«Madre Seacole», la afroamericana que salvó a los británicos de la muerte en la Guerra de Crimea

Durante las epidemias de cólera en el siglo XIX revolucionó el sistema sanitario y pudo salvar a miles de vidas

Seacol abandonó su hogar en Jamaica para fundar un hospital, «The British Hotel», en Crimea porque la Oficina de Guerra no quería a una negra entre sus nosocomios militares

Mary Seacole ABC
Eugenia Miras

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Durante la Guerra de Crimea (1853-1856) destacó la valentía de Mary Seacole (1805-1881), una enfermera mestiza que abandonó su posición privilegiada en la sociedad y la seguridad de su hogar en Jamaica para fundar un pequeño hospital llamado «The British Hotel» en Sebastopol. Allí alimentó y cuidó a todos los soldados heridos (ingleses, franceses y otomanos) que combatían contra el imperialismo ruso.

Pero lo que ha convertido a Mary en uno de los seres más extraordinarios de la Historia no fue solo por su gran contribución a la enfermería moderna , sino esa profunda humanidad que caracterizó a su persona, una mujer que se despojaría de todo lo que tenía para que el mundo fuera un lugar mejor. Porque muy a pesar de que las autoridades de la Oficina de Guerra habían rechazado su voluntariado en los hospitales militares británicos de Sebastopol -consideraban que los negros no merecían el gran honor de servir a los soldados de la nación-, decidió vender todo el patrimonio que tenía en Jamaica y Panamá para levantar un nosocomio en Crimea. «Madre Seacole» -como así la llamaban los heridos- no abandonaría a aquellos desconocidos en el umbral de la muerte.

Un enemigo llamado cólera

Mary había heredado la vocación de su madre, la señora Grant -una jamaicana de origen escocés-, quien le inculcó desde temprana edad su pasión por las hierbas y el servicio incondicional a los demás. Grant tenía una hostería en Kingston al que acudían inválidos, enfermos o gente de muy escasos recursos. Era muy apreciada por la comunidad por su buena fe, sus grandes dotes de curación como también por el auxilio que brindaba a los más necesitados.

En 1850 brotó una terrible epidemia de cólera en Jamaica que se llevó cerca de 30.000 vidas

La vocación la llevaba en la sangre y a la edad de doce años comenzó a ayudar a su madre en el cuidado de los enfermos. Todos esos años de aprendizaje le darían las herramientas necesarias para hacer frente a la terrible epidemia de cólera en 1850 , que cobraría cerca de 30.000 vidas .

Cuando parecía haber remitido aquella pesadilla Mary se marchó a Cruces (Panamá) a pasar una temporada con su hermano. Pero la muerte le iba pisando los talones y la curandera volvía a verle la cara al enemigo que había devastado a su país. El cólera había brotado furioso, pero Mary ya no tenía miedo.

ABC Mary Seacole

La enfermera trabajó sin descanso para desarrollar métodos de higiene que contuviesen a la arrolladora fuerza de la muerte. Para ello Seacole implementó un protocolo sanitario que debía efectuarse tanto en los hospitales como en los hogares. Insistía en ventilar, desinfectar todos los espacios y alimentar debidamente a los enfermos. Estas medidas cambiarían para siempre el destino de los moribundos, salvándolos de trágico final.

Sus órdenes comenzaron a extenderse por todo el país permitiendo que el cólera fuera poco a poco apagándose. El contagio podía evitarse y la recuperación de los afectados ya no era una batalla perdida. Su labor le otorgó una reputada posición dentro de la comunidad médica de Panamá. Seacole ya era una autoridad y por lo tanto la pionera de la enfermería moderna en los países del Caribe.

Un eclipse injusto llamado «raza»

Para el momento en que estalló la Guerra de Crimea en 1853 las malas noticias cruzaban los mares para llegar al otro lado del mundo. Mary sabía perfectamente que lo que no mataban las banderas lo remataba el ambiente insalubre que reinaba en los hospitales militares. Entonces aquellos soldados que no caían en combate quedaban desarmados frente al enemigo común de todos: el cólera.

El origen de esta enfermedad radicaba en el consumo de agua contaminada, que provocaba diarreas en los afectados quienes morían principalmente por deshidratación.

Seacole desconocía el concepto de «impotencia» , su personalidad le impedía permanecer de brazos cruzados esperando a que ocurriera un milagro. De esta manera decidió abandonar la seguridad de su hogar y la posición privilegiada que ocupaba en la sociedad. Compró un pasaje de barco para emprender el rumbo hacia Londres. Mary necesitaba un permiso, así como el respaldo de la Oficina de Guerra para ser destinada como voluntaria al lugar del conflicto.

Sin embargo las autoridades británicas rechazaron su iniciativa, en primer lugar por tratarse de una mujer y en segundo porque su su «raza» no merecía el honor de cuidar a los soldados anónimos del Imperio.

La Reina Victoria I de Inglaterra ABC

La «moral» victoriana impedía dar paso a la modernidad y a la humanización , muy castigada por la ignorancia y sus consecuentes prejuicios clasistas y raciales . Y a pesar de que eran conscientes de que las epidemias provocaban más bajas que las armas del enemigo repudiaron la ayuda de Seacole.

«Florence Nightingale recibiendo a los heridos en Scutari», Jerry Barret

Sin embargo después de menospreciar a la extranjera mestiza, otra destacada heroína llamada Florence Nightingale -más conocida como la «Dama de la Lámpara» - recibía la aprobación y la bendición de la Oficina de Guerra, para partir hacia Scutari junto a un equipo de 38 enfermeras.

A pesar de la humillación recibida el espíritu redentor de Mary Seacole no mermó ante aquella ingratitud, y la falta de soporte económico por parte de la institución. Así que sin ayudas ni bendiciones decidió sacrificar todo su patrimonio para dedicarlo a su campaña contra la cólera , para enfrentarse de nuevo a aquel viejo enemigo, a ese al que había mirado a los ojos en Jamaica y Panamá. Una mujer negra partía hacia Crimea a la edad de 50 años y ajena a los intereses de Europa, pero muy involucrada con la paz y la vida, haciendo la misma labor que Nightingale.

Ya una vez allí fundó una especie de hostería a la que llamó «The British Hotel» , en donde sumaría todos sus esfuerzos junto con los de otras personas que colaborarían con ella conmovidos por la nobleza de su corazón, esa que le provocó cruzar el océano y estar cerca de la muerte. En ese pequeño hospital Mary ofrecía un lugar seguro en donde pudieran recuperarse con dignidad sin importar la nacionalidad de los soldados(otomana , inglesa o francesa ).

Seacole levantó un pequeño hospital llamado «The British Hotel» donde los soldados heridos eran atendidos y alimentados en las mejores condiciones

«Llegó el momento de la verdad para hacer realidad el Hotel Británico. Por supuesto, Mary desconocía en ese momento que eso solo era el comienzo de un proyecto que se convertiría en un futuro monumento a su presencia y a su trabajo multifacético en Crimea», escribió el historiador Ron Ramdin en la obra biográfica «Mary Seacole»

Al terminar el conflicto bélico, con la derrota del Imperio ruso y la firma del Tratado de París en 1856, comenzaba la más dura de las guerras para «Madre Seacol». Sin una moneda en el bolsillo ni un mendrugo de pan que llevarse a la boca, se llevaba de Occidente la ingratitud y otra vez el sabor amargo de la muerte. No obstante, su conciencia estaba en paz por su incondicional contribución a la supervivencia de aquellos hombres que pelearon en nombre de Europa .

El homenaje tardío

Hasta 1991 -cuando le rinden homenaje post mortem con la Orden del Mérito de Jamaica - las sombras de la injusticia, el machismo y la segregación racial, mantuvieron a un ser humano extraordinario en el olvido, lejos de la memoria histórica que tanto merecía el pueblo negro tras siglos de peregrinación por sus derechos civiles .

De esta el simple color de piel determinó dos destinos muy diferentes para ambas mujeres. La británica viviría para verse convertida en una leyenda «La Dama de la Lámpara» condecorada con flores y todos los honores, y por el otro lado Mary Seacol estaría condenada al olvido.

Pero en el 2004 la estatua en mármol de «La Dama de la Lámpara», en la Abadía de Westminster , dejaría de eclipsar a «Madre Seacole» cuando le hicieron justicia a su nombre. Sí, en ese día en que el Gobierno del Reino Unido declaró a la jamaicana como «la más grande británica negra».

Solo así se ha podido hacer justicia, que aunque tardía, nos permite conocer y divulgar los verdaderos pilares de numerosas victorias. Una nueva Historia, que al escribirse en sus páginas, no se queden nombres de mujeres olvidados por el camino.

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