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Theresa May, durante la conferencia del partido conservador británico - Efe

May activará el Brexit en marzo pero quiere acceder al libre mercado

Advierte a los separatistas escoceses que no permitirá «que nacionalismos divisivos socaven la preciosa unión del Reino Unido»

Corresponsal en Londres Actualizado: Guardar
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«Vamos a dejar la UE y seremos un país absolutamente independiente y soberano. Nuestras leyes no se harán en Bruselas, sino en Westminster. Los jueces que las interpretarán no estarán en Luxemburgo, sino en juzgados de este país. La autoridad de las leyes europeas se va a acabar».

Sin tocar ni una coma, las frases anteriores podrían ser extraídas de alguno de los discursos del estrambótico Nigel Farage, el ex líder de UKIP, en su fogosa campaña a favor del Leave. Pero no. Son parte de la alocución con que Theresa May abrió este domingo el congreso del Partido Conservador, su puesta de largo ante los suyos cuando lleva 81 días como primera ministra, y le valieron fogosos aplausos.

Lee el discurso completo pinchando en este enlace

May anunció el primer hito del Brexit: el artículo 50 del Tratado de Lisboa, que iniciará la desconexión abriendo dos años de negociaciones, se invocará antes de finales del próximo marzo. Además, el Gobierno llevará al Parlamento la llamada «Gran Ley de Revocación», que abolirá la supremacía de las leyes europeas en el Reino Unido, medida que no será operativa hasta que se complete la salida de la UE, que podría producirse en el verano de 2019.

La primera ministra, que en la pasada campaña del referéndum pidió de manera muy desganada el voto a favor de la permanencia, arrancó los mayores aplausos de los once mil asistentes al congreso de Birmingham cuando cultivó la arenga nacionalista y pro Brexit. Pero el discurso tuvo también un pasaje que supone un jarro de agua fría para los eurófobos más entregados de su bancada. La primera ministra reconoció que quiere que el Reino Unido siga conservando el acceso al mercado único europeo, lo que vendría a ser el llamado «Brexit blando», y ahí ya no se escucharon aplausos ni vítores. «Quiero cooperar [con Europa] contra el terrorismo y quiero un acuerdo que implique libre mercado de bienes y servicios. Quiero que las compañías británicas tengan máxima libertad para comerciar y operar en el mercado único europeo y dejar a las empresas europeas hacer lo mismo aquí».

Habrá que ver si la UE, en especial Alemania y Francia, los países que la comandan, aceptan la tomadura de pelo que propone el Gobierno inglés: salir de la UE, dejar de contribuir a su presupuesto comunitario, desmarcarse de sus leyes, poner trabajas a los trabajadores europeos, pero seguir disfrutando del acceso al mercado único. Es decir, disfrutar de la mayor ventaja que ofrece el club sin obedecer a sus normas ni contribuir a su mantenimiento.

May se burló con una mueca de sus adversarios políticos que abogan por un segundo referéndum, o incluso pretenden frenar la salida de la UE en los tribunales. «Algunos políticos elegidos democráticamente dicen que el referéndum no es válido, que hace falta otro, que irán a tribunales… Oh, come on! [¡venga!]», remató con un gesto satírico.

Recalcó además con énfasis que la activación del artículo 50 del Tratado de Lisboa, que inicia el proceso de abandono de la UE, no tendrá que ser consultada al Parlamento. «Es un asunto solo del Gobierno. Los que quieren llevarlo al Parlamento insultan a la inteligencia del pueblo británico». La primera ministra tiene mucho interés en evitar el trámite parlamentario, porque se especula que la Cámara de los Lores podría poner obstáculos.

A diferencia de Cameron, que era más contemporizador, May lanzó un aviso a los nacionalistas. Explicó que durante las conversaciones con Europa el Gobierno consultará con las administraciones de Gales, Escocia e Irlanda del Norte y con los municipios, «pero la negociación la llevará el Gobierno, porque en el referéndum votamos como un único Reino Unido, nunca permitiré que nacionalistas divisivos socaven la preciosa unión de las cuatro naciones de nuestro Reino Unido».

Pero los nacionalistas escoceses sin duda se revolverán contra sus planes. De hecho, este mismo domingo ya han lanzado el señuelo de que la ley para desengancharse de la normativa europea podría requerir también el visado del Parlamento de Escocia, donde la mayoría del SNP lo tumbaría. A diferencia del conjunto del Reino Unido, Escocia votó abrumadoramente por permanecer en la UE y su Gobierno nacionalista ya ha amagado con un segundo referéndum de independencia.

En todo momento, May intentó vender optimismo a raudales y alardeó de que no se han cumplido muchas de las profecías económicas sobre el voto a favor del Brexit: «El cielo no se ha caído sobre nuestras cabezas como algunos decían. Nuestra economía sigue siendo fuerte». Y es verdad que la bolsa y el empleo se mantienen, pero la cotización de la libra ha caído a niveles de los años ochenta y el Banco de Inglaterra se vio obligado a bajar los tipos en agosto para prevenir una recesión.

May concluyó con un alarde de orgullo nacionalista: «Somos el mayor inversor extranjero en EE.UU. Tenemos más premios Nobel que cualquier otro país que no sea EE.UU. Los mejores servicios de inteligencia del mundo, un ejército que puede proyectar su poder en todo el globo […]. Somos el mayor poder blando del mundo, estamos en la zona horaria correcta para el comercio global y nuestro idioma es el idioma del mundo». Y remató invitando a «ignorar el pesimismo y confiar en nosotros mismos».

El miércoles May ofrecerá su discurso de clausura, que dedicará a su programa social, su deseo de convertir al Partido Conservador en «el partido de las clases trabajadoras». Este domingo, como anticipo, volvió a repetir su conocido mantra al respecto: «Mi Gobierno no estará dirigido a los intereses de unos pocos privilegiados, sino que atenderá a los de la gente ordinaria, las familias de clase trabajadora. Quiero un Reino Unido que funcione para todos y en todas partes». Pero en esta parte de conservadurismo compasivo los aplausos del auditorio fueron más livianos. La parroquia quería Brexit. Y en parte lo tuvo, aunque el anuncio de que buscará seguir en el mercado único europeo no tardará en levantar sarpullidos en los tories más hooligans del Brexit.

May también elogio de pasada a Cameron, con un aplauso de compromiso del público, sin mayor calor. A rey muerto, rey puesto.

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