La misteriosa muerte del amante adolescente de Adriano, un emperador hispano obsesionado con Grecia

Nacido en Itálica, dentro la Hispania Romana, Adriano asumió el uso de la barba y de muchas de las costumbres helenas

Busto de Adriano, junto a uno de Antínoo
César Cervera

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La Antigua Roma se encargó de esparcir la tradición helena a base de calzadas, espadazos y una moderna administración que tardaría más de un milenio en replicarse. Lo que hoy llamamos la cultura grecolatina fue el resultado de años de admiración e intercambio entre griegos y romanos, pero también de tensiones entre los elementos más conservadores de ambos mundos. No todos los dirigentes de Roma fueron permeables a asumir tradiciones e influencias consideradas extranjeras y hasta nocivas. Catón el Viejo veía en la influencia de la cultura griega algo depravado y una amenaza a la sencillez y la templanza del modo de vida romano. Por ello hizo que expulsaran de Roma a los embajadores de Atenas, exigió también la salida de varios filósofos griegos y prohibió las Bacanales en toda Italia.

En las antípodas de su postura se situaron emperadores como Trajano, de origen hispano, o Adriano que sentían gran admiración por la cultura helenística, incluidas prácticas tan abominables incluso a ojos romanos como la pederastia. Lejos del concepto moderno de homosexualidad entre adultos, los griegos practicaban la pederastia como una forma de introducción de los jóvenes (ya en la pubertad) a la sociedad adulta. Un mentor asumía la formación militar, académica y sexual de un joven –que no era considerado ni legal ni socialmente un hombre– hasta que alcanzaba la edad de casamiento. Lo tardío de los matrimonios y el papel limitado de la mujer en la sociedad alentaban este tipo de prácticas.

En Atenas, la ciudad que condenó a muerte a Sócrates «por corromper a la juventud» , la pederastia era principalmente una costumbre aristocrática. La alta sociedad ateniense alentaba a los maestros a tomar por alumnos a jóvenes (de entre 15 y 18 años) para iniciarlos tanto sexualmente como académicamente. La pederastia llegó incluso a estar rígidamente reglamentada: se condenaba a los parientes de los jóvenes que convertían el proceso en una «subasta» y a los menores que vendieran sus favores.

En Atenas, la ciudad que condenó a muerte a Sócrates «por corromper a la juventud», la pederastia era principalmente una costumbre aristocrática

A comienzos de la República romana, la homosexualidad estuvo penada incluso con la muerte por la ley Scantinia y quedó restringida en el ejército desde el siglo II a.C. Los elementos más conservadores de la sociedad romana calificaban estas relaciones como el «vicio griego» y lo atribuían a las causas de la decadencia de esta civilización. Solo el tiempo permitió que estas relaciones fueran aceptadas, aunque no faltaron los difamadores que sacaron provecho político al arte de los rumores de alcoba. Como recuerda el historiador Adrian Goldsworthy en el libro «César, la biografía definitiva» , «aquellos senadores que tenían amantes varones solían hacerlo con discreción, a pesar de lo cual con frecuencia los opositores políticos les ridiculizaban públicamente».

Si bien en Grecia la línea roja la marcaba el que hubiera una diferencia de edad entre los amantes, en Roma era prioritario diferenciar quién ejercía el papel de activo y quién el de pasivo, tanto a nivel sexual como social. El sexo se veía como un juego de poder, donde lo aceptable venía marcado por la jerarquía social. Explica Javier Ramos en su libro «Eso no estaba en mi libro de Roma» (Almuzara) que «la pasividad en las relaciones entre hombres quedaba reservaba para los esclavos o para los adolescentes. Ser penetrado era la mayor de las humillaciones».

Asimismo, Alberto Angela, en su libro «Amor y sexo en la Antigua Roma» (Esfera de los libros), recuerda que para los romanos la homosexualidad era también de carácter «punitivo», se sodomizaba a los prisioneros, a los enemigos, a los esclavos o a los extranjeros para dominarlos. «Se sojuzgaba la virilidad ajena», apunta.

Trajano y Adriano

Los Emperadores romanos procuraron que sus relaciones sexuales nunca erosionaran públicamente a su virilidad. A Marco Ulpio Trajano , considerado uno de los emperadores más brillantes , se le atribuyó cierta predilección «griega» por los jóvenes. El historiador de origen griego Dión Casio apunta en sus textos que Trajano bebía mucho y que tenía debilidad por los muchachos como hicieran los antiguos griegos: «Sé, por supuesto, que se dedicaba a los chicos y al vino, pero si él cometió o soportó algún acto abyecto o infame como resultado de esto, habría incurrido en censura; en cambio, bebió todo el vino que quiso, pero permanecía sobrio, y en relación con los chicos no hirió a nadie».

Rara vez esta perversión de su vida privada influyó en su buen gobierno, pero Dion cita al menos una ocasión en que ocurrió así, que, por aprecio al hermoso hijo de un dirigente, favoreció al rey de Edesa : «En esta ocasión, sin embargo, Abgaro, inducido en parte por la persuasión de su hijo Arbandes, que era hermoso y en plena y orgullosa juventud y por lo gozando del favor de Trajano, y en parte por miedo de la presencia de este último, lo encontró en el camino, se excusó con él y obtuvo el perdón, pues tenía un poderoso intercesor en el chico».

Sin alcanzar lo que los romanos consideraban una conducta excesiva o malintencionada, la vida privada de Trajano –que no llegó a tener hijos con su única esposa, Pompeya Plotina– nunca afectó a su fama de hombre sensato.

Arco de Trajano en Benevento, detalle: Receptio in fidem di principi barbari. A la derecha Trajano con varios niños.

Más controvertidas fueron las relaciones de su sucesor, Adriano, nacido en Itálica, dentro la Hispania Romana , al que desde niño se le apodó «el pequeño griego» por su admiración por el mundo heleno. Este Emperador romano que estuvo al frente del imperio entre los años 117 y 138 d.C. entabló amistad con el filósofo Epicteto en una de sus estancias en Atenas, ciudad que le agasajó y le sirvió de plataforma para moverse por el resto de Grecia. Su influencia helenística se pudo percibir en su barba, práctica tan habitual entre los griegos que no era bien vista por los romanos, quienes la consideraban costumbres «de bárbaros». Con la excepción de Nerón –otro amante de la cultura helena–, todos los antecesores de Adriano se habían afeitado cuidadosamente. A raíz de él, la barba se puso de moda en las siguientes generaciones la barba.

La tragedia de Antínoo

La preferencia por efebos también fue otra de las prácticas que asumió este dirigente romano, que entabló una relación con un adolescente llamado Antínoo, aunque no está claro el nivel de publicidad que tuvo esta amistad íntima. Nacido en Bitinia (en el norte de la actual Turquía ), el adolescente estaba considerado alguien extraordinariamente atractivo. No se puede precisar la fecha exacta en la que se conocieron, ya que Adriano viajó a Bitinia en varias ocasiones, ni los detalles del encuentro, pero algunos como Páncrates de Alejandría situaron en el desierto de Libia. Según esta leyenda, Adriano habría lanceado a un león que intentaba atacar al joven bitinio y de la sangre que salpicó la arena brotó el antinóeios, una hermosa y roja flor de loto. Premonición de que aquel hermoso joven requería su atención.

Antínoo representado como Dionisio-Osiris

Existe cierto acuerdo entre los estudiosos en que el chico, de unos 10-11 años, pasó después una larga temporada, hasta 127-128, en el paedagogium aulicum de Roma, formándose como paje imperial y educándose en diferentes disciplinas. Si bien la tradición historiográfica ha querido siempre obviar cualquier matiz sexual de aquella historia, llegando a decirse incluso que Antínoo era hijo ilegítimo de Adriano , parece evidente que entre ambos desarrollaron una relación cargada de erotismo y así representada en esculturas y poesías.

A pesar de su gusto por los viajes, Adriano no pudo realizar tantos como hubiera querido durante su reinado debido a las inciertas circunstancias en las que asumió el título. Todavía existen dudas sobre si recibió o no formalmente el testigo de Trajano . Lo inestable de su posición y el hecho de que los recursos militares se encontraban bajo mínimos tras las campañas de Trajano obligaron a su sucesor a una estrategia defensiva. En el segundo de sus dos grandes viajes, Adriano vivió una auténtica tragedia en Egipto cuando ya había recorrido Italia, el norte de África, Grecia, Turquía, Siria y Arabia .

Hay rastros de su culto en todas las regiones orientales del Imperio, y en Egipto suplantó a Osiris

El joven Antínoo murió ahogado durante este viaje en el río Nilo por causas sin esclarecer, provocando gran pesar y desconsuelo en Adriano, que habría presenciado el momento exacto y llorado a lágrima viva en la orilla. Hasta ese día el nombre del efebo no había aparecido en las crónicas ni en las inscripciones. Un desconsolado Adriano se encargó, sin embargo, de que el mundo no olvidara nunca más su nombre. Por insistencia del Emperador, el joven llegó a ser adorado como un héroe, casi una divinidad, y se convirtió en el foco de estatuas y retratos desde la Antigüedad al Renacimiento .

Hay rastros de su culto en todas las regiones orientales del Imperio, y en Egipto suplantó a Osiris a nivel iconográfico. Se compusieron poemas en su honor, se le dio su nombre a una estrella y el César fundó junto al Nilo una ciudad con el nombre del difunto, Antinoópolis , y concedió a sus habitantes numerosos privilegios. Además, levantó un mausoleo, el Antinoeion, en la Villa Adriana , en la colina del Tívoli , cerca de Roma.

Un esclavo convertido en una deidad

Si bien se sabe poco del muchacho, que ya debía rondar los veinte años a su muerte, casi menos se sabe de las circunstancias del ahogamiento. Unos vieron en el suceso un simple accidente. Otros, la mano de la emperatriz Sabina que, harta de que su esposo insistiera en esta relación con alguien que ya no era ni siquiera un adolescente, habría puesto fin a su vida . Y ciertamente estas relaciones dejaban de ser toleradas cuando al joven le crecía la barba, que marcaba el momento de poner fin a la relación y que, al menos en este caso, parece que estaba lejos de ocurrir. La otra posibilidad que barajaron sus contemporáneos es que el propio joven se suicidara como alternativa honrosa a una relación con fecha de caducidad.

La «Historia Augusta» , un texto de escasa credibilidad, insinúa que Antínoo se suicidó ante el acoso sexual de Adriano:

«Mientras navegaban por el Nilo perdió a su amado Antínoo, por quien lloró como una mujer. Sobre Antínoo corren varias versiones. Algunos dicen que se ofreció en sacrificio en beneficio de Adriano, otros aluden a lo que podría hacer pensar tanto la belleza de Antínoo como la sensualidad del emperador. En cualquier caso, los griegos lo divinizaron por deseo de Adriano y afirmaron que por medio de él se habían pronunciado oráculos que, según se supone, fueron compuestos por el propio Adriano».

Busto de Adriano en el Palazzo dei Conservatori, Museos Capitolinos.

Otra de las fuentes que mencionan el incidente es la de Aurelio Víctor , que recoge el rumor de que Antínoo había actuado por amor y confiado en los poderes mágicos de las aguas del Nilo :

«La entrega de Adriano al lujo y la lascivia provocó rumores hostiles sobre su libertinaje con varones adultos y su ardiente pasión por su famoso sirviente Antínoo; también se rumoreó que ese fue el único motivo de la fundación de una ciudad con el nombre de Antínoo y de que Adriano erigiera estatuas al efebo. Algunos sostienen que el suceso ocurrió, en realidad, por piedad o religión; según ellos, la razón habría sido que Adriano deseaba prolongar su vida y que, al pedir un mago un voluntario que ocupara su lugar, todos se echaron atrás, mientras que Antínoo se ofreció a hacerlo, lo que explicaría los honores antes mencionados dedicados a él. Dejaremos la cuestión sin decidir, aunque, en caracteres incontinentes, consideramos sospechosa la asociación entre personas de edades dispares».

«La entrega de Adriano al lujo y la lascivia provocó rumores hostiles sobre su libertinaje con varones adultos y su ardiente pasión por su famoso sirviente Antínoo»

Más allá de su vida privada, Publio Elio Adriano fue uno de los conocidos como cinco emperadores buenos. Su reforma de la administración permitió modernizar el sistema administrativo estatal ascendiendo a expertos y tecnócratas, lo que supuso que muchas secciones de la administración quedaran en manos de estos funcionarios. A causa de ello la élite senatorial y aristocrática vio mermada su influencia.

Adriano falleció el 10 de julio de 138 cuando contaba con 62 años , a causa probablemente de una insuficiencia cardiaca. El carácter de Adriano, y su salud (algunas fuentes especulan que justamente la muerte fue un sacrificio para curar una enfermedad ya en curso), nunca se recuperaron a la muerte de Antínoo .

A su muerte, el Senado estuvo a punto de someterle a una damnatio memoriae, una condena formal que consistía en borrar todo vestigio de la existencia, pero su sucesor, Antonino Pío , lo impidió in extremis.

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