo, justificado por el apoyo más o menos explícito del resto de la oposición y los sondeos, les inunda. Pero, «no hay que bajar los brazos», observa un dirigente.«Las elecciones son como los partidos de fútbol, hay que jugarlos».

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