La vida secreta (e inédita) de Unamuno en París que casi termina con su asesinato

Colette y Jean-Claude Rabaté cuentan a ABC un episodio inédito de la biografía de Unamuno que le sitúa en medio de anarquistas, contrabandistas y espías de la Francia de entreguerras

José María Nieto.
César Cervera

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Cualquier biografía, incluso la de una persona fallecida hace más de ochenta años, que se coloca la etiqueta de ‘definitiva’ está gastando papel en vano. Bien saben Colette y Jean-Claude Rabaté, eruditos de la vida y obra de Unamuno, que siempre quedan páginas por escribir sobre los grandes personajes, en especial cuando, como el intelectual vasco, llevaban una intensa «vida secreta» .

Con motivo de una exposición de la Universidad de Salamanca que ellos han comisionado, Colette y Jean-Claude Rabaté cuentan a ABC un episodio inédito de la biografía de Unamuno que le sitúa en medio de anarquistas, contrabandistas y espías de la Francia de entreguerras. «Unamuno tenía una doble vida y tenía que mentir en su correspondencia a veces por omisión, porque era consciente de que cada una de sus cartas era luego abierta por el régimen de Primo de Rivera. En París fue sometido a una gran presión», relata Jean-Claude Rabaté, que junto a su esposa Colette ha volcado años de trabajo e investigación en la exposición ‘Miguel de Unamuno y la política. De la pluma a la palabra’ , que se inauguró el pasado jueves en la ciudad castellana.

Unamuno consideraba que la dictadura de Primo de Rivera era «obra de adultos señoritos, sin meollo en la sesera, obsesionados con la masculinidad física», y que él tenía «el deber del profeta», es decir, de denunciador impertinente. Al Rey Alfonso XIII lo llamaba «habsbúrgico», para reseñar su condición reaccionaria y al dictador, «ganso real». Sus constantes críticas terminaron en febrero de 1924 con su destierro a la isla de Fuerteventura, donde posó atado con cuerdas como un vulgar bandido. El destierro del pensador se le volvió en contra al dictador cuando, a pesar de que se le amnistió, se fugó en un velero camino de París para iniciar una campaña contra la dictadura coronada.

El maestro llega a París

Detrás de su rocambolesca evasión estuvo un diario francés de izquierdas y el político Jean Hennessy , cuya familia era propietaria del negocio de coñac de mismo nombre, que puso el dinero para llevar al maestro a París. «En Francia, Unamuno era considerado el gran intelectual europeo y fue acogido de manera triunfal», explica Rabaté. Durante la Primera Guerra Mundial , el que fuera rector de la Universidad de Salamanca se había mostrado a favor de las potencias aliadas y publicado en España, Francia e Italia una multitud de artículos que le habían dado dimensión internacional. A pesar de la mala opinión que tenía de las letras galas y de «la frivolidad» de París, el vasco entabló correspondencia y amistad con Romain Rolland , premio Nobel de Literatura, y con otros autores galos.

Una fotografía de Unamuno en la tertulia del Café de la Rotonde de París, en 1924.

Pero no solo los literatos aplaudieron su llegada a París, también los políticos franceses celebraron que el entonces presidente de la Liga Española de los Derechos del Hombre viviera en sus calles. Esta organización en favor de la democracia tenía sus propias versiones en Francia e Italia con las que Unamuno colaboró en distintos actos políticos. Ellos sufragaron su pequeña habitación de hotel cerca de L'Etoile y por sus vínculos acabó ganándose la ira de Mussolini .

«Unamuno se pronunció a favor de un joven anarquista que asesinó al mejor amigo de Mussolini y asistió a varios mítines contra el régimen. La prensa fascista le tachó de masón comunista, defensor de asesinos, al tiempo que se le cerraban las puertas de Italia», afirma Rabaté sobre una enemistad que fue de mal en peor. En el verano de 1925, Unamuno participó en un acto de solidaridad con el socialista italiano Giacomo Matteotti , asesinado un año antes, y justo una semana después desapareció totalmente de París. No se despidió de nadie, justificando su marcha con la enigmática frase «me voy hasta que se aclare todo».

«Solo sabemos que estaba amenazado por su compromiso antifascista tanto desde la España de Primo de Rivera como, sobre todo, la Italia de Mussolini, irritado por los últimos mítines»

El matrimonio Rabaté ha dado con un artículo de prensa que escribió en el año 1930 el comisario de París donde relaciona directamente la huida de Unamuno con la llegada a la ciudad de un «anarquista», es decir, un pistolero, un asesino, procedente de Barcelona . Avisado de que su vida estaba en peligro, el escritor español habría decidido aceptar la invitación para trasladarse a Hendaya junto a un antiguo alumno.

«No podemos demostrar lo que ocurrió ni quién estaba detrás. No somos Manuel Menchón [el director del documental ‘Palabras para un fin del mundo’ que insinuó el año pasado que Unamuno fue asesinado por el falangista Bartolomé Aragón ]. Solo sabemos que estaba amenazado por su compromiso antifascista tanto desde la España de Primo de Rivera como, sobre todo, la Italia de Mussolini, irritado por los últimos mítines», sostiene Jean-Claude Rabaté, cuya esposa ultima la realización de un catálogo sobre la nueva exposición en Salamanca.

De París a Hendaya con los espías a cuestas

Para el matrimonio francés, Mussolini es el principal sospechoso de urdir un plan para matar a Unamuno, pero no es el único candidato, ni siquiera el más evidente. «En París estaba como embajador José Quiñones de León, muy amigo del peor enemigo de Unamuno, el general Severiano Martínez Anido , que no le perdía ojo y vigilaba su correspondencia. El escritor se colocó sin esperarlo en el centro de una novela policiaca», aseguran. Según el mismo comisario de París, enfrente del hotel de Unamuno se encontraba una frutería en cuya trastienda se reunían «los conspiradores» españoles que querían derribar la Monarquía, lo que Primo de Rivera llamaba el Comité Revolucionario de París. El vasco coincidió en estas reuniones secretas con Blasco Ibañez, Santiago Alba y otros ilustres republicanos.

Fotografía de archivo de Jean Claude y Colette Rabaté, con su biografía sobre Unamuno. Isabel B Permuy

Fuera de la capital gala dio esquinazo a los asesinos, pero no a los espías. «En Hendaya vivía a doscientos metros de la estación de ferrocarril, en un lugar estratégico. Recibía a una multitud de invitados y se enteraba de todo, al tiempo que los espías querían saberlo todo de él», narra el experto en la obra de Unamuno. A la ciudad fronteriza con España llegó invitado por Ramón Viguri , un industrial vasco exiliado que se dedicaba, entre otras cosas, al contrabando del producto más demandado y prohibido de aquella época: ‘Hojas Libres’ , el periódico de Eduardo Ortega y Gasset , muy crítico con la Monarquía.

El régimen de Primo de Rivera movió cielo y tierra para lograr que el gobierno francés expulsará del país al escritor debido a sus peligrosas amistades y para que secuestrara la publicación ‘Hojas Libres’. Aunque lo logró en el caso de Viguri y de Ortega y Gasset, no hubo manera de mover de Hendaya a Unamuno, a pesar de las buenas relaciones de España y Francia, unidos en ese momento por el Desembarco de Alhucemas . El vasco escribió directamente al presidente de la República francesa diciéndole que él era «un anciano inofensivo» y que, como vasco, no pensaba marcharse del País Vasco francés. Allí se quedó hasta que en 1930 cayó Primo de Rivera y volvió a Salamanca.

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