El alcalde de Londres, Boris Johnson, fue el inesperado paladín contra ciertos recortes del Gobierno
El alcalde de Londres, Boris Johnson, fue el inesperado paladín contra ciertos recortes del Gobierno - afp
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Las figuras tories arrancan aplausos con críticas a la Unión Europea

La ministra del Interior promete endurecer el asilo y Boris Johnson pide leyes británicas para los británicos

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Toda vez que Cameron ha anunciado que en el 2020 se retira, el congreso del Partido Conservador en Manchester se ha convertido en una pasarela de estrellas de cara a la sucesión. El lunes George Osborne, el favorito, ofreció un discurso de altura, hablando ya en estadista. Ayer les tocó a otros dos aspirantes, la enérgica y veterana Theresa May, la ministra del Interior, de 59 años, y Boris Johnson, el extrovertido alcalde de Londres, de 51.

Ambos coincidieron en las críticas a Bruselas, muy aplaudidas por una asamblea tory de barniz euroescéptico y muy dividida ante el referéndum. May llegó a decir que «ni en miles de años» aceptará el Reino Unido la política sobre refugiados de la UE.

Johnson se ganó a los delegados al defender que «las leyes que afectan a los británicos tienen que ser hechas por gente a la que los británicos pueden dar la patada en las elecciones, y no por Juncker».

Cuando llegó al poder, Cameron prometióreducir la cifra de inmigrantes a cien mil por año, pero está por encima de 300.000. En los doce meses hasta agosto llegaron 183.000 procedentes de la UE (53.000 más) y 196.000 de fuera de la Unión (39.000 más). El Reino Unido se ha comprometido además a dar asilo a 20.000 sirios, pero lo hará al margen del esquema europeo, buscándolos en origen en los campos de refugiados en los que estén.

Con este telón de fondo, May anunció que se va a endurecer el tratamiento a los refugiados. Quienes pasaron antes por otros países europeos donde pudieron recibir cobijo y prefirieron seguir hasta el Reino Unido serán rechazados. Los estudiantes que al acabar se quedan subrepticiamente serán expulsados. También se repatriará a los acogidos cuando se considere que sus países ya están estabilizados.

May, tan dura que recibió críticas hasta de la patronal CBI, dijo –y es muy discutible- que la aportación económica de la inmigración «es casi cero, o menos». «No necesitamos tanta gente». Además cree que el aluvión de inmigrantes «hace imposible una sociedad cohesionada» y desborda escuelas, hospitales, infraestructuras, viviendas y servicios de transporte.

La ministra también advirtió que se está primando a los inmigrantes «más pudientes, fuertes y con más suerte», que son los que consiguen hacer el trayecto a Europa, cuando a veces no son los más amenazados.

Tras May le llegó el turno a otro ex de Oxford, el siempre llamativo Boris Johnson. Tras la mayoría absoluta de Cameron, Boris ha perdido muchos enteros en la carrera sucesoria, en parte porque se le ha invitado como oyente al Consejo de Ministros pero al parecer vaguea y sus aportaciones son nulas. De salida ya como alcalde, se jugaba con su discurso reengancharse a la sucesión, en un momento en que una encuesta del partido entre afiliados lo sitúa de cuarto (el favorito es Osborne, con un 32 por ciento de apoyos). Se reivindicó con sus marcas distintivas: humor y elocuencia.

Metáfora del rugby

Johnson se ha erigido en el inesperado paladín de los tories que creen que a Osborne se le ha ido la mano recortando las ayudas «tax credits», que reciben millones de familias de bajos recursos, y dejó un recado: «Debemos estar seguros de que así como reformamos el Estado del bienestar y bajamos los impuestos protegemos también a los que trabajan más duro y reciben las pagas más bajas». Boris se presentó como un conservador compasivo.

Inglaterra se acaba de pegar un leñazo épico en el Mundial de Rugby que está organizando, donde para sonrojo nacional ha caído en primera ronda. Boris trazó una metáfora con mucho humor para reivindicar que su partido debe ser un equipo unido para un país unido.

En sus críticas a Corbyn, el nuevo líder laborista, llegó a recordarle sus simpatías por Chávez y dijo que la gran diferencia es que «la extrema izquierda piensa siempre lo peor sobre este país y los tories somos los que creemos en nuestra gente, por eso soy un conservador para una nación conservadora».

Ya lanzado, Boris Johnson llegó a asegurar que «donde gobernamos nosotros la gente vive más», lo que arrancó las risas de Cameron. Puso un ejemplo: Harrow Road, en el Noroeste de Londres, «donde la esperanza de vida son 97 años, no sé si porque toman glándulas de mono o jalea real, pero bajo los tories se vive más, amigos». Boris ha vuelto. Al menos por un día.

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