La primera ministra británica, Theresa May, salía del número 10 de Downing Street para acudir al Parlamento para informar de la activación del Brexit el pasado miércoles
La primera ministra británica, Theresa May, salía del número 10 de Downing Street para acudir al Parlamento para informar de la activación del Brexit el pasado miércoles - EFE

May admite que la libre circulación seguirá un tiempo tras el Brexit

Nigel Farage llama «mafia» a la UE en un debate en el Parlamento Europeo

CORRESPONSAL EN LONDRES Actualizado: Guardar
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Desde que activó el Artículo 50 de salida de la UE el pasado día 29 de marzo, el Gobierno británico se está dando un baño de realidad, alejándose de las proclamas del Brexit duro que anunció Theresa May el pasado enero. Ahora la primera ministra ha admitido que la libre circulación de comunitarios podría continuar una vez consumado el Brexit, porque se abriría un periodo de transición, que ella prefiere llamar «periodo de implantación» del nuevo acuerdo con la UE. Queda así aparcada la promesa estelar de la campaña del Leave de que el Brexit serviría para rebajar de inmediato la llegada de inmigrantes europeos.

El giro del Gobierno incluye también que May admitió el lunes que no podrá firmar un acuerdo comercial con la UE hasta que complete el proceso de divorcio, con lo que incumple su pretensión de cerrar al mismo tiempo la salida de la UE y una nueva forma de relación con los 27, algo a lo que Bruselas se ha negado.

En cuando a su llamativa y retadora frase de «ningún acuerdo es mejor que un mal acuerdo», ahora ha sido sustituida por el deseo de lograr el máximo acceso posible al mercado único europeo y evitar toda traba fronteriza a los bienes y servicios británicos, todo envuelto en un nuevo tono amistoso.

Mientras los brexiters más agresivos proponían cerrar la frontera por completo a los comunitarios nada más completarse el Brexit, al final se va a imponer el pragmatismo, porque los trabajadores de los 27 son cruciales en sectores como la hostelería, la construcción, la asistencia social y la sanidad pública. «Una vez que obtengamos un acuerdo y cerremos cual será nuestra relación [con la UE] en el futuro, será necesario un periodo de tiempo en el que las empresas y los gobiernos ajustemos ese sistema y hará falta un plazo para que el acuerdo sea implantado».

Con esas enrevesadas palabras, May venía a reconocer que habrá un periodo de transición en el que los comunitarios podrán seguir accediendo sin trabas al Reino Unido. Atiende así a una petición de las empresas, que venían advirtiendo que una ruptura brusca los ponía «al borde del acantilado».

Para cuidar también a su flanco brexitero, May añadió a continuación que el tema de la inmigración «fue crucial» en el voto del referéndum y que su Gobierno controlará la inmigración y las fronteras. «Eso es exactamente lo que haremos», remarcó para la galería del Leave. Pero el tono de su política sobre inmigración claramente ha cambiado. Hace diez días el jefe negociador británico, el ministro brexiter David Davis, ya reconoció en un debate de televisión de gran audiencia que el Brexit no servirá para reducir de inmediato la inmigración, que incluso seguirá subiendo un tiempo.

«El Gobierno continúa rebajando las expectativas», señaló la oposición laborista, «cada día incumple una promesa».

Farage contra la «mafia» europea

Por su parte Nigel Farage, el ex líder de UKIP, un eurófobo que vive desde hace 18 años de su opípara nómina en el Parlamento Europeo, ha llamado hoy «mafia» a la UE en la cámara de Estrasburgo, suscitando una bronca parlamentaria.

Farage, que es el líder del grupo populista Libertad y Democracia del Europarlamento, criticaba la pretensión de la UE de cobrar una cifra de salida al Reino Unido, un finiquito por sus compromisos adquiridos que algunas fuentes han llegado a elevar a 60.000 millones de euros. «Pagar 52.000 millones de libras, una cifra claramente sacada del aire, es una forma de exigir un rescate. Están comportándose como la mafia, creen que tienen un rehén, pero no lo somos, somos libres».

Ante la bronca en las bancadas por el insulto, Farage rectificó malamente: «Entiendo las sensibilidades nacionales. Lo dejaré en gánsteres».

En la misma sesión, Michel Barnier, el jefe negociador europeo, le respondió que «no buscamos castigar al Reino Unido, lo único que queremos es saldar las cuentas, nada más». Barnier también advirtió a los británicos que en una negociación tan espinosa como la que ahora comienza «el diablo está en los detalles».

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