El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe
El presidente de Zimbabue, Robert Mugabe - afp

Los pantagruélicos cumpleaños de Mugabe

Los invitados a la celebración de los 91 años del presidente zimbabuense podrán degustar, entre otros, carne de león y elefante

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En 2012 celebró su aniversario «rebosante de energía» y entre certámenes de belleza. En 2013, recordando que su permanencia al frente del país africano era un «deber divino». Y el pasado año, con el anuncio de que no tiene ninguna «necesidad de jubilarse». En los últimos tiempos, el cumpleaños del presidente Zimbabue, Robert Mugabe, se ha convertido en uno de los acontecimientos festivos por excelencia al sur del continente. Sobre todo, ante unos pantagruélicos expendios que suelen superar el medio millón de dólares.

Este año, para la festividad de sus 91 primaveras (o amargos otoños, según el interesado) que se cumple mañana, aunque la fiesta no se realizará hasta finales de mes, el mandatario vuelve a tirar de chequera. La carta no defrauda: Según asegura un terrateniente local, Tendai Muasa, citado por el diario Chronicle, los 20.000 invitados podrán degustar dos búfalos, dos elefantes o un león, entre otros; en un menú cárnico de coste aproximado de 120.000 dólares.

Todo ello, en un país donde cerca del 70% de su población vive por debajo del umbral de la pobreza (aunque el ágape ha sido calificado de donación particular).

Mugabe ya había recibido hace días, eso sí, su regalo anticipado. A finales de enero, el mandatario era elegido nuevo presidente de la Unión Africana en sustitución del mauritano Mohamed Ould Abdel Aziz.

Represión y sin tierras

En el poder desde 1980, Mugabe ha gobernado con mano de hierro Zimbabue bajo el disfraz de héroe de la independencia colonial y líder panafricano. Sus claras agresiones contra los derechos humanos, como el «Gukurahundi», la campaña de terror que en los años 80 aniquiló entre 20.000 y 30.000 miembros opositores, así lo demuestran.

Y sus «éxitos» continúan. Para muestra, su política para generar apátridas. En 2002, el mandatario anunciaba una reforma agraria acelerada con el objetivo de provocar la adquisición forzosa de las explotaciones de la minoría blanca. De forma paralela, introdujo una enmienda a la Ley de Ciudadanía, por lo que las personas con doble nacionalidad (caso de los antiguos colonizadores) perdían automáticamente sus derechos naturales. La medida, eso sí, no solo afectó a los granjeros blancos (cerca de 300.000).

En aquel momento, la mayor parte de los trabajadores agrícolas eran inmigrantes de segunda o tercera generación cuyos ancestros se habían trasladado a Zimbabue (o a la antigua Rhodesia antes de la independencia en 1980) procedentes de Malawi, Zambia o Mozambique. Y pese a sus más de dos décadas en el territorio, todos ellos perdieron su puesto de trabajo y viviendas.

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