La sordera de Teresa de Cartagena que alumbró al feminismo en el siglo XV

En la Edad Medieval las enfermedades y las minusvalías se relacionaban con la posesión diabólica

Teresa de Cartagena ABC
Eugenia Miras

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«La Arboleda de los Enfermos» , escrita por la monja Teresa de Cartagena , se convirtió quizás en la obra más polémica del siglo XV . Y aunque su contenido fue recibido con gran admiración entre sus contemporáneos intelectuales, la autoría del libro sería cuestionada hasta la gravedad de acusar de plagio a la religiosa.

En aquella época tanto las minusvalías como las enfermedades se consideraban manifestaciones demoniacas , y Teresa de Cartagena se había quedado completamente sorda. De esta manera, el reducido círculo que tenía acceso al conocimiento negaba que la devota hubiera tenido una revelación para escribir aquella joya contemplativa.

Pero precisamente aquella sordera sería lo que le permitiría a Teresa escribir semejante obra. Sus palabras por primera vez acompañarían a los dolientes en ese sufrimiento. La tristeza de aquella soledad provocada por el aislamiento -una de las consecuencias de esta discapacidad- le dio la inspiración y el coraje para escribir como la voluntad de Dios se expresaba a través de ella en la empatía y el consuelo que abrigaban sus palabras y así trascender en otro plano.

Teresa pertenecía a la tercera generación de conversos. A este nuevo grupo de bautizados se les conocían «los marranos» y fueron objeto del odio desde el siglo XIII

Entonces si una minusvalía era un rasgo diabólico ¿cómo era posible que las bondades del cielo corriesen por la pluma de aquella sorda, y qué además ya había nacido maldita por el hecho de ser mujer ? Y por si fueran pocas cruces con las que cargar, la víctima de todos aquellos estigmas sociales tenía sangre judía .

El desentimiento entre los distintos credos no solo no permitió una simbiosis cultural, si no que también motivó a la persecución de las minorías. Teresa pertenecía a la tercera generación de conversos . A este nuevo grupo de bautizados se les conocían «los marranos» y fueron objeto del odio desde el siglo XIII.

A lo largo de la Historia sus correligionarios antepasados fueron víctimas de la intolerancia religiosa en numerosos progromos que tuvieron lugar en la Península así como en el mundo entero. Pero para cuando aquella segregación parecía difuminarse -después de permitirse la «coexistencia» tras verse diezmada la población a causa de las pestes - judíos y conversos fueron expulsados por los Reyes Católicos en 1492.

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La sorda que consoló a la desgracia

Teresa pertenecía a la familia García Santa María, y como era común en los judeoconversos adoptaron el antropónimo de Cartagena . Su abuelo Selomo-Ha Leví se había abrazado al catolicismo para hacer carrera eclesiástica. De esta manera el sabio permitió la continuidad familiar al menos tres generaciones más, cuando Teresa llega al mundo para brindar consuelo a los olvidados con «La Arboleda de los Enfermos» y posteriormente con una de las grandes obras feministas del siglo XV: «Admiración de las obras de Dios» . Esta última la escribió en defensa de las capacidades de las de su género tras haber sido acusada de plagio.

Tras haber sido acusada de plagio Teresa Cartagena escribió «Admiración de las obras de Dios» en defensa de las capacidades de las de su género.

«La Arboleda de los Enfermos» era una obra de tal calidad literaria que los hombres de su tiempo no creyeron que hubiera sido una mujer, y además discapacitada (las tareas físicas se consideraban signos demoníacos), la que la hubiera escrito. Ante las dudas hechas públicas, Teresa lejos de amedrentarse decidió escribir un alegato en defensa de la capacidad intelectual de las mujeres », escribió la periodista y divulgadora histórica Sandra Ferrer Valero en su libro «Mujeres silenciadas en la Edad Media».

Antes de tomar los hábitos Teresa estuvo casada con el señor de Hormaza con el que no tuvo hijos, pero al poco tiempo ingresó en el convento de Santa Clara de Burgos a la edad de 25 años .

La clarisa ya contaba con una extensa educación -los patriarcas de Cartagena abogaron siempre por la formación intelectual de sus hijas-, con la que había tomado contacto en Salamanca en una realidad que nada más estaba para el hombre.

Teresa, ya protegida de la intolerancia religiosa, se convirtió en una víctima del destino en el momento en que la desgracia alcanzó su salud. La sordera había destrozado su mundo ordinario, y como consecuencia empezó a aislarse todavía más de lo que la desconectaba de su entorno la terrible minusvalía.

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Desconectada de las relaciones humanas, empezó a escuchar dentro de ella otra voz que hablaba a través de su corazón. Eran la soledad y la melancolía lo que la llevaban a figurar a Dios en aquella aceptación . Por esta razón y sin ninguna otra inspiración más que la de su tristeza comenzó a escribir. La falta de esperanza por volver a escuchar le permitió escribir su obra contemplativa «La Arboleda de los Enfermos» , y el sacrificio de un solo ser humano -en este caso el de Teresa- permitió que otras almas encontraran el consuelo que aliviaban en cierta medida sus desgracias.

Los primeros troncos del fuego feminista

Como dictaba la época la mujer era menos que un animal -irracional y malévola- por lo que le negarían la autoría . Una vez más víctima de la vida y desolada por el pensamiento dominante encontró un nuevo horizonte, ese que le permitiría salvarse a sí misma y dejar los primeros troncos para el fuego feminista .

La falta de esperanza por volver a escuchar le permitió escribir su obra contemplativa «La Arboleda de los Enfermos» que consolaría a otras almas

« «Admiración de las obras de Dios» se convirtió en el primer texto escrito por una mujer en la Península ibérica a favor de los derechos de las mujeres . Teresa utiliza el mismo argumento que Hildegarda de Bingen cuando nos dice que sus palabras escritas le son inspiradas por Dios, una mujer, ser inferior, tal y como ella misma asumía: «Con la gracia divina administrando mi flaco entendimiento femenino, escribió mi mano»» relata Ferrer en su libro.

Como religiosa conocía mejor que nadie que tanto los hombres como las mujeres habían sido creados a imagen y semejanza de Dios , y por ello la absurda idea masculina de marginar a las de su sexo en un estado perpetuo de ignorancia era la peor de las aberraciones en la Historia humana . De esta manera, la beata se entregaría hasta el fin de sus días a la honorable causa. Desgraciadamente ella y otras madres del feminismo no vivieron para ser testigo de cómo hoy sus herederas se defienden casi sin miedo de la todavía existente injusticia patriarcal.

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