Tres anécdotas de la Guerra Fría que explican una época
John F. Kennedy y Nikita Kruschev en Viena en junio de 1961 - enrique meneses

Tres anécdotas de la Guerra Fría que explican una época

Las recientes tensiones entre Rusia y Estados Unidos recuerdan ligeramente al enfrentamiento entre los dos bloques que marcó la segunda mitad del siglo XX

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Las recientes tensiones entre Rusia y Estados Unidos recuerdan ligeramente al enfrentamiento entre los dos bloques que marcó la segunda mitad del siglo XX

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  1. Nikita Kruschev, el comunista espontáneo

    John F. Kennedy y Nikita Kruschev en Viena en junio de 1961
    John F. Kennedy y Nikita Kruschev en Viena en junio de 1961 - enrique meneses

    Nikita Kruschev fue uno de los políticos más curiosos de la Guerra Fría. El mandatario fue Primer Secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) de septiembre de 1953, tras la muerte de Stalin, a octubre de 1964. Durante esos años dejó frases para el recuerdo. El historiador estadounidense John Lewis Gaddis recuerda algunas en su libro sobre el período, «Nueva historia de la Guerra Fría». Como cuando el líder soviético pidió a un americano que señalase en un mapa su lugar de nacimiento. Al indicar Minneapolis, el político le aseguró amablemente que ordenaría que perdonasen la ciudad «cuando los cohetes» volasen.

    También tuvo palabras para Berlín. La ciudad, dividida en dos durante la Guerra Fría, supuso un quebradero de cabeza tanto para el bando occidental como para el comunista, y Kruschev sabía que podía utilizarla para provocar inestabilidad. Gaddis lo cuenta así: «Después [Kruschev] usaría una metáfora anatómica sorprendente: "Berlín son los testículos de Occidente. Siempre que quiero hacer que Occidente grite, aprieto Berlín».

  2. El juicio de Eichmann, recuerdo del horror nazi

    Eichmann durante su juicio en Jerusalén en 1961
    Eichmann durante su juicio en Jerusalén en 1961 - ap

    Huyó a Argentina y llevó una vida plácida hasta que el Mossad, el servicio secreto israelí, lo atrapó en Buenos Aires y lo trasladó a Jerusalén en mayo de 1960. El juicio del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann recordó la profunda herida causada por el nazismo y la «Solución Final». Este término, un eufemismo empleado para referirse al exterminio del pueblo judío, fue utilizado durante la Conferencia de Wannsee de enero de 1942, en la que el detenido participó y en la que se planeó el Holocausto.

    Hannah Arendt, filósofa judía y una de las pioneras en el estudio del totalitarismo, cubrió el juicio de Eichmann en la capital israelí para la revista americana «The New Yorker». De sus crónicas nació una de las obras de referencia para conocer la mentalidad nacionalsocialista, «Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal», publicada en 1963. Allí analizó la psicología del criminal nazi y reveló un curioso dato sobre su biografía: «Al parecer, en Viena, donde tanto éxito alcanzó Eichmann en organizar la "emigración forzosa" de los judíos, tenía una amante judía, que era un "antiguo amor" de Linz». La propia Arendt vivió una situación similar, pero a la inversa. Durante su juventud fue amante de su profesor, el importante filósofo Martin Heidegger, quien más tarde abrazó la ideología del Tercer Reich.

    Como anécdota, el jucio de Eichmann aparece en un episodio de la serie estadounidense «Mad Men», ambientada en el Nueva York de los años 60 y 70. La cobertura del juicio al criminal nazi que realizó la filósofa también dio origen a una película, «Hannah Arendt», dirigida en 2012 por Margarethe von Trotta.

  3. La dimisión de Willy Brandt, el canciller espiado

    Willy Brandt durante una conferencia en mayo de 1969
    Willy Brandt durante una conferencia en mayo de 1969 - abc

    Su vida fue una aventura. Bautizado como Herbert Karl Frahm, Willy Brandt se convirtió en Willy Brandt cuando abandonó la Alemania nazi y huyó a Noruega, donde cambió su nombre. En 1945 regresó a su país y en 1957 se convirtió en alcalde de Berlín occidental. Pero su salto definitivo a la alta política se produjo en octubre de 1969, cuando fue nombrado canciller de la República Federal de Alemania. Un cargo que mantuvo hasta que, en abril de 1974, un escándalo le expulsó del poder: uno de sus asistentes personales y hasta entonces hombre de confianza, Günter Guillaume, era agente de la Stasi, la policía secreta de la comunista República Democrática de Alemania.

    Durante tres años, Guillaume tuvo acceso a información clasificada que hizo llegar a Moscú, pero también a otra de carácter más personal. En concreto, a las aventuras extramatrimoniales de Brandt, desconocidas para los ciudadanos alemanes de la época.

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