Manifestación ayer en Atenas para pedir el «no» en el referéndum del domingo
Manifestación ayer en Atenas para pedir el «no» en el referéndum del domingo - afp
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Nadie sabe cuál es la propuesta exacta sometida a referéndum

Ni siquiera Tsipras conocía el último plan de Bruselas cuando rompió la baraja

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«¿Debe aceptarse la propuesta de acuerdo que fue sometida por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE)y el Fondo Monetario Internacional (FMI) en la reunión del Eurogrupo del 25/6/2015 incluyendo las dos partes que constituyen la propuesta unificada? Esto es lo que se ha impreso en la papeleta de voto para el referéndum del próximo domingo. Los electores griegos no tienen más que señalar con un bolígrafo una cruz en la casilla en la que afirman que «sí, debe aceptarse» o «no, no debe aceptarse».

Pero la propuesta de las instituciones es doble: el primer documento se titula «Reformas para la implementación del actual programa y más allá» y el segundo «Análisis preliminar sobre la sostenibilidad de la deuda».

El referéndum propuesto por el populista Tsipras es probablemente el más endiablado de la historia. Para saber exactamente de qué se está hablando hay que referirse al documento que la Comisión publicó el domingo: diez densas páginas de medidas concretas. Por más espíritu de transparencia que haya invocado el ejecutivo comunitario, se trata de un documento muy complejo cuyos ángulos son difíciles de resumir en efectos y resultados concretos. Si alguien se quiere tomar el trabajo de repasar ese denso informe (puede consultarlo en la página web de la Comisión Europea) y es capaz de entenderlo, se dará cuenta de que lleva fecha del día 26 a las 8 de la noche, que es cuando se puso sobre la mesa, mientras que la papeleta redactada por el Gobierno griego se refiere concretamente a la oferta del día anterior.

El presidente Juncker ya había previsto que Tsipras estaba dispuesto a jugar con este tipo de detalles. En estos cinco meses de negociaciones, ni el Gobierno de Syriza ni las instituciones han sido muy fiables a la hora de saber de qué estaban hablando exactamente, ni siquiera cuando se anunciaban «progresos». En el Eurogrupo del día 18, los negociadores de las instituciones acreedoras ya supieron de las sutilezas del gobierno populista griego cuando dieron la bienvenida a una propuesta llegada de Atenas minutos antes de que desde Grecia les comunicasen que se habían equivocado de papel al transmitirlo.

El documento que ha publicado la Comisión se refiere exactamente al de Juncker, que estaba sobre la mesa en el edificio Berlaymont cuando los equipos negociadores se enteraron bruscamente y por twitter en la noche del viernes que Tsipras convocaba un referéndum.

Un sinsentido

Si las cosas fueron así, es muy posible que el primer ministro populista hubiera tomado la decisión sin saber siquiera qué estaba ofreciendo la Comisión y los acreedores. En consecuencia, una vez que estaba claro que no había pacto posible dado que el Gobierno griego anunciaba un referéndum y además con la premisa de que pensaba pedir a los griegos que votasen «no», la negociación no tenía sentido. ¿Tiene sentido pedirles a los electores que se pronuncien concretamente sobre un documento que nadie conoce o que ha dejado de ser relevante para la negociación? Evidentemente, el contenido de la papeleta se ha convertido en un pretexto. Entre otras cosas porque la Constitución griega no permite –con buen criterio– que los Gobiernos hagan consultas sobre asuntos fiscales. Para eso han sido elegidos, para que tomen las decisiones en nombre de los ciudadanos, no para que les obliguen a decidir sobre un informe de diez páginas que ni siquiera Tsipras puede entender cabalmente.

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