CLAVES DE LATINOAMÉRICA

El acuerdo UE-Mercosur tiene aún por delante un camino difícil

La aprobación en los parlamentos nacionales y los tics proteccionistas de Brasil y Argentina pueden hacer descarrilar el pacto

Los líderes del Mercosur y la Unión Europea sellan el acuerdo en Osaka Reuters

Emili J. Blasco

El acuerdo de libre comercio anunciado entre la Unión Europea y Mercosur (Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay) entrará ahora en un periodo de varios meses de redactado definitivo y luego deberá ser aprobado por cada uno de los países participantes de este mercado conjunto de 780 millones de personas (520 de la UE y 260 de Mercosur). El proceso puede alargarse hasta comienzos de 2021 y lo que hay por delante no es sencillo.

Con ser histórica la voluntad común alcanzada, tras casi veinte años de negociaciones intermitentes , las apuestas de los actuales gobiernos en favor del libre comercio pueden fácilmente ser rechazadas por nuevos gobernantes o por parlamentos cada vez más dominados por el populismo y otras fuerzas antisistema o antiglobalización.

No hace mucho, la UE y Estados Unidos estuvieron muy cerca de acordar un ambicioso acuerdo de libre comercio llamado Asociación Trasatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP), y más cerca estuvo aún de acordarse un pacto similar entre muchos de los países a las dos orillas del Pacífico, el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP). La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca sacó a EE.UU. fuera de esas convergencias y ambos proyectos quedaron muertos o han tenido que reformularse.

Escollos en Europa y América

En Europa no puede descartarse que se produzca alguna movilización importante de agricultores en contra del acuerdo con Mercosur (casi la mitad de cuyas exportaciones a la UE de 42.600 millones de euros en 2018 correspondieron a agricultura y ganadería). Emmanuel Macron ha tardado en sumarse al acuerdo y su posición en absoluto es fuerte ante protestas que pueda haber de grupos como los «chalecos amarillos». También Polonia, por citar otro país reacio inicialmente al acuerdo, ha demostrado tener una calle pronta a mostrar disconformidad con decisiones tomadas en Bruselas.

En América, el principal escollo lo constituye la debilidad del Gobierno de Mauricio Macri , quien no tiene asegurada su reelección en las presidenciales que en otoño se celebrarán en Argentina. La oposición peronista ya ha anunciado su rechazo del acuerdo UE-Mercosur. Aunque Macri ganara, podría perder peso en el Congreso, quedando en el aire qué podría ocurrir con el pacto sellado con la UE.

Un bloqueo por parte de Argentina muy posiblemente llevaría a la ruptura de la unidad de Mercosur. El Gobierno de Jair Bolsonaro ha planteado desde el principio el deseo de que los países de ese club tengan libertad de llegar a acuerdos de libre comercio bilaterales de modo individual, sin tener que actuar en bloque como se ha exigido hasta ahora. Así que Brasil, y probablemente Uruguay y Paraguay, optarían por forzar la vigencia del acuerdo con la UE para ellos. De todos modos, las cláusulas en favor del medio ambiente y ciertas políticas públicas hacen presagiar choques entre los europeos y Bolsonaro, quien no se sustrae del todo a los tics proteccionistas brasileños.

Mercosur sin rumbo

El pacto con la UE, por otra parte, supone acentuar el cambio de orientación de Mercosur. El Mercado Común del Sur nació con fines proteccionistas, como un medio de fomentar el desarrollo de industrias nacionales, especialmente en Brasil y Argentina, mediante la imposición de altos aranceles a la importación procedente de países más desarrollados. Creado en 1991, Mercosur fue de alguna manera la continuación, aplicada a un territorio transnacional, de la política de «industrialización por sustitución de importaciones» que había imperado en los países latinoamericanos las décadas previas.

A lo largo de su historia Mercosur ha demostrado no saber muy bien a dónde ir. Por un lado, abarca la única área geográfica de Latinoamérica con verdaderas condiciones para una auténtica integración regional (sur de Brasil, norte de Argentina, más Paraguay y Uruguay), sin embargo ha avanzado poco hacia una convergencia como la de la UE, que en ocasiones sus propios dirigentes han presentado como modelo. Un ejemplo de esto último es la decisión anunciada en abril de renunciar a que el Parlasur, el parlamento de Mercosur, implemente la elección directa de sus miembros, dejando a la institución en el papel mojado que es.

Por otro lado, el buen sentido de la integración económica de los cuatro países quedó supeditado a la agenda ideológica del Bolivarianismo y sus socios, de forma que se dio entrada en Mercosur a Venezuela y se comprometió la de Bolivia. Eso dejó la convergencia económica a un lado para poner el acento en las luchas políticas continentales.

Hoy Mercosur parece querer mira más a la otra asociación económica de Latinoamérica, la Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile), que apenas ha desarrollado instituciones comunes y cuya integración se basa principalmente en la eliminación de barreras comerciales. La aproximación de ambos modelos es visto como posible vía para una confluencia final de los dos clubes, aunque la proverbial invertebración de la región impide ver eso como algo que necesariamente vaya a ocurrir.

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