Soldados iraquíes en Udhaim, al norte de Irak
Soldados iraquíes en Udhaim, al norte de Irak - reuters

El Ejército iraquí trata de expulsar a los yihadistas del EI de la estratégica Tikrit

Bagdad despliega a 30.000 hombres para recuperar este bastión en manos de los terroristas de Estado Islámico desde el pasado mes de junio

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El Ejército de Irak, respaldado por milicias chiíes, tribus suníes leales a Bagdad y los bombardeos de la alianza liderada por Estados Unidos avanza hacia Tikrit, ciudad situada 160 kilómetros al norte de la capital donde nació el ex presidente Sadam Husein. Ocho meses después de que cayera en manos del grupo yihadista Estado Islámico (EI) y tras numerosos intentos fallidos, Bagdad lanza su ofensiva más ambiciosa con el doble objetivo de «terminar de liberar la provincia para permitir el retorno de los desplazados» y como «trampolín para la liberación de Mosul», segunda ciudad del país y «capital» iraquí del EI, a 350 km al norte de Bagdad, adelantó a la agencia AFP el general Abdel Wahab Saadi, comandante de la provincia de Saladino.

En declaraciones posteriores a la cadena estatal Al Iraqiya, Saadi confirmó que «de momento no hemos logrado entrar en Tikrit, necesitaremos tiempo y ayuda de Dios para echar a los terroristas». El avance de los más de 20.000 hombres se produce por tres frentes diferentes y el primer éxito del que informó Al Iraqiya fue la toma de la ciudad de Al Dour, el lugar donde se escondió Sadam en su huida de los estadounidenses, que está a las puertas de Tikrit.

En las primeras 24 horas de ataque las fuerzas leales a Bagdad han encontrado resistencia por parte del EI, que cuenta con el apoyo de buena parte de la población local, mayoritariamente suní, que teme la llegada de las milicias chiíes. El primer ministro, Haider al-Abadi, pidió a los civiles que apoyan a los yihadistas que «entreguen las armas» o «tendrán el castigo que merecen por respaldar al terrorismo». Según fuentes médicas citadas por los medios iraquíes al menos cinco soldados y once milicianos perdieron la vida en los primeros combates a causa de emboscadas y la explosión de artefactos caseros improvisados al paso de sus vehículos. En los últimos meses las organizaciones de derechos humanos han denunciado en repetidas ocasiones los crímenes cometidos por los milicianos chiíes cuando recuperan el control de zonas donde ha tenido presencia el EI.

Suleimani, presente

Con los kurdos avanzando desde el norte, las fuerzas leales a Bagdad desde el sur y la alianza intensificando sus operaciones desde mar y aire, el autoproclamado califato atraviesa sus momentos más complicados desde su instauración en junio. Los hombres de Abu Baker Al Bagdadi sorprendieron al mundo con la toma de Tikrit y Mosul en apenas 48 horas, el descalabro mayúsculo del Ejército iraquí abrió las puertas a los yihadistas, que en un primer momento amenazaron con avanzar hacia Bagdad. Ante la inoperancia de militares y políticos llegó la reacción de la jerarquía religiosa chií, el auténtico poder en Irak desde la caída del antiguo régimen. El Gran Ayatolá Alí al Sistani, clérigo más importante de esta secta del Islam que sigue aproximadamente el sesenta por ciento de la población, emitió una fatua (edicto religioso) llamando a las armas contra el EI. Las palabras de este clérigo de 83 años son órdenes directas para sus seguidores y los camiones con voluntarios no tardaron en empezar a llegar desde el sur primero a Bagdad y después a Samarra.

Esta fatua abrió las puertas también a las milicias, que tras permanecer unos años en la sombra asumen desde el verano el auténtico peso de la batalla. Nada más conocerse la noticia del inicio de la ofensiva para retomar Tikrit no tardó en salir en los medios el nombre del general de la Guardia Revolucionaria iraní Qassem Suleimani, que ha dejado de ser el «comandante en la sombra», sobrenombre más usado en la prensa occidental, del régimen para convertirse en el mejor argumento de la república islámica en su lucha contra el Estado Islámico (EI). Suleimani es el auténtico arquitecto del sistema de milicias que durante la guerra sectaria fue el contrapeso a Al Qaeda y ahora llena el vacío dejado por las fuerzas regulares. La agencia semioficial iraní Fars informó de que llegó a la provincia de Saladino 48 horas antes del inicio de la operación y de que se encontraba en primera línea. Fars también aseguró que las fuerzas leales a Bagdad emplearon aviones no tripulados, pero no especificó si los aparatos eran iraníes o no. Un mando iraquí consultado por la cadena BBC confirmó también la presencia del general iraní.

La primera vez que se vio a Suleimani en el campo de batalla fue a finales de agosto en Amerli, localidad de población turcomana chií que estaba rodeada por los yihadistas y cuyo cerco acabó en 48 horas de combates. Desde entonces no ha faltado en ninguna de las operaciones importantes. Mientras que Occidente y los países árabes forman un coalición para bombardear al EI desde el aire y el mar, pero con la línea roja de «no poner tropas sobre el terreno», como repite en cada intervención el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, Teherán envía a su hombre más carismático a la primera línea.

Ver los comentarios