El héroe del Imperio español que prefirió morir a sablazos a rendirse ante los piratas de Napoleón

Nicolás de Otero Figueroa y Cea se convirtió en el primer marino en obtener la Cruz Laureada de San Fernando de 2ª clase tras combatir en 1811 contra un corsario francés de un porte muy superior a su goleta

Manuel P. Villatoro

Esta funcionalidad es sólo para registrados

«Que no 'monsieur', que no me rindo». En la actualidad es imposible conocer los improperios que debieron salir por la boca del entonces capitán de fragata Nicolás de Otero Figueroa y Cea cuando el corsario francés contra el que batallaba le aconsejó capitular. Pero la gallardía que había demostrado este español hasta entonces hace que, al menos en mi imaginación, tomen forma estas palabras. Lo que se sabe a ciencia cierta es que, durante todo aquel combate a lomos de su pequeña goleta « Ave Fénix », el oficial instó a sus hombres a dejarse la vida a pesar de que el porte de su enemigo era mayor. Los galos solo tuvieron una forma de lograr que dejase de combatir: disparándole hasta en tres ocasiones y soltándole dos sablazos en la mollera.

Es cierto que aquel 26 de junio de 1811 le vencieron. De eso no hay duda. Pero también es real que el combate contra este corsario francés en plena Guerra de la Independencia hizo que Nicolás de Otero Figueroa y Cea fuese el primer marino en obtener la Cruz Laureada de San Fernando de 2ª Clase . Un honor que, a la postre, le hizo ser recordado en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando con una placa en la que, todavía hoy, se rememora su gesta de la siguiente guisa: «A la memoria del capitán de fragata Don Nicolás Otero y Figueroa. Muerto gloriosamente en la goleta de su mando en el combate que sostuvo en el mar de las Antillas contra un corsario francés de mayor porte el 26 de junio de 1811».

Nace un héroe

Pero vayamos por partes y comencemos desde el principio. Tal y como afirma el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia (una fuente tan básica en la actualidad como lo fue -y es todavía- el insigne Cesáreo Fernández Duro ), Nicolás era hijo de familia noble. Para ser más concretos, de Francisco Otero de Figueroa, y de Antonia de Cea y Prado. Nuestro protagonista vino al mundo en 1771 en Santiago de Compostela. Marino de vocación, ingresó en la compañía de Cartagena el 9 de febrero de 1789 y, apenas dos primaveras después, fue ascendido a alférez de fragata. A partir de entonces se dedicó a recorrer el Mediterráneo (primero) y el Atlántico (después) en diferentes bajeles para empezar a foguearse.

Napoleón Bonaparte

Su carrera fue fulgurante. De ascenso en ascenso, desde 1794 embarcó en navíos como el «San Joaquín» (desde el que participó en la conquista de Tolón) o el «Soberano» (en el cual combatió en la batalla de San Vicente ). «Después embarcó en la fragata ' Pomona ', y mandó la balandra n.º 6 y el obusero n.º 11, hasta que hecha la paz con Inglaterra en 1802 regresó a Cartagena y ascendió a teniente de fragata. En los años sucesivos embarcó en la fragata ' Venganza ' (1802-1803), y mandó el falucho ' Saeta ' (1803-1805), con el que apresó un buque inglés. Después embarcó en el navío ' Reina Luisa ', trasbordó brevemente al 'San Carlos'», desvela la Real Academia de Historia en su artículo sobre este personaje.

Según explica el mismo orgasnismo, nuestro aguerrido Nicolás fue ascendido a teniente de navío después de que el felón Napoleón Bonaparte arribara con sus tropas a la buena España. Desde ese momento su bajel se convirtió en uno de los correos marítimos más destacados del Caribe. No lo debió hacer nada mal, pues en enero de 1811 (tres años después de que se declarara la guerra a los galos) volvió a ser catapultado hasta un nuevo puesto: el de capitán de fragata . Su tarea iba a ser más que ardua, pues los oficiales gabachos acechaban, cual lobos, a los buques rojigualdos en el Atlántico.

La batalla más dura

En enero, mientras ingleses e hispanos combatían juntos en la Península contra el pendón del águila imperial, De Otero recibió órdenes de salir hacia Cartagena de Indias, Puerto Rico y Veracruz . Las órdenes eran las habituales: transportar el correo de un lado a otro del maltrecho Imperio español . Su montura no era otra que la «Ave Fénix» , una pequeña goleta que dirigía desde el año 1807. Parece que en el viaje de ida no vio nuestro marino mayores problemas que los típicos de la navegación. Sin embargo, en el trayecto que separaba Puerto Rico de La Habana no tuvo tanta suerte el de Santiago de Compostela. Cuando el calendario marcaba el 26 de junio se dio de bruces contra un buque galo de mayor porte.

Según narró en su informe oficial el general Ignacio María de Álava , por entonces comandante del apostadero de La Habana, el enemigo con el que se topó Figueroa era un corsario francés . Es decir, un pirata con patente imperial para saquear, robar y -en definitiva- molestar cuanto más pudiera a los españoles en nombre de Bonaparte. «Navegaba la goleta-correo de la Armada Fénix […] de Puerto Rico para este, y hallándose el 26 del mes anterior al N. de la Isla de Santo Domingo, y sobre el muro de San Nicolás, descubrió otra cuyas maniobras indicaron que desde luego su clase y sus intenciones de atacarla», explicaba el oficial en un documento, replicado en el dossier «Biografía de don Nicolás de Otero Figueroa y Cea» (Todoavante, 2017).

Goleta española (modelo de 1852)

Pintaban bastos, vaya. Pero el español no estaba por la labor de capitular. Así pues, dispuso a sus hombres para el combate. El capitán francés, por su parte, entendió que la superioridad de su bajel radicaba en su mayor número de hombres. Por ello, ordenó arrimarse a la «Ave Fénix» para abordarla y acabar con su tripulación. «Preparose particularmente en las armas blancas y de chispa», añadía Álava. Averiguar lo que allí sucedió no es, en la actualidad, tarea sencilla, pero lo que sabemos es que Figueroa le puso naso mientras veía como el enemigo dirigía sus velas hacia él. Poco después empezó a volar el plomo de una cubierta a otra.

El primer intento del galo de meterse en la «Ave Fénix» resultó en un desastre. Los españoles rechazaron el ataque sin problemas. Por desgracia, la mayor cantidad de bocas de fuego terminó causando varios muertos en la goleta hispana antes de que llegara el combate cuerpo a cuerpo. En palabras de Álava, el francés consiguió «matar a siete hombres» y «herir hasta quince» , «hallándose entre estos últimos el propio Figueroa». Pero lo que tiene ser español es que el valor termina imponiéndose. Cuando los corsarios se personaron en la cubierta de nuestro bajel, se toparon con un duro escollo que superar: el capitán de Santiago de Compostela. Este se mantuvo estoico en su puesto, juró fallecer antes que capitular y combatió como un león al enemigo.

«No me rindo»

Así describe el combate la Real Academia: «El 26 de junio de 1811, cuando regresaba de Puerto Rico, al darse el abordaje tuvo la “Ave Fénix” siete muertos y quince heridos, entre ellos Otero: negándose a rendir el buque de su mando, continuó el combate hasta caer muerto sobre la cubierta, habiéndose enfrentado a cuatro franceses , que lo acabaron de dos sablazos en la cabeza ». Poco antes, y como bien explica el capitán de navío José María Madueño Galán en su dossier «La Armada y la Orden de San Fernando: los marinos laureados» , había recibido la friolera de tres disparos que no le impidieron manejar el sable contra el enemigo.

Por su parte, el coronel de Infantería de Marina F rancisco Javier Ayuela Azcárate afirma en su dossier «Los caballeros laureados de la Armada» que las últimas palabras de este héroe español fueron tan épicas como su combate contra el enemigo: «Gravemente herido, expiró diciendo “ no me rindo ”, frase que no dejó de repetir durante la desigual lucha». En cualquier caso, Nicolás Otero de Figueroa dejó aquel día una viuda y nada menos que cinco hijos en Puerto Rico. Por desgracia, su acto de heroicidad no le valió repeler al enemigo. Los franceses, ávidos de conseguir cualquier riqueza que hubiera dentro de la «Ave Fénix», la saquearon hasta la toldilla y, cuando apenas era un cascarón hueco, la dejaron al mando del alférez de fragata Donato Soubirán . Este llevó de vuelta el bajel a territorio rojigualdo poco después.

Batalla del cabo San Vicente

Lo que sí le permitió su heroicidad fue obtener la Cruz Laureada de San Fernando después de que este título se creara poco después. «El primer marino que ganó la cruz laureada de 2.ª clase para oficiales, suboficiales y tropa, según la fecha de concesión y también según la antigüedad del hecho de armas que la causó, fue don Nicolás Otero de Figueroa y de Cea, capitán de fragata y comandante de la goleta Ave Fénix: le fue concedida el 16 de noviembre de 1815 por su valor en el combate sostenido contra un corsario francés de superior porte, en las costas de San Nicolás (isla de Santo Domingo), el 26 de junio de 1811», afirma Madueño Galán en su dossier. A su vez, fue ascendido a capitán de navío a título póstumo. Fue una última deferencia a su extensa carrera en la Armada española.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación