Vista de la bandera cubana que ondea en la que será la embajada del país en Washington
Vista de la bandera cubana que ondea en la que será la embajada del país en Washington - efe

Kerry desoye la petición cubana de devolver Guantánamo

El secretario de Estado de EE.UU. y el canciller cubano ofrecieron una rueda de prensa conjunta en Washington

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La bandera de Cuba fue izada el lunes en la Embajada cubana en Washington entre gritos enfrentados a favor de Fidel Castro y contra la dictadura castrista lanzados por quienes se congregaron en el exterior. El acto, celebrado en la misma calle que lleva a la Casa Blanca, rompía con casi sesenta años de hostilidad diplomática entre Estados Unidos y Cuba. El 14 de agosto la bandera estadounidense será izada en la Embajada de La Habana.

Tres soldados en uniforme de gala fueron los encargados de llevar la bandera de Cuba hasta el mástil, en el jardín de la mansión neoclásica que Cuba hizo construir en 1917 y que no cumplía sus plenas funciones desde el triunfo de la revolución.

Al son del himno nacional el ministro de Asuntos Exteriores, Bruno Rodríguez, elevó la enseña. Unos quinientos invitados presenciaron la ceremonia.

La Casa Blanca calificó el momento de «histórico». «Es otra demostración de que no debemos quedar prisioneros del pasado», afirmó, recordando los simbólicos pasos dados desde que el pasado 17 de diciembre Barack Obama y Raúl Castro anunciaron, tras casi dos años de negociaciones secretas, su deseo de reanudar las relaciones diplomáticas entre los dos países.

El proceso se está llevando a cabo en medio de las pasiones que levanta. En la calle, frente a la Embajada cubana, se concentraron personas a favor y en contra del castrismo. Las voces más oídas fueron las de quienes aplaudían al régimen comunista. «Fidel, amigo, el pueblo está contigo», repetía el grupo más numeroso, entre los que curiosamente no se apreciaban cubanos. Sí había cubanos entre quienes llevaban pancartas contra la dictadura y los que, aun estando a favor de la normalización de relaciones e incluso el fin del embargo, reclamaban una apertura política de la isla.

«Me parece bien que aquí haya quienes gritan “Viva Fidel”», indicaba uno de los manifestantes, Orlando Luis Pardo Laso, preguntándose si, en correspondencia, cuando se abra la Embajada de Estados Unidos en La Habana las autoridades cubanas permitirán que la gente grite contra Castro. «Necesitamos gente de todas las opiniones y que puedan expresarlas, porque ese es el pluralismo que pedimos», seguía. «No estoy en contra de la apertura de la Embajada, sino de la apertura de la sociedad cubana; que también quiten ese candado».

En una rueda de prensa conjunta, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, y el ministro de Exteriores cubano, Bruno Rodríguez, se comprometieron a intentar resolver las «profundas diferencias que aún separan ambos países». Kerry aludió al respecto a los derechos humanos, mientras que Rodríguez reivindicó el retorno de Guantánamo a Cuba y dejó caer que la isla planteará una indemnicación por «daños humanos y económicos».

Ambos políticos utilizaron inglés y castellano en sus intervenciones. Kerry lo hizo para destacar que los dos países están «decididos a vivir como buenos vecinos, sobre la base del respeto». «Este es un día histórico, un día para quitar barreras», afirmó. Advirtió, no obstante, que en el diálogo con Cuba llevará tiempo y que habrá «momentos de frustración», lo que obligará a EE.UU. a «tener paciencia».

Una vez reabiertas ambas Embajadas, el siguiente paso en la normalización de relaciones es cubrir la plaza de embajador. Es posible que Cuba lo haga antes que EE.UU., pues Obama puede retrasar el nombramiento por razones tácticas, en previsión de las dificultades que pueden poner los republicanos. De momento, al frente de las dos legaciones, como encargados de negocio, quedan quienes hasta ahora han dirigido la respectiva Sección de Intereses: el estadounidense Jeffrey DeLaurentis y el cubano José Ramón Cabañas.

Obama desearía eliminar el embargo económico que EE.UU. aplica a la isla, pero las iniciativas emprendidas por la Casa Blanca, diversos demócratas y algún republicano para que el Congreso revise esa política difícilmente llevarán de momento a buen puerto. El portavoz de Obama, Josh Earnest, ha reconocido que la presión para alcanzar un gran acuerdo en el Capitolio apenas está dando resultado.

Por eso Obama probablemente se decantará por medidas parciales que estén en su mano, al margen del Congreso, con las que ir laminando la arquitectura del embargo. En concreto antes del fin de su mandato espera poder eliminar la prohibición de viajar a la isla (estadounidenses de origen cubano pueden ir a visitar a su familia, pero no el resto).

Uno de los problemas en el diálogo entre los dos países es la demanda económica que hacen familias y empresas estadounidenses a quienes la revolución castrista expropió tierras y bienes. La comisión que en su día puso en marcha EE.UU. para recibir quejas llegó en 1971 a certificar 6.000 demandas, por un valor conjunto de 1.900 millones de dólares, cifra que actualizada hoy alcanzaría los 8.000 millones de dólares.

«Ahora que hemos alcanzado un acuerdo para restablecer relaciones diplomáticas, creemos que una discusión sobre las demandas de propiedad debería seguir en poco tiempo», indicó la semana pasada un comunicado del Departamento de Estado. El comunicado admitía que será un «proceso largo».

Frente a esas alegaciones, La Habana alega que el embargo al que EE.UU. sigue sometiendo a Cuba ha supuesto un coste para la isla, hasta 2013, de 157.000 millones de dólares. El régimen castrista también podría reclamar indemnizaciones por los cubanos muertos en acciones contra Cuba patrocinadas por EE.UU. Además, el Gobierno cubano piensa plantear que se descongelen los 270 millones de dólares que, según el Tesoro estadounidense, están bloqueados es cuentas de bancos norteamericanos.

Por otra parte, Estados Unidos espera que la mayor movilidad que ahora ganan sus diplomáticos en Cuba (deberán informar de sus planes de viajes por la isla, pero no tendrán que esperar a recibir permiso como antes) permita un mayor diálogo con la sociedad cubana. «El mejor modo de avanzar en valores universales como la libertad de expresión y de reunión es mediante una mayor implicación con la gente de Cuba», asegura el Departamento de Estado.

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