Manuel Valls y François Hollande
Manuel Valls y François Hollande - reuters

La guerra fría de Hollande y Valls agrava las divisiones en el PS francés

El presidente lanzó ayer su enésima operación «reconquista» con un show de telerrealidad

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Una sorda guerra fría ha estallado entre el presidente francés, François Hollande, y su primer ministro, Manuel Valls. Un enfrentamiento cada vez más difícil de ocultar entre las dos principales figuras del poder galo y que abre nuevas grietas entre las familias socialistas, profundamente divididas.

El propio diario «Le Monde» anuncia el enfrentamiento con el titular «La guerra púdica entre Hollande y Valls». Tras hacerse eco de los desmentidos retóricos de todos los portavoces oficiales y oficiosos, «Le Monde» comenta: «La escenificación de una cierta cooperación no puede ocultar un irresistible movimiento de fondo: el inevitable enfrentamiento de dos personalidades, dos estilos, dos métodos». Por su parte, el diputado socialista y ex secretario de Estado Christian Paul resume así el origen de la crisis: «Manuel Valls tiene dos personalidades antagónicas, como el legendario Doctor Jeckyll de la novela de Stevenson.

Hay un Doctor Manuel y un Mister Valls. De un lado, un Valls leal y fiel. Del otro, un Valls que piensa en el Elíseo todos los días».

Manuel Valls no es el único líder socialista que «piensa» en el Elíseo «todos los días». El presidente Hollande también sueña con una hipotética reelección en 2017. Arnaud Montebourg, ex ministro de Economía, ha anunciado su aspiración a la candidatura socialista para la próxima elección presidencial, en unas elecciones primaria que pudieran tener otros candidatos, como Martine Aubry, ex ministra del Trabajo y, por supuesto, Valls y el propio Hollande.

Caído en el abismo de la peor cota de popularidad de un presidente de la V República, Hollande sueña con volver a ser un candidato de «síntesis» entre las distintas y enfrentadas familias socialistas. Así se lo hizo saber a Valls en público cuando declaró, dirigiéndose a su primer ministro, gran admirador de Georges Clemanceau, el legendario político radical: «Clemenceau no consiguió ser presidente de la República. Pero es posible triunfar en la vida, sin llegar a ser jefe del Estado. Nuestra República necesita hombres de síntesis. Es algo muy importante».

Coqueteos liberales

En una veintena de palabras, dos advertencias graves: Hollande sabe que Valls es odiado por la izquierda del Partido Socialista (PS). El presidente advierte al primer ministro de que sus coqueteos con el «centro» y el «liberalismo» están muy alejados de la «síntesis» que Hollande cree poder conseguir con unas familias socialistas divididas por la política económica. Así las cosas, «Le Monde» define la «guerra púdica» entre Valls y Hollande como una «joint-venture» empresarial: dos animales políticos capaces de evaluar los costos y beneficios de una «asociación temporal».

¿Cuándo podría transformarse esa guerra fría en guerra abierta? A ninguno de los rivales le interesa precipitar la ruptura con una crisis prematura. A ambos les conviene seguir jugando la complicada partida de ajedrez. Y además, Valls no desea hundirse con Hollande, que espera recuperarse a la espalda de su primer ministro.

Así las cosas, el presidente lanzó ayer su enésima operación «reconquista» con un show de telerrealidad, en el que transformó la crisis política nacional en un espectáculo audiovisual que podría hundir aun más su credibilidad.

Para salir al paso de un rosario de crisis políticas, económicas y sociales, Hollande participó en una entrevista y «encuentro social» televisado de gran aparato, consagrada a intentar explicar el «sentido» de su política, avanzando un rosario de nebulosas explicaciones con el fin de intentar recuperar a una opinión pública muy escéptica. Interrogado durante media hora por tres periodistas, y tras un diálogo de una hora mantenido con franceses de diversa procedencia, Hollande intentó responder, mal que bien, a las cuestiones más peregrinas sobre su vida privada, sus promesas incumplidas y el fracaso de todas sus previsiones económicas.

La emisión concebida por TF1 (primera cadena privada de tv) y RTL (primera cadena de radio privada) ofrecía a Hollande la oportunidad de remontar ante ese 97 % de franceses que creen que el presidente «ha fracasado en todo lo esencial». Sin embargo, pese a su intento de aproximarse al hombre de la calle, no respondió a ninguna pregunta esencial, ni hizo ningún anuncio llamativo, solo se convirtió en protagonista solitario de un espectáculo de telerrealidad, que nada aporta a la solución de la crisis.

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