La inesperada profanación de los restos de Heydrich: el genocida más despiadado de Hitler

Hace casi 80 años un atentado acabó con la vida del «carnicero de Praga», lo que llevó al «Fúhrer» a ordenar deportaciones, ejecuciones masivas y la destrucción completa de dos localidades polacas en 1942 como venganza

Reinhard Heydrich, junto a una imagen del lugar donde se encuentran sus restos en el Cementerio de los Inválidos de Berlín ABC / AFP

Israel Viana

El pasado 12 de diciembre, un grupo de trabajadores del Cementerio de los Inválidos de Berlín descubrió un agujero justo en el lugar donde están enterrados los restos de Reinhard Heydrich . Según informó la Policía, una o varias personas intentaron llevarse el esqueleto del hombre que, durante la Segunda Guerra Mundial , planificó el exterminio judío. Estamos hablando del virrey de Hitler en Checoslovaquia, el jefe de los servicios de seguridad del Tercer Reich y el considerado como uno de los genocidas más despiadados del régimen nazi.

Imagen en color de Heydrich, durante la Segunda Guerra Mundial

Es difícil imaginar un ser humano peor que Heydrich, que a principios de los años 40 era conocido con apelativos tan oscuros como la «bestia rubia», el «carnicero de Praga» o el «verdugo de Hitler». Un oficial resentido, ambicioso, frío y calculador que dirigió con mano de hierro la Gestapo, el sistema policial secreto más perverso que ha conocido el siglo XX. Prueba de su poder fue que Adolf Eichmann , principal organizador del exterminio de seis millones de judíos, trabajaba para él. Y hasta Himmler , jefe de las SS, le tenía miedo, a pesar de que Heydrich estaba por debajo en la escala de mando.

No se sabe cómo los responsables del intento de profanación supieron el lugar exacto donde se encontraban enterrados sus restos, puesto que el nombre de Heydrich había sido borrado de la lápida en 1945, tras la liberación de Berlín, con el objetivo de evitar futuro homenajes. Una decisión que los aliados tomaron con otros muchos líderes nazis al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, no es la primera vez que la Policía alemana investiga un suceso parecido: en febrero de 2000, un grupo de extrema izquierda autodenominado « Autonomen Totengräber » (Excavadores de tumbas autónomos) abrió la tumba del oficial de las SS Horst Wessel y, según su comunicado, arrojó su cráneo al río Spree.

Tumba de Reinhard Heydrich en el Cementeri de los Inválidos en Berlín, cuyo nombre fue borrado por los aliados tras la Segunda Guerra Mundial AFP

El atentado de Heydrich y Hitler

Lo cierto es que Wessel no es más que una mota de polvo en la devastadora historia del Tercer Reich, en comparación con Heydrich, quien tuvo el dudoso honor de protagonizar el atentado con el que se inició la Segunda Guerra Mundial . Una acción ordenada directamente por Hitler y llevada a cabo por un comando de las SS bajo las órdenes de nuestro protagonista –« Operación Tannenberg », se la bautizó–, con el objetivo de calentar el ambiente para justificar la invasión de Polonia y la declaración de guerra. Fue el 31 de agosto de 1939, a las 20.00 horas, cuando media docena de sus hombres asaltó las instalaciones de la Radio Breslau, en Gliwice, disfrazados con patillas y vestidos de civil al estilo polaco, para lanzar a través de la emisora una falsa y violenta proclama contra el «Führer» y el Tercer Reich.

Heydrich y sus hombres entraron disparando al aire y dando gritos, antes de reducir a tres empleados y un policía para leer la supuesta proclama en polaco. En ella se asegurara que habían comenzado la invasión de Alemania para obtener sus «justas reclamaciones». Y para dramatizar aún más la escena, llevaron hasta allí a un pobre campesino de Silesia –ni militar ni político–, que las SS había detenido un día antes. Era lo que los nazis llamaban «carne en conserva», es decir, un arrestado al que mantenían vivo para usarlo cuando les conviniera. Y esta fue la ocasión: lo arrastraron hasta allí absolutamente drogado y, nada más llegar, le pegaron un tiro en la puerta y dejaron su cadáver a la vista de todos, vestido con el uniforme del ejército polaco que habían robado previamente para que no hubiera confusión. Aquello fue suficiente para que Hitler encontrara su deseada excusa para comenzar la guerra.

En 1938, Heydrich ya había sido uno de los organizadores del pogromo contra los judíos en Alemania que se llevó a cabo en la noche del 9 al 10 de noviembre. Él mismo fue quien envió un telegrama a varios departamentos importantes del SD y de la Gestapo , donde les instaba a incendiar y destruir todas las empresas y sinagogas judías. Y ordenaba también que, «en todos los distritos, debían ser arrestados tantos judíos como fuera posible, especialmente los ricos, en tanto estos pudieran ser reubicados en los centros de detención». «Inmediatamente después de que los arrestos se hayan llevado a cabo, determinados campos de concentración deberán ser consultados para recolocar a estos judíos tan rápido como fuera posible», añadía. Y de hecho, 20.000 de ellos fueron enviados a campos en una decisión que los historiadores consideran el comienzo del Holocausto.

De Polonia a Checoslovaquia

Reinhard Heydrich se fue involucrando cada vez más en los aspectos más abyectos del Tercer Reich. En 1939 comandó la campaña de atentados en Polonia para desestabilizar el país, como fue el caso de la bomba en la estación ferroviaria de Tarnow y los 20 muertos que provocó. Pero fue el falso atentado en la radio de Gliwice lo que le situó en un lugar privilegiado dentro del régimen nazi. Tanto es así que, durante la invasión, él fue el encargado también de organizar un programa de asesinatos en masa a través de las unidades especiales de la policía de seguridad que ya habían puesto bajo sus órdenes.

Reinhard Heydrich ABC

Son los tristemente célebres «Einsatzgruppen», que más tarde sembrarían el terror durante la invasión de la URSS con todo tipo de atrocidades arbitrarias. T fue él quien elaboró las regulaciones para que estas unidades y el Ejército cooperaran en el asesinato de los judíos soviéticos, además de los intelectuales, comisarios políticos y cuadros del Partido Comunista que se oponían a los nazis. Fue así como comenzaron a concentrar a miles de inocentes para fusilarlos o gasearlos mediante camiones. Se calcula que hacia el final de la guerra ya habían matado a más de 700.000 inocentes en la URSS.

El 31 de julio de 1941, Heydrich ya había recibido la autorización escrita de Hermann Göring para que planificara la «solución final a la cuestión judía» en los territorios bajo control alemán. La misma que a la postre acabaría con la vida de más de seis millones de personas. Poco después, en septiembre de de ese año, llega a Praga como protector en funciones de Bohemia y Moravia, es decir, la parte de Checoslovaquia que había sido incorporada al Reich en marzo de 1939. Su misión era eliminar cualquier rastro de oposición a los nazis mediante la supresión completa de la cultura checa, así como con la deportación y ejecución de todos los miembros de la resistencia checa. A estas alturas era ya considerado el miembro más temible de la élite nazi y, de hecho, lo primero que hizo al llegar a su nuevo destino fue realizar una clasificación racial de los que podían y no podían ser germanizados. «Convertir a esta basura checa en alemanes debe dar paso a los métodos basados en el pensamiento racista», explicaría más tarde.

La «solución final»

El 20 de enero de 1942, por orden de Göring, Heydrich organizó y presidió la famosa Conferencia de Wannsee , que reunió a un grupo de altos cargos del Tercer Reich para disponer las medidas administrativas y la logística del Holocausto. Según el historiador Donald Bloxham, en aquella discusión él «tan solo dedicó un pensamiento de odio a los judíos», tal y como reflejó la película protagonizada por Kenneth Branagh en 2001: «La solución final». En febrero, según sus propias estimaciones, ya había arrestado y enviado al campo de concentración de Mauthausen-Gusen a unas 5.000 personas. En marzo, continuó con la represión y la supresión de todas las organizaciones culturales, patrióticas, militares e intelectuales de Checoslovaquia. Y en los cuatro meses siguientes detuvo a 79.000 obreros para que trabajaran a la fuerza para la Alemania nazi, aumentando su jornada laboral de ocho a 12 horas.

Heydrich despreciaba a los judíos y a todos los opositores del Tercer Reich, hasta el punto de que quería establecer un régimen de esclavitud que durara décadas. La resistencia checoslovaca exiliada en Londres pensó que no podía esperar más para acabar con el «Carnicero de Praga», así que prepararon un espectacular atentado para demostrar al mundo que su país no se había plegado a la tiranía nazi. Se le llamó la « Operación Anthropoid ».

Aprovecharon que Heydrich había descuidado su seguridad personal, convencido de que a él no le podía pasar nada, para enviar a dos paracaidistas checos a principios de mayo de mayo de 1942. Jozef Gabcík y Jan Kubis volaron en un avión suministrado por el Gobierno británico y se lanzaron en un descampado a las afueras de Praga. Protegidos por la resistencia, vigilaron durante semanas los movimientos del «verdugo de Hitler», que hacía todos los días el mismo recorrido.

La granada

El 27 de mayo, el dirigente nazi salió como cada mañana desde su domicilio a las afueras de Praga, una suntuosa mansión confiscada a un judío, hacia su despacho oficial en el castillo Hradcany. Iba solo con el chófer, sin escolta, exhibiendo su poder en su Mercedes-Benz descapotable, cuando estos lo abordaron en una calle del barrio de Liben. A Gabcík se le encasquilló su metralleta y no pudo disparar.

Heydrich tomó entonces una decisión que a la postre le costaría la vida. En lugar de ordenarle al chófer que acelerara y huyera, le mandó detener el vehículo para enfrentarse a sus atacantes. Él no era un cobarde, así que los perseguió con su pistola en la mano... pero tan solo dos pasos. Justo cuando iba a echar a correr, Kubis consiguió lanzar una granada contra la parte trasera del automóvil, los que causó graves heridas de metralla al líder nazi, que un segundo después cayó desplomado.

Hitler tuvo un ataque de furia al enterarse de que su gran especialista en seguridad y guardián de tantos secretos había sufrido un atentado por arriesgarse imprudentemente. En aquel momento, además, Heydrich preparaba un nuevo salto en su carrera, ya que iba a ser nombrado encargado de la seguridad global de todos los territorios ocupados. Pero no le dio tiempo: unos días después, el 4 de junio, murió en el hospital Bulovka. Himmler había enviado a sus mejores médicos de las SS, pero no pudieron hacer nada. Aquel hombre «indispensable» e «insustituible» para el régimen nazi, perdía la vida mientras el «Führer» maldecía su «estúpida» e «insensata» costumbre de enfrentarse a todo el mundo lleno de odio.

Como represalia, Hitler ordenó deportaciones, ejecuciones masivas y la destrucción completa de las localidades que supuestamente habían dado refugio a los paracaidistas: Lezaky y Lidice. En ellas se empalaron las cabezas de los autores de la muerte de Heydrich, para que las viera todo el mundo. Y después se conservaron en formol en el palacio de Pecek hasta el final de la guerra.

Reinhard Heydrich fue enterrado con todos los honores de Estado en el Cementerio de los Inválidos deBerlín, pero después de la Segunda Guerra Mundial, los aliados borraron su nombre de la lápida y tan solo dejaron a una roca en el lugar... que allí ha permanecido sin sobresaltos hasta el 12 diciembre, casi ochenta años después.

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