La inteligente explotación de los hispanos visigodos por parte de los invasores musulmanes

Durante la Conquista sarracena, los árabes destinaron a los ibéricos a la agricultura ayudando así a consolidar su hegemonía

Reimaginación Táric ben Ziyad, Theodor Hosemann (s. XIX) C.C
Eugenia Miras

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Durante los últimos días de la monarquía visigoda la Península ibérica fue el horizonte anhelado por el califa Alualid . Las diferencias irreconciliables entre los nobles -a causa de la disputa en la línea sucesoria, bien entre Don Rodrigo o los príncipes herederos de Witiza- , habían mermado las fuerzas necesarias para luchar contra el cruento invasor.

Mas los sarracenos no habían sido más deshonrosos que aquellos que como el conde Don Julián , los judíos –quienes tenían un antiguo recelo con los cristianos- y los mismos infantes, favorecieron a los incursores; a penetrar en silencio las costas de aquel reino vulnerable.

Después de haber coronado a Don Rodrigo, los príncipes habían sido desterrados y despojados de sus legítimos territorios –que pasaron a pertenecer a las contadas madrugadas de la Hispania visigoda-; los cuales en negocios con el califa , creyeron que podrían recuperar, una vez que traicionasen a sus correligionarios.

Muza C.C

Sin embargo, tras liberar la empresa islámica y la desaparición de Don Rodrigo en la batalla de Guadalete , los sarracenos perpetraron Toledo ; poniendo fin al reino visigodo. De esta manera, se dieron dos grupos dentro de los naturales ibéricos: aquellos que se negaron a obedecer a los infieles, huyendo a las montañas del Norte; y los que se resignaron a los pies de los sarracenos.

Siendo así, los valientes se armaron de valor para olvidar todos sus privilegios, dejando atrás sus hogares y todo aquello que caracterizó su rango; y los otros, que celosos de sus villas y comodidades, se doblegaron en el vasallaje .

Y aunque se dice que fue la patria de las tres culturas , es cierto que la Península se mecía en la «tolerancia» mas no la comunión honesta entre las mismas. Pues como el credo que imperaba por armas naturalmente era el Islam , los sarracenos absorbieron a los naturales bajo su cultura; a través de la cual surgieron dos sociedades paralelas: la comunidad mozárabe , en donde ninguno renunció al cristianismo; y la de los muladíes , en la cual sí abrazaron al Corán .

Sumado a este fenómeno social, nacía un nuevo grupo de gran relevancia para la hegemonía sarracena: los «alajmás». Todos aquellos hispanos, súbditos de la nobleza visigoda, , fueron designados a trabajar en los campos para sobresalirse la agricultura como una de las grandes fortalezas durante la Conquista árabe.

El desembarco del infierno

El califa Alualid confiaba en las decisiones del gobernador de África -el mercenario Muza - quien a su vez delegaría la campaña contra la Península ibérica en manos del feroz Táric ben Ziyad. Y entre los tres engañaron a los tres pubertos príncipes que muy caprichosos -sin importarles el precio-, ansiaban de regreso el trono de Toledo.

Tras la toma de Toledo, algunos naturales huyeron al Norte, y los otros accedieron a las condiciones de los sarracenos. Pero la virtud del trabajo sería la verdadera razón por la que no serían asesinados

Tras la derrota de Don Rodrigo en la batalla del río Guadalete , los huérfanos de Witiza creían que el destierro por rebelión llegaría a su fin al salir victoriosa la causa muslímica. No obstante su suerte poco mutó, pues Alualid solo se apiadaría de los príncipes si renunciaban a su «derecho divino» sobre el trono; y asimismo les devolvería las tierras que habían sido confiscadas por Don Rodrigo.

«En el 711, la insigne ciudad de Toledo, corte del reino visigodo, se rindió a los sarracenos por capitulación después de breve o ninguna residencia. Desamparados por muchos de los patricios y gente principal, incluso el Metropolitano, que se había marchado con tiempo a Roma; vendidos por los judíos, que se habían declarado a favor de los infieles, y acometidos por Taric con el grueso de su hueste, los toledanos se rindieron a los moros por avenencia y pleitesía» Francisco Javier Simonet ; el gran historiador arabista (1829-1897), autor de «Historia de los mozárabes en España» ( Ed. Almuzara, 2018) .

Humillados y sin tropas con las que hacer frente a tal burla -pues toda su hueste debía lealtad a los musulmanes - callaron para siempre; y aunque sin corona los hijos de Witiza vivirían a cuerpo de rey.

El rey Don Rodrigo arengando a sus tropas en la batalla de Guadalete (1871) C.C

Sin embargo, ¿qué pasaba con el resto de los naturales?. Algunos -como bien mencioné anteriormente- se convirtieron en prófugos que huyeron al Norte- y otros accedieron a las condiciones del vencedor. Pero es importante resaltar que si no fueron asesinados fue gracias a la virtud del trabajo , esa que tanto ha caracterizado a nuestra sangre; y que por lo mismo la convirtió en esclava.

La invasión

Después de que los judíos, los príncipes, y el conde Julián entre otros ayudasen a los sarracenos a perpetrar en la Península; y fueran retribuidos con diferentes honores y beneficios así como con la protección del califa -; otros, como los fieles a Don Rodrigo, no corrieron la misma suerte.

Táric ben Ziyad

Los que no escaparon a las montañas del Norte para recuperar fuerzas y aliarse para la futura Reconquista , se quedaron embriagados por las promesas de Alualid ; dejándose absorber por la aparente comodidad de permanecer en sus cómodas posiciones. Y aquel otro colectivo religioso que salió desamparado, creyendo que gozarían de generosos gestos por parte de los sarracenos tras vender a los fieles de Don Rodrigo; quedaron totalmente desprovistos de honra y privilegios por parte del invasor.

«Los naturales de nuestra Península, considerables por su número, su valor y su entereza, aunque impotentes para la defensa común y general, arrostraron animosamente aquella prueba, pues mientras los menos en número y más afortunados luchaban por su independencia en las ásperas comarcas del Norte, los más de ellos, y los más desgraciados –los mozárabes- se sometieron al yugo sarracénico bajo condiciones honrosas y más o menos tolerables-» explicó F.J Simonet .

Los mozárabes anhelaban la restauración del cristianismo, mas no hacían nada para salir de la desgracia en la que habían caído; calificando de «temerario» cualquier intento por sus correligionarios

Sin embargo aquella nobleza codiciosa -que terminó derivando en la comunidad mozárabe -, que se negó a abandonar sus palacios -porque eran «dados al ocio y al regalo» como así los definió Simonet-, prefirieron convertirse en vasallos del Estado muslímico. Y por si fuera poco, alentaban a los valientes a abandonar sus posiciones; dejando a un lado a los valores de la añorada reunificación peninsular bajo la religión cristiana.

Los mozárabes menos favorecidos por el yugo sarracénico anhelaban sacudir al califato, mas no hacían nada por cambiar la desgracia en la que se hallaban; calificando de «temerarios» cada uno de los intentos de restauración . «Persuadían a sus compatriotas a que se conformasen con la presente fortuna hasta que mejorasen los tiempos» relató el prestigioso arabista.

Vivos los queremos

Para los sarracenos los naturales valían más vivos que muertos. En efecto, se dio la «tolerancia» , pero no por el espíritu pacífico musulmán -pues estos nómadas eran hombres de armas -. De esta manera, a todos aquellos que se habían rendido durante la Conquista se les invitó amablemente a abrazar su credo o bien quedar sometidos bajo el tributo de capitación.

Witiza C.C

«España era entonces, un país esencialmente agrícola y como los conquistadores (árabes y bereberes), poco amigos del trabajo, desdeñaban el cultivo o ignoraron sus procedimientos hasta que los aprendieron de los indígenas, les convenía como necesidad vital el que éstos siguiesen labrando los campos y beneficiando tal riqueza. Por lo tanto, al establecerse en nuestro suelo se propusieron lo que se llama «vivir sobre el país», sustentándose a costa de los naturales con los tributos que éstos le pagasen por razón de su dominio, y dejándoles en el goce y uso de su religión y de sus leyes», relató Simonet.

Respecto a la suerte de los viejos siervos de la nobleza visigoda, fue destinada al trabajo agrícola ; explotando las bondades de esta bendita patria. Ellos se encargaron de sacar adelante la producción de todos los dominios árabes. Pues era un hecho que los sarracenos, por su excaso número e ignorancia en las labores de la tierra -debido a su carácter nómada - se sintieron incapaces; y por esta razón descartaron deshacerse de los naturales; explotando inteligentemente los conocimientos de los hispanos.

Esos siervos que alimentaron al enemigo, y que con ello enriquecieron al Estado muslímico con el sudor de la frente y la tercera parte de sus productos, fueron denominados por los sarracenos como «alajmás» y a sus descendientes como «benu-al-ajmás» .

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