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Obama y Putin buscan una alianza contra los yihadistas con la cabeza de Assad sobre la mesa

Cameron admite que el dictador sirio lidere un gobierno de transición para atraer a Rusia

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La Asamblea de Naciones Unidas con más expectativas en años va a sentar hoy a los principales líderes mundiales en torno al principal conflicto del mundo: la guerra de Siria. Después de 250.000 muertos y cuatro millones de desplazados que han descosido las fronteras de la propia Europa, los presidentes Obama y Putin buscan hoy la salida definitiva a un avispero plagado de complejidades en el que se enfrentan a un enemigo común, Estado Islámico.

Por el futuro en el tablero de Bashar al Asad, problema para Estados Unidos y solución para Rusia, pasa el diseño de una gran alianza que permita derrotar al yihadismo. Para atraer a Rusia, el primer ministro británico, David Cameron, dio ayer un giro y abrió la puerta a que el dictador sirio lidere un gobierno de transición, aunque aclarara después que «no puede estar en ningún caso en el futuro del país».

Los días y horas previos a la histórica cita en la ONU han contribuido más a la ceremonia de la confusión en un escenario ya de por sí caótico. La decisión de Putin de desplegar tropas donde hasta ahora había limitado su presencia a asesores militares, y de reforzar con tanques y aviones de combate MiG-31 a su tradicional aliado Al Asad, ha despertado el recelo de Estados Unidos. En el encuentro previo que mantuvieron ayer los responsables de Exteriores de ambos países, John Kerry pidió explicaciones a Sergei Lavrov por el sorpresivo movimiento ruso, que muestra a las claras el que es hasta ahora un bloque alternativo a la coalición que encabeza Estados Unidos y que busca blindar al dictador. Como confirmó ayer el Gobierno iraquí, tutelado por la rama islamista chií que es todopoderosa en Irán, ambos países comparten un trabajo de inteligencia en la zona en torno a un centro de operaciones conjunto.

Francia entra en la partida

Como si de una respuesta de firmeza se tratara, ayer mismo los norteamericanos lanzaron bombardeos contra 25 objetivos de Estado Islámico, con la novedosa presencia de Francia, que por primera vez se incorpora directamente a las operaciones. Al igual que Turquía lo hizo hace algunas semanas. Pero la Administración Obama, que decidió una implicación en Siria sin soldados sobre el terreno, choca un año después con una doble impotencia: ni somete a Estado Islámico, con menos territorio ahora pero con el control de puntos clave en el país, ni logra imponer una solución política de futuro para Siria que deje al margen a Al Asad. Mientras, Rusia ha aprovechado las dudas norteamericanas para justificar su presencia militar directa en la zona, haciendo bandera de la necesidad de derrotar a Estado Islámico y argumentando que «la ayuda militar de Estados Unidos al ejército rebelde es ilegal e inútil», como declaró ayer Putin a una cadena de televisión rusa.

Sería todo más fácil si las múltiples fuerzas presentes no hubieran convertido el territorio sirio en un endiablado y multifragmentado escenario, donde el yihadismo está presente en todos los grupos de la oposición, incluido el mayoritario Ejército Libre Sirio. La complejidad es tal que no ha tenido éxito el intento de Estados Unidos de crear una fuerza rebelde desintoxicada de soldados salafistas. Según las ultimas informaciones, parte del material bélico entregado a este ejército incipiente ha terminado en manos del Frente Al Nusra, milicia perteneciente a Al Qaida.

En la prolongada partida de ajedrez que protagonizan y que muestra ahora mismo una ligera ventaja rusa, Obama va a reiterar hoy a Putin que la solución al conflicto pasa por una Siria sin Al Asad. Condenado políticamente por sus atrocidades como dictador «contra su propio pueblo», incluido el uso probado de armas químicas, según la Administración norteamericana, Estados Unidos sólo estaría dispuesto a que Al Asad pilotara un periodo de transición hacia unas elecciones, pero siempre con un compromiso definitivo de renuncia, abriendo la puerta a una sucesión que también se presenta compleja. Es la vía hacia un posible entendimiento abierta ayer por Cameron horas antes de llegar a la Asamblea de la ONU, que contrasta frontalmente con la operación militar que llegaron a diseñar Estados Unidos y sus aliados contra Al Asad en ayuda de la oposición rebelde y que no llegó a ejecutarse por decisión última del presidente Obama.

Rusia mueve ficha

En su estrategia diplomática de respaldo a Al Asad previa al encuentro de los dos presidentes, Rusia intentó sin éxito esta semana que la Asamblea de la ONU votara una declaración conjunta contra Estado Islámico.

Según aclaró Sheba Crocker, asesor del secretario de Estado norteamericano, Estados Unidos quería evitar a toda costa que la resolución «se interpretara como un apoyo al dictador».

En el seno de Naciones Unidas, el estado de alarma es creciente ante la situación de los cuatro millones de desplazados que se ha cobrado la guerra. Su secretario general, Ban Ki-moon, presionó el sábado al presidente iraní, Hassan Rouhani, reclamándole que «Irán contribuya al fin de la inestabilidad en la región». El mandatario iraní, consciente de que el tiempo ahora juega a su favor, apuntó como «prioridad» el levantamiento de las sanciones económicas que a cambio del freno a su escalada nuclear ha quedado plasmado en el reciente acuerdo con la comunidad internacional.

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