El «glorioso pasado» en ruinas: la familia de Pizarro pide al Estado que restaure su Palacio de la Conquista

El conquistador de Perú mandó construir en su localidad natal de Trujillo, en Cáceres, un imponente edificio de estilo renacentista en el siglo XVI, cuyos familiares aseguran ahora que está en peligro de acabar en ruinas. «Es una pena que esté vacío, cerrado al público y en un estado tan terrible», aseguran desde la Universidad de Oxford

El Palacio de los Marqueses de la Conquista, en Trujillo, junto a un retrato de Pizarro ABC

Israel Viana

«Es una pena que el Palacio de los Marqueses de la Conquista esté vacío, cerrado al público y en un estado tan terrible», aseguró este miércoles a «The Times» Edwin Williamson. Con sus palabras, este respetado profesor de Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Oxford ha querido poner en valor la enorme e innegable importancia que tuvo para el mundo la conquista del Perú . Una empresa que ha calificado, incluso, de punto de inflexión en la historia. «Por eso este magnífico edificio merece ser restaurado, tal vez a través de una asociación entre sus descendientes y el Estado español, para convertirlo en un museo que cuente la conquista del Imperio Inca y el papel crítico que jugó España en el enriquecimiento de Europa y en la temprana globalización de la economía global», añadió.

Williamson se refiere al impresionante palacio que Francisco Pizarro mandó construir en Trujillo, el pequeño municipio cacereño en el que nació el 16 de marzo de 1478, antes de convertirse en uno de los primeros europeos en llegar al Pacífico y en el responsable de la conquista de Perú medio siglo después. Así lo dejó plasmado por escrito poco antes de morir en 1561. Una voluntad que su hermano Hernando, también conquistador de las Américas, y su hija Francisca Pizarro Yupanqui llevaron a cabo, veinte años después, siguiendo las indicaciones recogidas por este en su testamento.

El palacio acabó siendo un imponente edificio de estilo renacentista ubicado en la Plaza Mayor de la localidad, cuyos descendientes aseguran ahora que está en peligro de acabar en ruinas. María Pérez Herrasti y Urquijo , la marquesa de la Conquista número 18 –un título que Carlos I de España otorgó al conquistador por su intervención en Perú–, es la dueña del palacio junto a sus tíos y una tía. De ahí que todos hayan manifestado conjuntamente su incapacidad para mantenerlo en pie. Dicen que está deshabitado, es inseguro y corre riesgo de desaparecer si no se acomete una restauración urgente.

El botín del conquistador

El trabajo costaría millones de euros y podría servir, argumentan, para abrirlo al público como archivo o museo dedicado al descubrimiento y posterior conquista de América. Un objetivo muy pertinente si tenemos en cuenta que en la misma localidad nacieron también Francisco de Orellana , descubridor del río Amazonas, y Diego García de Paredes , compañero de viaje de nuestro protagonista y su hermano, este último a su vez según de Hernán Cortés en la conquista de México. De ahí que a menudo se conozca a Trujillo como el «pueblo de los conquistadores».

«Para llevar a cabo este trabajo, se requiere, efectivamente, una importante ayuda financiera», declaró también a «The Times» la marquesa sobre su palacio, considerado uno de los mejores ejemplos de la arquitectura del renacimiento español y uno de los mejores ejemplos de las ostentosas mansiones construidas por los conquistadores con el botín conseguido durante sus viajes. Y el primero de una familia tan importante para la historia de España como son los Pizarro, puesto que antes no poseían ninguno.

Palacio de los Marqueses de la Conquista

Es cierto que estaban bien situados política, social y económicamente, pero eso no quiere decir que fueran ricos. Formaban, además, una familia muy extensa con situaciones y estatus muy variados. Cuenta la historiadora Esteban Mira Caballos en su libro «Francisco Pizarro: Una nueva visión de la conquista del Perú» (Crítica, 2018) que poseían únicamente dos casas solariegas blasonadas: una junto a la iglesia de Santa María, en la parte de intramuros de Trujillo, y otra en la plaza del Arrabal que era propiedad del padre, Gonzalo, cuya rama familiar no es que gozara tampoco de una gran fortuna.

Como militar en la guerra de Navarra, Gonzalo Pizarro percibía 50.000 maravedíes anuales, un sueldo estimable pero no lo suficientemente cuantioso como para construir un palacio como el de los Marqueses de la Conquista. Al fin y al cabo era un asalariado más. Uno con mucha reputación y un patrimonio medio que superaba al de muchos vecinos, pero no para que todos sus vástagos pudieran vivir de la rentas. En su testamento, en el que citó a todos sus hijos legítimos e ilegítimos salvo a Francisco –«tradicionalmente se atribuye a un despiste o a la sospecha de que este hubiera fallecido en su larga aventura indiana», explica Mira Caballos–, incluyó también su casa natal, una propiedad rústica y algunas tierras. Y ya, eso era todo.

Hasta 1580

Quizá por eso el Palacio de la Conquista fuera uno de los sueños más importantes que albergaba el más famoso de los Pizarro, el lugar donde esperaba descansar una vez regresara a casa tras una vida de aventuras. Y quedó tan impresionante que tardó en construirse dos décadas. No se terminó hasta 1580, dos años después de Hernando, que no pudo ver culminada la obra de su hermano.

El historiador Pedro Cordero Alvarado lo describía así en «El escudo de armas de Francisco Pizarro: reflejo de la conquista del Perú» (Quercus, 1999): «Fue levantado sobre el solar que ocupaba la casa paterna, a la que añadieron otras aledañas que compró su hermano. Está realizada con robustos sillares de granito y tiene dos fachadas de cuatro plantas cada una que están coronadas con una moldura decorada con 12 angelotes. La que mira a la Plaza Mayor se alza sobre cinco soportales de arcos de medio punto. En una de las esquinas se encuentran dos medallones con los rostros de Francisco y su esposa, una mujer inca llamada Quisperiza que fue bautizada en España como Inés Yupanqui Huaylas. Y en la otra esquina, los retratos de Hernando y su sobrina Francisca, con la que había contraído matrimonio».

Lo más llamativo es el monumental emblema con las armas ganadas por Pizarro durante la azarosa aventura en el Imperio Inca, en tiempos de Carlos I. Se encuentra sobre el balcón y ocupa nada menos que toda la altura de los dos últimos pisos. En el centro, además, se puede ver una alegoría a la conquista del Perú, rodeada por las murallas de la ciudad de Cuzco.

La voluntad de Francisco Pizarro

Debido a que el palacio tuvo muchos problemas de cimentación por su gran peso, tuvo que ser restaurado en la primera mitad del siglo XVIII por el arquitecto Manuel de Lara Churriguera , sobrino de José de Churriguera , máximo exponente del estilo churrigueresco. Reforzó su planta baja y apuntó los muros y los arcos poniendo grapas de hierro y forró sus columnas por las pilastras tal y como están a día de hoy. «Para cualquiera que visite Trujillo, el palacio es un recuerdo de su glorioso pasado», declaró la marquesa, a quien el Gobierno ofreció hace tiempo su ayuda para las obras de mantenimiento, pero con la condición de que lo donara al Estado. Ella alegó en que la voluntad de Francisco Pizarro siempre fue que estuviera en posesión de su familia. «Por eso para todos sus miembros es una obligación moral seguir los deseos de nuestro antepasado», añadió.

Si la conquista y colonización de América por los españoles constituye elemento esencial de la leyenda negra, la lista de supuestos malvados que la protagonizó sigue teniendo en Pizarro a uno de los más destacados. Frente a figuras irrefutables como Colón o Hernán Cortés , este suele ser retratado siempre como un taimado conquistador en la tercera edad, cruel y asesino. Ni siquiera consiguió salvar su imagen el hecho de que encontrara la muerte en un asesinato alevoso y traicionero , por parte de sus compatriotas, en Lima. Ahora es el palacio de sus sueños el que corre el peligro de desaparecer.

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