Las procesiones, aquellos «espectáculos sangrientos»

No se sabe exactamente cuándo comenzaron, pero sí que se realizaban a escondidas por la represión contra los cristianos, sin imágenes y con un estilo militar, al que añadieron exhibiciones de sangre muy criticadas

Óleo pintado por Goya entre 1812 y 1819, en el que retrata a una procesión de flagelantes ABC

ISRAEL VIANA

Resulta muy complicado saber cuándo y cómo se celebró la primera procesión del cristianismo. El Antiguo Testamento cuenta que Dios ordenó a Josué la organización de siete grandes marchas alrededor de las murallas de Jericó. Y en el Nuevo Testamento se describe al propio Jesucristo entrando de forma procesional en Jerusalén , rodeado de una multitud de seguidores. Pero, ¿cuándo heredan los cristianos esta tradición bíblica?, ¿cómo realizaban estas manifestaciones de religiosidad populares si su religión estaba prohibida?, ¿cuándo aparecieron los primeros pasos?

«Las procesiones tienen un origen bíblico, pero los cristianos las heredarán muy tarde», asegura Manuel Amezcua, profesor de Historia de la Iglesia del Centro de Estudios Teológicos de Guadix, y canónigo archivero de la catedral de la misma localidad. En los primeros siglos, la Iglesia hizo suya esta tradición, pero tuvo que restringir cualquier manifestación pública debido a las crueles persecuciones a las que eran sometidos sus valientes miembros. Durante mucho tiempo, las procesiones se celebraron dentro de los claustros y no empezaron a salir a la calle hasta los siglos X y XI, en una conquista del especio urbano que se produjo de forma progresiva.

«En España no tenemos testimonios de las primeras procesiones hasta el siglo III y IV –cuenta Amezcua–, ya que antes, además de perseguidos, los cristianos eran poquísimos. Fue a partir de entonces cuando comenzamos a tener noticias de ellas por los viajeros, según los cuales, no eran masivas».

Aquellas primeras manifestaciones furtivas surgieron fruto de la admiración por aquellos primeros mártires, a los que querían rendir cristiano homenaje mediante el traslado solemne de sus restos mortales y de sus reliquias de un lugar a otro. Lo hacían en grandes peregrinaciones que se producían a escondidas y en cualquier época del año.

«Pompas» y no «procesiones»

Antes de la aparición del cristianismo ya había procesiones. Se llamaban «pompas», nombre griego que recibían los cortejos o comitivas en las que tomaban parte carrozas, coros, músicos o bailarines. El objetivo de estas era honrar a sus dioses paganos.

Con el paso del tiempo, la Iglesia irá filtrando y depurando estas reminiscencias paganas hasta adoptar un estilo «militarista». Esta influencia creen que llegó del Imperio Romano. De hecho, el término «processio» es sinónimo de «marcha» en sentido militar. Un aspecto que quedó reflejado en la cruz que, en sustitución del estandarte que portaba la legión romana , comenzaría a abrir estas procesiones como símbolo victorioso del « Cristo, vencedor de la muerte ».

En los siglos V y VI nacen las primeras cofradías, que serán las grandes promotoras de las procesiones al amparo de los santuarios. «Las más antiguas son las que se vinculan a las grandes tumbas de los mártires, para cuidar los nuevos santuarios que surgen en el enclave donde el mártir era enterrado. Antes no existían, ya que algunos pequeños sínodos provinciales las rechazaron por asemejarse a las asociaciones paganas», explica Amezcua.

Desde el siglo VIII en adelante, las cofradías van ganando terreno, surgiendo otras nuevas al amparo de diferentes colectivos. Las hay de origen nobiliario, para asegurar ciertos privilegios de la nobleza; de origen episcopal, fundadas por los obispos por obligación de los concilios para que se ocupen de los muertos y de los enfermos de cólera, tifus o sífilis; de origen étnico, creadas por grupos como los esclavos negros de Sevilla, los sevillanos en Mallorca o los riojanos en Úbeda o Baeza; cofradías como remedio al «castigo divino» de las grandes epidemias, como la peste negra, o cofradías de origen gremial, que surgen en los siglos XII y XIII. «Organizan una fiesta anual que incluye misas y procesiones en torno a su santo patrón, como San Crispín y San Crispiniano para los zapateros, o San Lucas para los médicos», cuenta el profesor de Historia de la Iglesia.

Las procesiones en Semana Santa

Según explica el exdirector de la revista «Pasos de Semana Santa» y doctor de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid, Antonio Bonet , las procesiones exclusivas de la Semana Santa surgen con la aparición de las cofradías de ámbito penitencial a finales del siglo XIII. «En España se vinculan con la llegada de los franciscanos y los dominicos –comenta–. Son cofradías vinculadas con la sangre y el rosario, congregaciones de flagelantes que no llevaban prácticamente imágenes, solamente alguna cruz y, posteriormente, algún crucificado».

«La implantación de las primeras procesiones dominicas, aún sin pasos –continúa–, fue muy complicada por las quejas que recibió su filosofía de la sangre. Los flagelantes iban, muchas veces, más por el espectáculo, lo que fue derivando en abusos, en el sentido de que se convierte prácticamente en un espectáculo sangriento y no en esa especie de origen de la salvación a través del castigo».

« Santa Teresa , que no era precisamente una persona que se callara las cosas –añade Amezcua–, llamaba a estas procesiones flagelantes la “penitencia de las bestias”, porque entendía que el modo de identificarse con el dolor de Cristo es ayudar a los enfermos y no pegarse porrazos en la espalda hasta quedarse sin piel».

Para Bonet, el tema de la sangre en las primeras procesiones de Semana Santa «tiene cierto morbo», pero cree que hay que contextualizarlo en aquellos siglos en los que hay un culto muy arraigado hacia la expiación de los pecados. Hoy en día prácticamente han desaparecido, salvo en algunos núcleos como, por ejemplo, San Vicente de la Sonsierra o los empalaos de Valverde de la Vera.

«El Concilio de Letrán , en 1215, permitirá que dicha penitencia sea pública en las cofradías, pero con la obligación de que sea anónima para que nadie presuma de ello, ni trate de ganar algún prestigio. Por eso se impone el antifaz, para que para que todos sean iguales ante el hecho penitencial, desde el noble o el duque hasta la prostituta», añade el archivero de Guadix.

La imagenes, un elemento tardío

Hasta el Concilio de Trento (1545-1563) y, especialmente, a partir del siglo XVII, no surge la imaginería en torno a las procesiones tal y como las vemos hoy en día. Se trataba únicamente de los cofrades flagelándose mientras se paseaban por la calle. «Será este concilio en el que se establezca cómo tienen que ser algunas imágenes. Eso no quiere decir que no dejen libertad a los artistas, pero sí dicen cómo tiene que ser la tipología», aclara Bonet.

El sentido procesional de hoy sigue respondiendo al de los primeros cristianos. A diferencia de otros lugares del mundo, en España no hubo problemas para las cofradías que quisieron sacar los primeros pasos con imágenes a la calle.

Como hemos visto, no fue fácil su implantación en España, pero ni las persecuciones, ni la ocultación en los templos, ni las críticas pudieron con esta tradición que cumple ya casi dos milenios. A pesar de las modificaciones introducidas en los periodos recientes, lo cierto es que el sentido procesional sigue respondiendo para muchos creyentes al que le dieron aquellos primeros seguidores de Cristo perseguidos.

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