Shinzo Abe ofrece un discurso con motivo del aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en Tokio
Shinzo Abe ofrece un discurso con motivo del aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en Tokio - efe

Abe expresa el «dolor» de Japón por la II Guerra Mundial, pero no pide perdón

El primer ministro nipón promete no repetir jamás la guerra en el 70 aniversario de su rendición mientras China y Corea del Sur escrutan su discurso

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Este sábado se cumplen 70 años de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial, que puso fin a la más sangrienta contienda que ha conocido la Humanidad. Conmemorando su conclusión, el primer ministro nipón, Shinzo Abe, pronunció este viernes un discurso de 25 minutos que, emitido en directo por televisión, va a ser mirado con lupa por los países asiáticos que fueron invadidos por Japón, como China y Corea del Sur, para comprobar sus palabras de disculpa y la franqueza de su arrepentimiento. En medio del creciente nacionalismo en Extremo Oriente, Pekín y Seúl acusan a Tokio de no haber perdido perdón por las atrocidades de su pasado militar con la misma sinceridad con que lo hizo Alemania, que después del conflicto se convirtió en el principal motor de Europa.

A todo ello se suman las peregrinaciones de numerosos políticos nipones, entre ellos el propio Abe, al polémico santuario de Yasukuni, donde se veneran las almas de los militares caídos por la patria, entre ellos varios criminales de guerra. Y, por supuesto, nadie en Asia olvida que Abe es nieto de Nobusuke Kishi, quien fue ministro de Armamento durante la guerra. Aunque Kishi estuvo detenido durante tres años tras el conflicto, no llegó a ser acusado por los Aliados y posteriormente, cuando fue rehabilitado, llegó a dirigir el Gobierno nipón.

En este contexto, Abe aseguró en su alocución que «en el 70 aniversario del fin de la guerra, inclino mi cabeza profundamente ante las almas de aquellos que perecieron en casa y fuera. Expreso mis sentimientos de profundo dolor y mis eternas y sinceras condolencias». Además, recordó que «Japón ha expresado repetidamente su profundo arrepentimiento y disculpas de corazón por sus acciones durante la guerra», una postura que, «sostenida por los Gobiernos anteriores, se mantendrá inalterable en el futuro».

Pero, como le reprochan sus críticos, volvió a recurrir a toda serie de circunloquios para evitar pedir perdón con sus propias palabras y en su nombre. Tras asegurar que se encontraba «sin palabras» y «con el corazón desgarrado por la máxima pena» por «el inconmensurable daño y sufrimiento que nuestro país ha hecho a gente inocente», aseguró que «nunca jamás debemos repetir la devastación de la guerra» y que «abandonaremos el orden colonial para siempre». Sin embargo, matizó que «lo que está hecho no se puede deshacer» y que «no debemos permitir que nuestros hijos, nietos y las futuras generaciones que vengan, que no tienen nada que ver con la guerra, estén predestinadas a disculparse». Aunque, eso sí, señaló que «los japoneses, a través de las generaciones, debemos enfrentarnos de cara a la historia del pasado» porque «tenemos la responsabilidad de heredarlo, con toda humildad, para pasarlo al futuro».

Sin citarlas expresamente, Abe también se refirió a las «mujeres del consuelo». Procedentes de China, Corea del Sur, Taiwán, Filipinas e Indonesia, así se conoce a las 200.000 esclavas sexuales que se calcula utilizó el Ejército imperial japonés para satisfacer a sus tropas durante la guerra. Tan espinoso asunto enturbia las relaciones entre Abe y la presidenta surcoreana, Park Geun-hye, que se ha implicado de lleno en las demandas que siguen llevando a cabo las pocas «mujeres del consuelo» que, ya muy ancianas, siguen con vida. «No debemos olvidar que hubo mujeres tras los campos de batalla cuyo honor y dignidad fueron seriamente heridos», aseguró antes de prometer que «Japón liderará al mundo para que el siglo XXI sea una era en la que no se infringen los derechos humanos de las mujeres».

Tras señalar que el primer ministro nipón se había referido «indirectamente» a dicha cuestión, que él mismo ha puesto en duda en otras ocasiones, la agencia estatal surcoreana Yonhap no dudó en titular que «Abe se salta su propia disculpa por el pasado militar de Japón».

En su lugar, Abe recordó los logros económicos, políticos y sociales alcanzados por su país tras la guerra e incluso justificó su expansionismo militar por la presión colonial de la época. «Con la Gran Depresión agudizándose y los países occidentales montando bloques económicos con sus colonias, Japón sufrió un serio revés. En tales circunstancias, se intensificó el sentido de aislamiento de Japón e intentó superar su punto muerto económico y diplomático a través del uso de la fuerza», aseguró Abe, quien indicó que «Japón tomó el rumbo equivocado y avanzó en el camino hacia la guerra».

Unas palabras que, seguramente, serán criticadas por China y Corea del Sur, cuyos Gobiernos le habían pedido al primer ministro nipón un discurso como el de Tomiichi Murayama, su antecesor en 1995. En una declaración que aún se recuerda en Asia, este expresó sus «sentimientos de profundo arrepentimiento» y ofreció una «disculpa de todo corazón» por la «agresión» de Japón en el pasado y «su orden colonial». Diez años después, el entonces primer ministro Koizumi repitió ese mismo discurso, como ahora esperaban Tokio y Seúl que hiciera Abe.

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