Angela Merkel y François Hollande, tras su encuentro ayer
Angela Merkel y François Hollande, tras su encuentro ayer - efe

La UE insta a Grecia a aceptar la austeridad o salir del euro

La eurozona afronta hoy una cumbre que puede ser la última oportunidad para mantener a Atenas en la moneda única

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La cumbre extraordinaria de presidentes y jefes de Gobierno de la zona euro de hoy puede ser la última oportunidad para todos. En su reunión de ayer tarde en París para preparar la cita de hoy, el presidente francés, François Hollande, y la canciller alemana, Angela Merkel, lanzaron un mensaje que dejaba cierto grado de esperanza al afirmar que la puerta está abierta a la negociación. Sin embargo, ambos subrayaron que el primer ministro griego, Alexis Tsipras, debe llegar con «propuestas serias y creíbles» que puedan ser aceptadas por los demás países para evitar la ruptura definitiva. «No queda mucho tiempo. Hay urgencia tanto para Grecia como para Europa», afirmaron los dirigentes de las dos principales economías de la eurozona en una comparecencia sin preguntas, en la que Merkel dejó claro que el referéndum no ha mejorado su percepción de la situación, sino todo lo contrario.

Es más, su portavoz había advertido por la mañana que, a juzgar por el resultado del referéndum y las declaraciones del Gobierno griego, Alemania considera que «actualmente no se dan las condiciones» para reanudar las negociaciones con Atenas. El vicecanciller y ministro de Economía alemán, el socialdemócrata Sigmar Gabriel, cree que Atenas debe hacer una «oferta sustancial» que corresponda a los intereses de los otros 18 Estados miembros de la moneda común. Parlamentarios de centro derecha ya han dicho que quieren a Grecia fuera de la Eurozona y la canciller necesitará del apoyo del Bundestag para iniciar nuevas conversaciones con Atenas, informa Andreu Jerez desde Berlín. Las posibilidades de que lo consiga disminuirán si la oferta de Tsipras vuelve a basarse en documentos de negociación ya caducados, como se llegó a informar desde Atenas después de la reunión de Tsipras con los demás partidos.

El tiempo se agota, en efecto, sobre todo después de que el Banco Central Europeo (BCE) decidiese ayer no aumentar el techo de liquidez que suministra a los bancos griegos y empezar a recortar el valor de sus carteras de deuda teniendo en cuenta «el impacto de la situación política en Grecia». Con esta decisión, que no tiene en cuenta ni el resultado del referéndum ni las peticiones de Tsipras para que vuelva a abrir el grifo y permita respirar a los bancos griegos y a sus impositores, Mario Draghi lanza una advertencia clara de que si no se produce un cambio radical, su próxima disposición solo podrá reducir el caudal financiero y acelerar la descomposición del sistema bancario heleno. Draghi, que también participará en la cumbre de hoy, sigue manteniéndose a cierta distancia de la responsabilidad que los dirigentes políticos querrían poner en sus manos para que decidiera sobre el destino de Grecia. Sin embargo, después del referéndum, la cuestión de una salida de este país de la zona euro está ya abiertamente sobre todas las mesas, incluyendo la del BCE.

La Comisión Europea, que ha jugado hasta ahora el papel de mediador o de «facilitador», ha quedado por ahora al margen de un proceso en el que no tiene una misión definida desde que el segundo programa de rescate griego expiró el pasado día 30. Su presidente, Jean-Claude Juncker, no ha querido ni siquiera hablar con Tsipras, lo que define el grado de contrariedad con la que ha recibido la victoria del «no» que él había identificado acertadamente como «un "no” a Europa». Hasta tal punto que ayer fue el vicepresidente encargado del euro, Vadis Dombrovskis, el encargado de comparecer públicamente para valorar el resultado del referéndum griego. La parte más importante de su declaración se encontraba en la última línea: «Grecia está y seguirá estando en Europa». Fuentes de la propia Comisión confirmarían después en privado que la ausencia de una mención a la pertenencia de Grecia a la zona euro era una deliberada alusión al hecho de que por primera vez su salida de la moneda única es una opción que se ha convertido en una probabilidad y que de no producirse un milagro puede llegar a ser una realidad «muy rápidamente», teniendo en cuenta las necesidades financieras del Gobierno populista.

Ante el Parlamento

Hoy está previsto que Junker hable ante el Parlamento Europeo a primera hora de la mañana para dar cuenta de la situación a los eurodiputados, antes de regresar a Bruselas, donde también participará en la reunión extraordinaria de líderes de la zona euro. Según sus colaboradores, la comparecencia será «breve» e incluso «brusca» a la hora de definir la situación política que deja el referéndum. La Comisión no tiene más remedio que esperar a que el Eurogrupo decida si se dan o no las circunstancias para empezar a negociar un tercer rescate de Grecia. Solo en caso afirmativo los ministros de la zona euro le darían a la Comisión el mandato para negociarlo, sobre las bases de la propuesta que traiga el primer ministro griego. Entre una cosa y otra, la posibilidad de evitar que la evolución de la situación sobre el terreno lleve al colapso de la economía griega puede llegar más rápido que un eventual acuerdo y su farragosa puesta en práctica.

Los escenarios que tienen sobre la mesa los jefes de Estado y de Gobierno de la zona euro se limitan a tres. Van desde el más positivo, que sería que Tsipras llegase –por fin– con una proposición seria y razonable sobre la que fuera posible negociar y eventualmente llegar a un acuerdo sobre reformas, al más preocupante, que sería una salida desordenada y caótica de Grecia de la moneda única, forzada por el fracaso de toda negociación. En medio no queda espacio más que para una despedida pactada de los helenos del euro que intentase proteger a unos y otros de los inevitables daños colaterales que este paso inédito llevaría consigo.

Pero hasta para eso es necesario ponerse de acuerdo, negociar. Sobre todo porque legalmente no existe ningún medio de expulsar a Grecia de la zona euro, a no ser que su Gobierno lo pida. Cualquier otra interpretación de los tratados que permitiera justificar una ruptura de la irreversibilidad del euro requeriría un acuerdo del Gobierno griego, que Tsipras no parece dispuesto a asumir. Al menos, no por ahora. Puede que a medida que se vaya definiendo la perspectiva de que la tercera opción –una salida incontrolada del euro– la amenaza le haga cambiar de idea. Pero, por ahora, lo primero que se preguntan todos en Bruselas es con qué cara van a recibir a ese dirigente populista en la sala de reuniones del Consejo.

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