Mil muertos y barrios enteros desaparecidos: el diluvio universal que devastó Barcelona en 1962

Las imágenes de Ontinyent, con el río Clariano desbordado y sus calles absolutamente inundadas como consecuencia de la gota fría, a la pesadilla vivida en ciudades como Sabadell, Tarrasa y Rubí hace medio siglo

Estudios recientes aseguran que la cifra de muertos se acercó a mil Álvaro García Pelayo
Israel Viana

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Las imágenes de Ontinyent , con camiones arrastrados por el agua, el río Clariano desbordado y sus calles absolutamente inundadas como consecuencia de la gota fría , han traído a algunos barceloneses los peores recuerdos de la pesadilla que vivieron en 1962 con las lluvias torrenciales que arrasaron la provincia y dejaron un saldo de cerca de mil muertos. Una cifra impensable a día de hoy. Y eso que, mientras en la localidad valenciana se acumularon ayer más de trescientos litros por metro cuadrado en apenas 24 horas – su registro máximo desde 1917 –, en Barcelona se quedó entonces en algo más de 200… pero las consecuencias fueron infinitamente peores.

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El pronóstico sobre un «cóctel explosivo» de lluvia y viento que mantuvo este jueves, y mantiene aún hoy, en alerta roja al sur de la provincia de Valencia y a Alicante se cumplió con creces. Ante el episodio de gota fría, las clases se suspendieron ayer en 191 municipios de esta zona, viéndose afectados 338.000 alumnos , según informó ayer la Conselleria de Educación. Y además, dos personas han fallecido en un vehículo que fue arrastrado por una riada en la localidad albaceteña de Caudete. Sus cuerpos fueron localizados en el interior del coche, que estaba volcado en una zona inaccesible por la acumulación de agua a causa de las lluvias.

En Barcelona, por su parte, nunca han vuelto a ver nada ni remotamente parecido a lo que vivieron aquel 25 de septiembre de 1962 . Se podría decir que ni en España, por lo menos desde que se tienen registros. Las cifras oficiales hablaron de 617 muertos en apenas unas horas, aunque estudios recientes aseguran que hubo cerca de mil. Aparecieron cadáveres a kilómetros de distancia de sus casas. Barrios enteros desaparecieron por completo. Coches, camiones y autobuses fueron arrastrados por las riadas. Fue, sin duda, la peor catástrofe natural de la historia reciente del país.

Una imagen de San Adrià de Besòs, un día después de la inundaciones ABC

Las primeras lluvias comenzaron a caer suavemente por la mañana de aquel infausto día. En principio, eran una bendición para una provincia como Barcelona, que llevaba desde hacía meses afectada por una fuerte sequía. Lo que nadie pudo prever fueron las dimensiones que alcanzaría la tormenta poco después, creciendo hasta acumular, en apenas dos horas y media, los 212 litros por metro cuadrado mencionados .

Aquella cantidad de agua fue demasiado para zonas como el Vallés Occidental y, especialmente, para el triángulo formado por las ciudades de Sabadell, Tarrasa y Rubí, donde riachuelos tradicionalmente inofensivos, o cauces desaparecidos desde hacía años, se convirtieron en inmensas avenidas de agua que se tragaron todo lo que encontraron a su paso. Incluidas centenares de viviendas y numerosas fábricas en plena jornada laboral. Fue allí donde se ocasionaron el mayor número de víctimas.

Rubí, por ejemplo, contabilizó cerca de 300 muertos y Tarrasa los sobrepasó. La mayoría eran inmigrantes andaluces que habían llegado a Cataluña para buscarse la vida en la industria de la zona y que habían construido sus viviendas con materiales precarios. «¿Quién diría que aquí, en esta gran extensión de barrizales, se levantaban más de 130 modestas casas de obreros textiles, dos fábricas, un puente y el matadero municipal de Rubí, del que sólo queda enhiesto el viejo plátano que daba sombra al patio interior?», se preguntaba el enviado especial de ABC a la zona.

Imagen aérea de Rubí tras las inundaciones, a causa de la cuales desparecieron plantas industriales y viviendas a causa del empuje de las aguas ABC

Pocas horas después de iniciarse la tormenta, los ríos Besòs y Llobregat –que limitaban la ciudad de Barcelona al norte y al sur– se desbordaron, quedando cortadas las comunicaciones, la luz y las principales carreteras entre la capital y las poblaciones satélites. Esa fue la causa de que reinara la confusión al principio, llegando informaciones falsas sobre las dimensiones que habían alcanzado las riadas en torno a la Ciudad Condal.

Basta con leer extractos de las crónicas publicadas en ABC los días posteriores, para hacerse una idea de la catástrofe vivida aquel 25 de septiembre de 1962:

–«Uno de los muertos, de 17 años, al ver que se inundaba su casa, pasó por el tejado a otra contigua, en el preciso momento en que esta se hundió. Resultó muerto».

–«En Tarrasa, en uno de los bares donde habían buscado refugio, las víctimas vieron como el agua entraba a caudales en el interior. Se subieron a las mesas, hasta ver aterrados que el agua aumentaba su nivel sin cesar y se llevaba todo a su paso. Unos se tiraron al agua, otros fueron arrastrados por ella, y casi todos con igual infortunada suerte».

–«El párroco de la iglesia de San Pedro, cerca del desaparecido puente de San Mus, tenía registrados a más de doscientos feligreses en su parroquia. Casi todos han desaparecido en la fatídica noche».

–«Hasta la ocho de la noche, llevan recogidos en la zona de Tarrasa más de 150 cadáveres y se calcula que el número sobrepasa los 200».

–«En San Baudilio de Llobregat ha sido recogido un cadáver sin identificar, que se supone ha descendido por las aguas desde otras poblaciones a más alto nivel».

–«En la playa desde la Barcelonesa hasta más allá de Badalona aparecen flotando sobre las aguas numerosos cuerpos de animales que fueron arrastrados por la riada».

Estos no son más que algunos de los relatos que se produjeron aquel día. Otros muchos se quedarían en la memoria de los más de 12.000 damnificados por la catástrofe, sin olvidarnos de los miles de heridos y evacuados. Todos ellos sumaron unas pérdidas de miles de millones de pesetas.

Después de la catástrofe consiguieron encauzarse los ríos desbordados. La Confederación Hidrográfica del Pirineo Oriental construyó defensas de hormigón de 3,5 metros de altura. También se excavó y se llenaron de tierra distintas partes del río para suavizar las pendientes. Y, por último, se amplió su cauce para que pudiera admitir un caudal de 1.350 metros cúbicos por segundo. Y es que aún hoy los vecinos, más de medio siglo después, les cuesta imaginar cómo un río por el que apenas corre el agua pudo anegar kilómetros e engullir barrios enteros en apenas unas horas.

Calle de Tarrasa el día de la inundaciones ABC
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