El Partenon en 2004
El Partenon en 2004 - EPA/ORESTIS PANAGIOTOU
HISTORIA

Breve historia de las bancarrotas de Grecia

El país helénico desde su fundación ha protagonizado un número considerable de problemas económicos

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El 10 de diciembre de 1893 el presidente de Grecia Charilaos Trikoupis anunció públicamente al Parlamento helénico una frase que no es excepcional en la historia griega: «desgraciadamente, estamos en bancarrota». Era el final de una política de modernización, en la que se realizó una gran inversión en infraestructuras y para ese mismo año al menos un 40% del presupuesto dependía de los préstamos. Esta crisis, que demostraba lo endeble del sistema económico griego, es una de las más emblemáticas en la historia del país, casi siempre perseguido por sus acreedores. Muchos autores consideran que Trikoupis «sobrevaloró la capacidad de la economía griega».

Esta célebre bancarrota había sido descubierta un año antes por un delegado francés, que había observado que las cuentas griegas llevaban a la quiebra técnica. Un político ingles del Foreign Office, E.

F. G. Law, afirmó que la crisis se debió «a un exceso de préstamos, un cambio de impuestos que llevó al país a una administración imperfecta que fue incapaz de sostener y también una laxitud en la administración, que se negó a un sistema normal de impuestos, mientras que el balance comercial, las importaciones y exportaciones, iba directamente contra el país»

Grecia decidió suspender pagos y reducir en un notable 70% el interés de la deuda griega, con las inevitables quejas de los países prestamistas. Poco después, la guerra greco-turca de 1897 dejó todavía más maltrecha la economía de la Hélade y posteriormente se obligó al país a una comisión internacional que racionalizara la deuda. La comisión, de nuevo, obligó a recortar el gasto público al «estricto mínimo».

Monedas para todos

Los tiempos clásicos, en los que dominaban las polis, tuvieron también crisis económicas que asolaron muchas de estas ciudades. La implantación de la moneda en el siglo VII a.C. (proveniente de Asia Menor) sirvió para agilizar la economía, pero también, como afirma Fritz Gschnitzer, «se difundió el endeudamiento y la percepción de intereses». Un ejemplo son las medidas de Solon, que buscaban contener la deuda pública (prohibió los grandes fastos funerarios) y pretendió reforzar la moneda. Intentó, también, aligerar la carga de los rentistas, evitando las deudas. Para el historiador económico Carl Hampus-Lyttkens estas medidas impidieron «una posible salida revolucionaria» de los más necesitados.

La era clásica, del siglo V al IV, verá un crecimiento exponencial de las deudas del Estado, consecuencia casi siempre de las guerras contra Persia o las que se sucedieron entre las polis. El crecimiento económico pudo compensar estas deudas, especialmente con la expansión casi capitalista de Atenas y sus aliados, pero ya en época helenística trece ciudades griegas hubieron de requerir fondos del Templo de Delos. Era una práctica habitual, ya en las guerras contra los persas, y Pericles llegó a desplazar el tesoro a Atenas para evitar los abusos de deuda. Entre estas crisis de la época clásica, como afirma Cánovas del Castillo, solo había una gran «cuestión entre los ricos y los pobres» y que concluía en «todas por la tiranía».

La independencia política y la dependencia económica

De todas las revoluciones liberales de 1820 solo una tuvo un final feliz: Grecia. El advenimiento de la Monarquía constitucional fue sostenido por las potencias europeas, que pretendían contrarrestar la puntería del Imperio Otomano. En 1824 prestamistas ingleses consiguieron un crédito de más de 400.000 libras para la causa griega. En 1825 el crédito había alcanzado la respetable cantidad de un millón de libras. Para Lord Palmerstone, Primer Ministro del Reino Unido, este crédito tenía como objeto consolidar el escaso tejido social y burocracia «del país griego». Ahora bien, este préstamo desinteresado escondía cierta idea de negocio en torno a la especulación.

Muy pronto verían los especuladores que Grecia no podía pagar esas deudas: de 1821 a 1862 el país casi vivió en una guerra civil perpetua. No se pagaría hasta 1878. En 1832 sucedió otro crédito, ofrecido por Francia, Rusia y el Reino Unido, que buscaba estabilizar la burocracia del país. Este crédito fue rápidamente dilapidado en el mantenimiento militar. En 1843 dejarían de pagar, de nuevo, expulsando al país de cualquier mercado internacional de capitales. Hubo de depender, entonces, del Banco Nacional de Grecia acabando en el aislamiento económico.

Un país en eterna deuda

El país volvió a quebrar en 1932 como consecuencia del «crack» del año 1929. Grecia decidió ejecutar una moratoria para evitar los pagos, permaneciendo en bancarrota de cara al exterior y sin pagar sus deudas hasta 1964. El líder reformista heleno Eleftherios Venizelos, el político contemporáneo más importante del país, hubo de pronunciar una frase similar a la dicha por su antecesor Trikoupis en mayo de 1932. Se unía a la gran depresión también una serie de deudas impagadas del estado helénico desde inicios de siglo. Los economistas, así, han llegado a calcular que en casi un 50% de la historia contemporánea el país ha estado en bancarrota.

La II Guerra Mundial, en la cual el país quedó arrasado por su feroz resistencia a Hitler, dejó una caída de la población de un 7% y un fenómeno de hiperinflación. Llegó, incluso, a ser comparable a la que tuvo Alemania luego de la I Guerra Mundial, en la República de Weimar. A pesar del crecimiento en esa edad de oro económica que fueron los años 70, el país se estancó en los 80 por una política fiscal expansiva que esclerotizó el Estado. El espejismo de los 90, cuando Grecia llegó a cumplir los requisitos de Maastricht, se disolvió progresivamente luego de descubrirse en 2009 que el gobierno conservador de Nuevo Democracia había falseado las cuentas.

Tantos años de dependencia entre Europa y Grecia, de créditos, hacen ya muy difícil pensar en el país heleno fuera de los flujos económicos del continente y en los próximos días se decidirá su futuro dentro o fuera del Euro. Lo que es seguro es que, aún sin moneda, los poderes europeos seguirán financiando el país. Como afirma Charles Dallara, cabeza del Institute of International Finance. «El coste para Grecia, el coste para Europa y el coste para la economía global pueden ser todavía suficientes para que los políticos europeos y griegos se lo piensen dos veces antes de pensar dejar el país heleno fuera».

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