Alemania se alarma por los nuevos brotes de antisemitismo

El Gobierno de Angela Merkel creará un «ombudsman» para afrontar el problema

Steinmeier y Merkel con dos supervivientes del Holocausto EFE

ROSALÍA SÁNCHEZ

«Los padres piden a sus hijos que no se identifiquen como judíos en público y las fiestas judías ya no pueden celebrarse en el espacio público sin protección policial», se queja Charlotte Knobloch, ex presidenta del Consejo Central de los Judíos de Alemania , que explica que son dos los factores que están devolviendo las abiertas muestras de antisemitismo a las calles alemanas. Por una parte, el ascenso de la extrema derecha, que «ha hecho ver como permisibles actitudes ya erradicadas como insultos o discriminaciones». Y además está la masiva llegada de refugiados, muchos de los cuales son de procedencia árabe y «arrastran a suelo alemán odios y conflictos de Oriente Próximo».

En este contexto, los partidos políticos alemanes han llegado a un acuerdo para crear la figura de un «ombudsman», un comisionado para la lucha contra el antisemitismo que, si bien no será la solución al problema, sí servirá de señal política. La canciller Merkel mencionó la gravedad del problema en su discurso de año nuevo y se espera que sea una de las primeras medidas que tome el nuevo gobierno, apenas sea formado. El único partido que no participa en el acuerdo es Alternativa para Alemania , la formación nacionalista y anti europea que ayer negó también el aplauso en varias ocasiones a los supervivientes del Holocausto que intervenían ante el pleno del Bundestag, en una sesión en memoria de las víctimas del Holocausto.

«Recientemente, durante una visita a Baviera, un hombre me reconoció y me sugirió que me levantase y abandonase la terraza en la que tomaba un café. Dijo que esas historias de Auschwitz estropean el ambiente», relató ayer ante los diputados alemanes Renate Lasker-Wallfisch, superviviente de Auschwitz y Bergen Belsen. Hija de un abogado y una violinista, pasó de no poder ir a la piscina, como el resto de la clase, a la obligación de llevar la estrella de David y al oprobio de la Noche de los cristales rotos, en 1938. Su padre quiso entonces abandonar Alemania pero «ya era demasiado tarde».

El presidente del Bundestag, Wolfgang Schäuble , se preguntó qué habría pasado si tras los pogromos contra los judíos en 1938 miles de alemanes hubieran salido a la calle a protestar y subrayó la necesidad de mantener «una posición consecuente contra toda exclusión, antes de que sea demasiado tarde».

«La creación de un comisionado estatal está bien, pero es necesario un trabajo que parte del sistema educativo», protesta Mascha Schmerling, promotora de una provocadora campaña que lleva por nombre «Alquila un judío» y que invita por esta vía a conocer a algún judío a todos aquellos alemanes que afirman no conocer a ninguno. «No lo digo yo, son datos de Human Rights Watch. El insulto “judío” se ha vuelto habitual en los patios de colegio, en parte debido a la abundante comunidad turca y a la radicalización de las familias musulmanas. Los niños repiten en la escuela lo que escuchan en casa y para muchos alemano-turcos, lo que dice Erdogan es sagrado».

En el senado de Berlín, la socialdemócrata de origen palestino Sawsan Chebli , responsable para las Relaciones con la Ciudadanía, ha propuesto como vacuna la obligación para todos los recién llegados al país una visita a alguno de los campos de concentración nazis.

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