Segunda Guerra Mundial

El desconocido origen nazi y antijudío de la abeja Maya

El escritor Waldemar Bonsels, creador en 1912 del cuento en el que se basó la futura serie de televisión, publicó varias obras en las que dejó claro su antisemitismo durante los años treinta. Tras la Segunda Guerra Mundial, sus obras fueron prohibidas durante varios años

Fotomontaje de la abeja Maya y Adolf Hitler
Manuel P. Villatoro

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La colaboración de algunas empresas hoy millonarias con el nazismo es un hecho. Quizá el caso más popular sea el del sastre Hugo Boss , quien recibió cuantiosas sumas de dinero a cambio de coser los uniformes de las tropas de Adolf Hitler . Sin embargo, desde el mismo momento en el que el «Cabo bohemio» se convirtió en « Führer », hubo otros tantos artistas y hombres de negocios a la postre famosos que mostraron su afinidad con el partido nacionalsocialista y cuya cercanía con el Tercer Reich permanece, a día de hoy, olvidada.

Entre estos personajes destacó Waldemar Bonsels , un escritor alemán que se hizo popular a partir de 1912 por dar vida a uno de los personajes más conocidos de la historia de la literatura y, después, también de la televisión: la abeja Maya . Y es que, aunque esta pequeña heroína infantil fue ideada antes de la Primera Guerra Mundial , causó furor en los soldados germanos del Tercer Reich . El autor también ayudó con su ideología a promover la obra, pues llegó a escribir varios artículos a partir de 1933 en los que cargaba duramente contra los judíos.

Waldemar Bonsels

Así lo confirma al diario ABC Pere Cardona , divulgador histórico, autor de varios libros sobre el conflicto y creador de la popular página web « Historias Segunda Guerra Mundial »: «El origen de estos dibujos animados debemos buscarlo en el libro “ La abeja Maya ” del escritor alemán Waldemar Bonsels , un gran seguidor de la doctrina de Adolf Hitler que se había dedicado a escribir literatura mística y romántica hasta saltar a la fama por este cuento infantil». En sus palabras, aunque la obra fue elaborada más de dos décadas antes del comienzo de las hostilidades contra Polonia, los seguidores de Hitler vieron en ella una serie de características que les hicieron adorarla.

«Casualidad o no, los nazis creían que en la obra se daba una visión global de la sociedad alemana como un pueblo productivo y ordenado. La colmena se regía por un régimen totalitario, mientras que los oponentes tenían siempre la imagen de parásitos improductivos. El ejemplo más claro eran las avispas, rechazadas bajo el tono militarista de la reina de la colmena», completa el autor de « Historias Segunda Guerra Mundial » a este diario. Tal y como señala, estas características provocaron que el libro no fuese prohibido y que se convirtiera en uno de los más leídos por los combatientes alemanes.

Amigo de los judíos

El que sería uno de los autores más leídos de Alemania durante unos veinte años (desde finales de 1910 hasta 1940) vino al mundo en Holstein el 21 de febrero de 1880. Así lo confirma la « Fundación Waldemar Bonsels » en el dossier « Kurzbiografie von Waldemar Bonsels ». El organismo afirma a su vez que el autor se definió a la postre como un aventurero. Y no le faltaba razón, pues abandonó la escuela cuando apenas tenía 17 años y comenzó un periplo laboral que le llevó por varios países. «Antes había aprendido el oficio de comerciante en una fábrica de tejidos», señala el documento.

Con todo, al final decidió dedicarse en cuerpo y alma a aquello que de verdad adoraba: los libros. Por ello, de vuelta en Alemania en 1904 fundo la pequeña editorial « E.W. Bonsels and Co. ». Así lo confirma su biógrafo, Bernhard Viel , en declaraciones al diario germano « NDR », donde también incide en que Bonsels no fue, ni mucho menos, un genio de la literatura. «No tuvo una mente creativa. Más bien era un escritor de segunda fila», explica. Sin embargo, el teutón pronto descubrió que su verdadero talento era el marketing y que, si lograba tener acceso a los círculos de poder, podría vender cualquier libro que tuviera en sus manos.

Sabedor de que estar cerca del poder le granjearía sin duda una infinidad de ventas, Bonsels empezó a pasearse con un traje elegante y un puro por todos los cafés de Múnich frecuentados por los grandes políticos y artistas de la época. Y no le fue mal, pues gracias a ello logró entablar amistad con dramaturgos como Benjamin Franklin Wedekind (cuya obra más importante inspiró la ópera «Lulú») o el también escritor Heinrich Mann , quien se convirtió en su mentor. Lo más llamativo es que este último autor tuvo que exiliarse de Alemania en 1933 por sus continuos ataques al régimen nazi. El futuro creador de la abeja Maya también entabló amistad con varios judíos.

La abeja que fue militar

En sus comienzos, y en palabras de Cardona, Bonsels se dedicó a escribir libros de temática romántica y mística. Su éxito fue moderado. Quizá, por culpa de su mediocridad como autor. Sin embargo, todo cambió cuando, allá por 1911, decidió mudarse con su esposa y sus tres hijos a una casa de campo en la región de Schleissheim. Allí tuvo una gran revelación cuando escuchó zumbar a unas abejas en el jardín. Tal y como explica Viel en la mencionada entrevista, ese fue el pistoletazo de salida para crear el futuro «best seller» y libro de referencia « Die Biene Maja und ihre Abenteuer » (« La abeja Maja y sus aventuras »). Un año después presentó la obra en sociedad.

El cuento comienza con la historia de una abeja que se siente diferente al resto y que no duda en escapar de la colmena para vivir sus propias peripecias. Todo marcha bien hasta que conoce a las temibles y belicosas avispas, momento en el que decide regresar de nuevo junto a sus compañeras para organizar la defensa de la colmena y evitar su destrucción. Según explica el profesor Sven Hanuschek (del « Institut für Deutsche Philologie ») en su artículo « Ein abbes Bein kann nicht krabbeln », aunque el cuento parece a primera vista inocente, atesora continuas referencias al imperio alemán y a la necesidad de no romper nunca el orden establecido.

«Casualidad o no, los nazis creían que en la obra se daba una visión global de la sociedad alemana como un pueblo productivo y ordenado»

En sus palabras, aunque la pequeña abeja Maya se alza en principio contra el autoritarismo de sus compañeras, al final acepta el imperio tras un viaje de anarquía y se reintegra en él. Así lo deja claro Bonsels en la obra: «La abejita fue superada por una gran ira contra los enemigos y, al mismo tiempo, una bendita voluntad de sacrificio y amor entusiasta». A su vez, Hanuschek afirma que hay un discurso nacionalista tras el cuento que se puede apreciar en pequeños detalles como que las avispas son consideradas « ladronas » y las obreras como « chusma » prescindible.

Siempre según su análisis, el tono belicista se puede observar además durante la batalla por la colmena. Y es que, en ese momento la abeja Reina envía un mensaje a las avispas que bebe del discurso que el emperador Guillermo II de Alemania dio en julio del año 1900 a las tropas que partían para enfrentarse al levantamiento bóxer en China. Así, mientras que la monarca afirma que «no hay prisioneros», que «todos los que han invadido la colmena están muertos» y que si quieren luchar tendrán que acabar con hasta la última de ellas, el líder ordenó a sus hombres que no hicieran prisioneros y que no otorgaran ningún indulto a aquellos que se rindieran.

Adolf Hitler

«Si llegáis a estar frente al enemigo, este deberá ser exterminado; no se le otorgará perdón, no se harán prisioneros. Quien caiga en vuestras manos, que esté en vuestras manos. Como hace mil años los hunos, bajo el mando de su rey Atila, se hicieron de un nombre que todavía hoy resulta poderoso, así también que el nombre de Alemania sea conocido en China de forma que nunca más un nativo de ese país vuelva a atreverse a mirar siquiera de reojo a un alemán», ordenó en su momento Guillermo II.

Sus palabras no son elucubraciones. De hecho, así lo demuestra el que esta curiosa aventura fuera leída con entusiasmo por miles y miles de soldados alemanes en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. El libro, de hecho, fue un éxito de ventas, tal y como desvelan Rolf Giesen, y J.P. Storm en su obra « Animation Under the Swastika: A History of Trickfilm in Nazi Germany, 1933-1945 ». Viel, por su parte, cree que el texto logró elevar la moral de los combatientes germanos. «Dada la terrible violencia de las trincheras, los soldados encontraron consuelo en la abeja Maya. Hallaron la ilusión de que el mundo era perfecto», completa en el mencionado artículo.

Un nazi convencido

La popularidad de la abeja Maya convirtió al mediocre Bonsels en un autor súper ventas y le hizo ganar tanto dinero como para comprar una casa en el lago Starnberg y otra en la isla italiana de Capri . A partir de entonces se dedicó a escribir novelas sobre crímenes, historias de viajes, relatos eróticos y obras filosóficas. A su vez, recuperó su amor por visitar el extranjero y pasó por Brasil, Egipto, Estados Unidos y Turquía. Para entonces, y según Viel, todavía mantenía contacto con multitud de autores judíos como Lion Feuchtwanger, un rentable escritor que le hacía ganar mucho dinero.

Cuando, allá por 1933, Adolf Hitler se convirtió en «Führer», Bonsels se encontraba en Capri. De forma casi instantánea decidió empezar a escribir una serie de artículos en los que ensalzó la ideología nazi y cargó de forma frontal contra los judíos. Y lo hizo, según el filósofo, «sin ninguna presión externa». En ellos criticaba la llegada de la «sangre nacida en el extranjero» hasta Alemania y explicaba que «las quemas de libros son horribles, pero útiles». Por si fuera poco, afirmaba que el « Cabo bohemio » había adquirido el poder con «objetividad» y «buena medida» y que los semitas eran un peligro para la joven nación germana (un «veneno»).

Bonsels se quedó en Capri dos años más y, a continuación, viajó a Estados Unidos. Todo ello, a pesar de que sus obras (entre otras, la de la abeja Maya) volvieron a reeditarse y se convirtieron en un éxito de ventas por la asociación inevitable con el Tercer Reich. «Estas contribuciones periodísticas, sin embargo, no evitaron que Amt Rosenberg [el ministro de cultura] incluyera en su lista negra algunos de los libros de Bonsels, probablemente debido a los detalles sexuales por considerarlos decadentes», completa Hanuschek .

En 1942, el autor utilizó todos estos textos para el prólogo de su nueva obra, « Dositos ». Un libro muy controvertido del que, debido a las dificultades de la época, apenas pudieron publicarse un centenar de ejemplares. Bonsels volvió, una vez más, a dejar patente su amistad con el régimen nazi al enviar algunos de ellos firmados a los jerarcas del Tercer Reich y al mismísimo Adolf Hitler (este último, con una dedicatoria). No podía hacer menos ya que, según el filólogo alemán Wilhelm Haefs , pertenecía al 5% de los «trabajadores culturales» con más ingresos de Alemania. Su fortuna, de hecho, llegó a ser más alta que la de algunos ministros germanos.

Waldemar Bonsels

«Nunca expresó abiertamente su idología racial , pero siempre trató de justificar su odio a los judíos desde el punto de vista cultural», explica Viel. Con todo, el experto también afirma que intentó legitimar la política opresiva nazi y el exterminio posterior tildando estas prácticas de «autodefensa cultural». Tan popular se hizo entre los germanos que el Ministro de Propaganda Joseph Goebbels le envió una felicitación personal en su cumpleaños. Poco después se convirtió también en miembro del «Reichsschrifttumskammer», una de las organizaciones culturales fundadas por el Reich.

Tras la Segunda Guerra Mundial , sin embargo, todo cambió en su vida. Después de la caída de Adolf Hitler intentó presentarse a los aliados como una víctima del nacionalsocialismo. En este caso, sin embargo, su plan no funcionó. Durante varios años sus obras estuvieron prohibidas y, en 1948, « Dositos » fue reeditado sin el prólogo, aunque su tono supremacista no fue modificado. Antes de fallecer, el autor se defendió afirmando que su antisemitismo era más elevado y cultural que el del NSDAP , pero su destino ya había sido sellado. Al final, murió siendo considerado un oportunista en 1952.

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