Guerra Civil

La dolorosa confesión del mejor general de la Segunda República: «Franco venció por su superioridad»

Vicente Rojo, considerado uno de los militares más preparados del bando republicano, explicó tras la contienda las causas que llevaron a los nacionales a la victoria

Alberto de Frutos, auntor de «30 paisajes de la Guerra Civil», analiza en ABC la figura de este militar. ¿Estaba tan preparado cómo nos han hecho creer?

Vídeo: Los secretos de la Segunda República contados por el mejor general del Ejército Popular ABC
Manuel P. Villatoro

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Si Enrique Líster se convirtió en uno de los militares republicanos más efectivos sobre el campo de batalla, Vicente Rojo Lluch fue, para muchos, el oficial más preparado de la Guerra Civil . Las loas de sus contemporáneos se cuentan por decenas. La Pasionaria , por ejemplo, le definió como un hombre de «talento evidente e indiscutibles méritos». Jesús Pérez Salas , oficial de carrera leal al Gobierno durante el enfrentamiento, prefirió tildarle como uno de los militares «más eficaces». El paso de los años ha sentado bien a nuestro protagonista. En la actualidad, los historiadores han dicho de él que fue «el mejor estratega del ejército republicano» (así lo explica en sus obras Jorge Martínez Reverte) o, de forma más directa, el «mejor general de la República» (en palabras de Luis Suárez Fernández).

Valgan estas descripciones para demostrar que Rojo no era un cualquiera. Y para poner en valor su obra «¡Alerta los pueblos!» . Un estudio político y militar sobre la Guerra Civil editado en 1939 en el que –entre otras tantas cosas– desmenuzaba punto por punto las causas que llevaron a Francisco Franco a vencer a la Segunda República . «Podemos sintetizar que Franco ha vencido por su superioridad; una superioridad lograda, tanto o más que por su acción directa, por nuestros errores», arguyó. La confesión debió escocerle si atendemos a que, según expertos como Alberto de Frutos (autor de varias obras sobre el conflicto como la superventas «30 paisajes de la Guerra Civil» ), «si las guerras las libraran solo los individuos como en una justa medieval, no estoy seguro de que Franco hubiese vencido a Rojo».

[PUEDE LEER LA ENTREVISTA COMPLETA A ALBERTO DE FRUTOS AL FINAL DEL REPORTAJE]

Terreno militar

Rojo fue tajante en lo que respecta a la victoria de Francisco Franco : «En el terreno militar, ha triunfado». El republicano, versado en la táctica castrense —así lo demuestran sus notas sobresalientes en las diferentes academias que pisó—, admitió que su némesis había sabido valerse de sus conocimientos en el arte de la guerra para acabar con el Ejército Popular . Pero no solo eso. Como hizo años después Enrique Líster, reconoció que el Gobierno cometió el error de apartar a los oficiales de carrera, siempre señalados como fascistas en potencia, en favor de líder sindicales y caudillos de las milicias populares. Ideológicamente afines, no hay duda, pero que poco o nada sabían de dirigir contingentes en mitad de la lluvia de cartuchos.

«Muchas veces, comentándolo con los compañeros que tenían motivo para entender estas cosas, yo decía: si triunfamos nosotros, tal y como ahora somos, el arte de la guerra, según lo conocemos, y como nos lo enseñaron, vendrá al suelo, porque habremos demostrado cómo una masa que se llama ejército, sin haber logrado una organización; sin cohesión, porque aún no responde fielmente a los resortes de la obediencia y de la colaboración; sin unidad moral, sin grandeza de aspiraciones en algunos dirigentes, que anteponen sus intereses personales o partidistas a los de la masa popular; sin medios materiales adecuados para hacer la guerra, […] sin instrucción, sin técnicos, etc.; habrá vencido a tropas donde se revelan características totalmente opuestas».

Casi como una letanía (¿quizá una excusa?) Rojo se refirió de refilón a los pocos «medios materiales» que el Ejército Popular tuvo a su disposición para combatir en la Guerra Civil. Otra de las causas que, en sus palabras, condenaron a la Segunda República.

«En segundo lugar, [Franco ganó] porque hemos carecido de los medios materiales indispensables para el sostenimiento de la lucha. Esta penuria ha sido permanente, Lo fue en los primeros tiempos, lo ha sido durante toda guerra y fue extraordinaria en la maniobra de Cataluña. Todos los pedidos de material adolecían de pobreza; nunca se ha adquirido más de la cuarta parte de lo que se pedía y era indispensable, y muchas veces, como en la ocasión de Cataluña, ha llegado tarde. La escasez de recursos financieros o la visión limitada de nuestros políticos ha dado lugar a que se careciese de las dotaciones mínimas. Nuestra industria no ha logrado producir lo preciso para alimentar el desgaste».

Llevaba razón a medias. Bien es cierto que, durante la segunda parte de la contienda, la Legión Cóndor y la Aviazione Legionaria dominaron los cielos, pero también lo fue que, a lo largo de las primeras semanas, la llegada de asesores y cazas soviéticos hicieron lo posible por equilibrar la balanza. A su vez, la Segunda República recibió también carros de combate rusos que el bando sublevado anhelaba, como los T-26. De lo que sí adoleció el Gobierno al final del enfrentamiento fue de materiales con los que equipar a sus soldados y de munición. Algo debido, entre otras causas, al bloqueo que la marina y los submarinos italianos y germanos hicieron de los refuerzos que arribaban a través de las aguas.

Rojo, junto a Azaña

Con todo, el tema de la supremacía armamentística por parte del bando nacional ha generado un tenso debate durante estos años que todavía sigue vivo. En los últimos ensayos históricos publicados por autores como el historiador Luis Eugenio Togores se desvela que los problemas de la Segunda República no fueron tanto la escasez y la calidad del armamento (que existió en diferentes fases del enfrentamiento), sino la falta de doctrina militar y de soldados entrenados para sacarle el máximo provecho. «El armamento republicano era mejor que el nacional, pero los hombres eran mejores y el espíritu castrense y marcial va en la propia ideología del 18 de julio», afirmó el experto español en una entrevista publicada en «El debate de hoy» el 1 de abril de 2019.

En tercer lugar, Rojo atribuyó la victoria militar a una «defectuosa dirección técnica de la guerra en todo el escalonamiento del mando» por parte de la Segunda República. «De un modo general, todos, incluso los elementos profesionales, no estábamos preparados para los cargos que la realidad nos obligaba a desempeñar y la masa de cuadros medios no podía ser debidamente preparada», confesó. En sus palabras, el gran error del Gobierno fue apostar por una «masa de cuadros» improvisada, cuando «es sabido que la guerra está reñida con la improvisación».

Dirección suprema y política

La dirección suprema fue otro de los ámbitos que, según Rojo, hizo que Franco obtuviera la victoria. Mientras que las extrañas muertes de Mola y Sanurjo (ambos fallecidos en sendos accidentes aéreos) hicieron recaer el poder absoluto sobre el ferrolano, la Segunda República adoleció de una cabeza visible que dirigiera la contienda. «Jamás se realizó de una manera efectiva. Ha faltado un elemento fundamental: el jefe . Nuestra política no quiso que el jefe militar existiera con plenitud de derechos y responsabilidades… En la batalla, que es la pugna de dos voluntades, ha faltado una», desveló el general.

En el terreno político, y siempre según el general, «Franco también ha triunfado». En primer término, porque «la República no se había fijado un fin político, propio de un pueblo dueño de sus destinos o que aspiraba a serlo». Rojo cargó en sus escritos contra unos líderes más preocupados por «menudencias personales y partidistas» que por «los grandes problemas nacionales». Todo lo contrario que el bando sublevado, el cual supo «en medio de sus fluctuaciones monárquico-republicanas-católico-sindicalistas, encontrar e imponer una fórmula, artificiosa o no, de elevadas aspiraciones de Estado». Para los nacionales, en sus palabras, la guerra tuvo siempre un objetivo «político creador» a cuyo fin se subordinaron sus diferentes patas. Nada que ver con el Gobierno.

Francisco Franco

«Nuestro Gobierno ha sido impotente, por las influencias sobre él ejercidas, para desarrollar una acción verdaderamente rectora de las actividades del país…. El Gobierno –simple concurrencia, sin unidad, de tendencias políticas diversas– no podía mandar. Conjugando esta conclusión con la anterior podemos decir que si, en el campo enemigo, la guerra ha sido el desarrollo de una decisión política, con medios de fuerza, dirigidos a un fin, en nuestro campo ha sido el desarrollo de una indecisión política, con medios políticos, persiguiendo distintos fines».

En segundo lugar, Rojo explicó que los errores diplomáticos de la Segunda República entregaron la victoria a Franco mucho antes de que pudiera producirse la derrota militar. «Teniendo, por nuestra situación derecho a la exigencia, nos hemos confirmado con mendigar. Si hemos sostenido diplomáticos derrotitas… ¿Cómo íbamos a ganar crédito en el exterior?». Con amargura, confesó que carecieron de verdaderos aliados y que no supieron hacer ver a Europa que el problema del fascismo español no tardaría en replicarse en sus respectivos países. «La guerra estaba internacionalmente perdida por nuestros errores y por la indiferencia de los países afines, mucho antes de que hubiera terminado realmente», completó.

Orden social

Por último, Rojo confirmó que «Franco ha triunfado en el orden social» , porque, en primer lugar, logró la superioridad moral en el exterior y el interior. Aunque también porque supo asegurarse el apoyo de las potencias internacionales. Algo que la Segunda República no logró por mucho que lo intentó.

«En el exterior ha trasladado un problema revolucionario local al plano donde se sopesan las grandes cuestiones internacionales. En el interior, ha manejado, también hábilmente combinados, los factores sentimentales, conjuntamente con el sometimiento de la masa, el éxito militar y la propaganda».

Alberto de Frutos: «Como intelectual, Rojo estaba mejor preparado que Franco»

Católico, pero republicano; militar convencido, pero contrario a los africanistas. Rojo fue siempre un soldado de contrastes…

Hubo otros generales católicos en el bando republicano –ahí están, por ejemplo, Juan Hernández Saravia, que ingresó en la Orden Tercera de los Carmelitas, Domingo Batet, al frente de la VI División Orgánica o Enrique Salcedo…–, así como militares que no prestaron servicio en Marruecos (Rojo sí lo hizo, casi cinco años) y rechazaron el aventurerismo de los africanistas. Lo cierto es que Rojo antepuso su lealtad a la República y la inexorable obediencia del deber a cualquier otra consideración, y, con todos sus contrastes y hasta con sus contradicciones, fue un hombre honesto y equilibrado, que supo ver la nobleza y la miseria de ambos bandos. Suya es esta cita: “Había, pues, en los dos campos de todo, bueno y malo, gentes moralmente sanas y perversas, hombres idealistas y valientes, y también criminales y cobardes”.

¿Era Rojo el general mejor preparado de la Segunda República?

Sobre el papel, bien pudo serlo. Como intelectual y teórico, estaba mejor preparado que Franco. Demostró su valía en momentos clave de la contienda, como en la defensa de Madrid, y encarnó la moral (y también las limitaciones) de los suyos en la batalla de Teruel, tan elocuente como inútil. La profesionalización del Ejército de la República se debió fundamentalmente a él y sus maniobras de distracción contribuyeron a prolongar la vida de una República que, sin su impulso, habría sucumbido mucho antes. Ahora bien, no hay que olvidar quién ganó la guerra y reconocer los méritos del adversario, que fueron más allá del apoyo de las potencias extranjeras. En el bando sublevado hubo generales muy calificados –Franco lo fue, desde luego–, la unidad de mando fue decisiva y las tropas estaban más baqueteadas.

¿Qué implicaciones históricas tiene el que Rojo admitiera que Franco ganó la guerra porque fue mejor a nivel militar y social?

Ya en 1939 Rojo puso negro sobre blanco las razones por las que, a su juicio, Franco había ganado la guerra, en su libro ¡Alerta los pueblos! Y son tan clarividentes como demoledoras. Los argumentos militares resultan más o menos predecibles (escasa preparación de los mandos, ausencia de medios militares…), pero los políticos y sociales son muy significativos. “La República –dice– no se había fijado un fin político”, “nuestro Gobierno ha sido impotente”, “errores diplomáticos”, “Franco ha triunfado porque ha logrado la superioridad moral en el exterior y en el interior”.

Rojo no se mordía la lengua. Desde el exilio, le siguió doliendo España, criticó los Pactos de Madrid de 1953 y volvió una y otra vez sobre la memoria de la guerra (ahí está su impresionante Historia de la guerra civil española, que recuperó Jorge Martínez Reverte). Seguramente, la franqueza de sus opiniones moleste a algunos, pero pienso que la postura del general es conocida. Su intención, lo que le movía en esos años, la dejó clara en la causa que lo juzgó en 1957: conservar su “independencia para juzgar patrióticamente los acontecimientos que pudieran tener repercusión en la vida española”.

¿Cree, como Rojo, que Franco ganó la guerra “porque era mejor”?

Si las guerras las libraran solo los individuos como en una justa medieval, no estoy seguro de que Franco hubiese vencido a Rojo, la verdad. Pero la Guerra Civil fue todo menos una justa medieval. Hay factores que, más allá de las virtudes militares de uno y otro, explicarían su desenlace. Franco contaba con las tropas más experimentadas y disciplinadas –el ejército de Marruecos– y con un número muy superior de oficiales. A partir de Madrid, se movió con pies de plomo, hasta el punto de que se le podría aplicar el proverbio chino que reza: “Siéntate a la puerta de tu casa y verás el cadáver de tu enemigo pasar”.

Aunque no fuera el elemento concluyente, es cierto que el material bélico de los sublevados fue mejor. Y, en fin, que por muy competente que fuera Rojo, el Gobierno republicano era una calamidad. Todo el oro de España y la robustez de sus industrias pesaron menos que el dinero de unos particulares, por no hablar de las disputas entre comunistas, anarquistas y socialistas, de la desconfianza entre las distintas instituciones o de la incapacidad manifiesta para explotar sus bazas, como la de la Marina de Guerra.

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