Oskar Groening durante su juicio en Alemania
Oskar Groening durante su juicio en Alemania - afp
El contable de Auschwitz

¿Por qué Groening desempeñó un papel clave en Auschwitz?

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la discusión sobre las reponsabilidades en el Holocausto es un tema controvertido

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Un tribunal alemán ha condenado a Óscar Groening, ex guardia de las tropas de élite nazi SS y contable del campo de concentración nazi de Auschwitz, por su implicación en la muerte de más 300.000 personas. Durante el juicio, el acusado admitió su responsabilidad moral, pero negó su participación directa en el asesinato de cualquier ser humano. Quizá sin saberlo, su justificación pone el foco en uno de los principales debates que rodea el estudio del Holocausto.

En la inmediata postguerra, el filósofo alemán Karl Jaspers analizó los diferentes grados de complicidad con la barbarie nazi. Para el pensador, los que presenciaron la persecución a los judíos sin azuzarla, pero tampoco detenerla, fueron «los espectadores», culpables «por no haber hecho nada», tal y como explica en su obra «El problema de la culpa.

Sobre la responsabilidad política de Alemania». Frente a ellos están «los salvadores», quienes contribuyeron a preservar vidas de inocentes. Oskar Schindler, mundialmente famoso por la película de Steven Spielberg, forma parte de ellos. El industrial checho libró de la muerte a miles de judíos e Israel reconoció su labor nombrándole Justo entre las Naciones. Los chicos de la Rosa Blanca, un grupo formado por estudiantes de Múnich, también constituyen un loable ejemplo de resistencia. Sus líderes fueron condenados y decapitados por las autoridades nazis. Sin embargo, la oposición al Tercer Reich fue minoritaria.

Los culpables

El historiador germano Heinrich A. Winkler explica en su obra «Historia de Alemania. El largo camino hacia Occidente» que el asesinato de «millones de judíos» no fue solo obra «de un ejército de ejecutores subalternos», sino de la «colaboración de las élites». Como señala el académico, el ejército, los industriales, los banqueros, los científicos, los médicos y los juristas engrasaron, con sus conocimientos técnicos o científicos, la maquinaria del exterminio. Una idea que también apunta el sociólogo Zygmunt Bauman en su libro «Modernidad y Holocausto», donde cita las palabras de Henry Feingold, especialista en el período: «[Auschwitz] fue una extensión mundana del moderno sistema industrial. En lugar de producir bienes, el combustible fueron seres humanos y el producto final era la muerte».

Cada artífice de este «proceso industrial» desempeñó un papel imprescindible en el exterminio, pero no determinante. El sistema burocratizado que posibilitó el genocidio complicó dilucidar responsabilidades. Lo mismo sucedió con los ciudadanos alemanes que presenciaron los crímenes, sin intervenir en ellos pero tampoco deteniéndolos. Las cifras muestran el horror. Solo en Auschwitz, las cámaras de gas instaladas a lo largo de 1942 provocaron la muerte de un millón y medio de personas, hasta su desmantelamiento en noviembre de 1944. Las estimaciones varían, pero se considera que el nazismo causó la muerte de entre cinco y seis millones de judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

Muchos de los culpables huyeron, pero algunos solo eludieron la justicia temporalmente. Adolf Eichmann, participante en la Conferencia de Wannsee del 20 de enero de 1942, donde se acordó la «solución final para la cuestión judía», fue detenido en Buenos Aires en mayo de 1960. El Mossad, el servicio secreto israelí, logró arrestarlo y extraditarlo a Jerusalén, donde el criminal de guerra fue juzgado y condenado a muerte. La pensadora Hannah Arendt cubrió el proceso para la revista estadounidense «The New Yorker». Fruto de ese trabajo nació una de las obras clave para el estudio del nazismo, «Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal». Klaus Barbie, apodado «el carnicero de Lyon», tampoco salió indemne. Un tribunal francés le condenó a cadena perpetua en julio de 1987. Cuatro años más tarde, enfermo de leucemia, murió en prisión. El nazi torturó al héroe de la Resistencia Jean Moulin, e interrogó al también opositor Marc Bloch, respetado historiador que finalmente fue ejecutado.

La condena a Oskar Goering probablemente sea una de las últimas que afecte a un responsable del Holocausto. Setenta años más tarde, la mayoría de los ejecutores de la «Solución Final» han muerto. Sin embargo, estos procesos permiten denunciar, décadas después, el horror y la violencia provocados por el nazismo entre 1933 y 1945.

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