Guerra Civil

García Morato: el combate más épico del letal piloto de caza Nacional que el PSOE quiere exhumar

La Comisión de Memoria Histórica busca sacar los restos de este aviador, 'As de ases' de la Aviación Nacional al atesorar 40 bajas en la Guerra Civil, de una iglesia de Málaga

VÍDEO: García Morato, el 'As de ases' de la Guerra Civil ABC
Manuel P. Villatoro

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Lejos de peleas ideológicas, el combate que protagonizó el aviador del bando nacional Joaquín García Morato sobre su «Chirri» el 18 de febrero de 1937 fue, cuanto menos, curioso de recordar. Aquella jornada se lanzó, con el único apoyo de dos compañeros, contra 26 cazas de la Segunda República . Según escribió poco después, durante algunos minutos estuvo convencido de que aquel sería su último día sobre la Tierra. Pero, para su sorpresa, una veintena de pilotos italianos le prestaron apoyo en el último momento. La batalla se saldó con una victoria más que le permitió sumar, tras la Guerra Civil , la friolera de 40 bajas y ganarse el respeto de sus enemigos. Así lo demuestra lo que solían decir los miembros de las escuadrillas gubernamentales antes de salir de misión: « Suerte, y que no te encuentres con el grupo de Morato ».

A García Morato, la muerte le llegó poco después de la guerra, durante una exhibición. Tras el accidente fue enterrado en el Cementerio de San Miguel (en Málaga) aunque, en 1971, sus restos fueron enviados a la iglesia del Carmen de Málaga, donde todavía descansan. Al menos por el momento ya que, la pasada semana, la Comisión de Memoria Histórica creada a instancias del PSOE confirmó que sus restos serán exhumados en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica . Entre otras cosas, el portavoz del partido en el Ayuntamiento ha incidido en que este aviador «participó en la masacre de decenas de miles de personas y ayudó a los mismos bombarderos nazis e italianos que persiguieron y asesinaron a la población civil». Una vez más, la controversia está servida.

Guerra Civil

Pero vayamos a la historia y dejemos a un lado las controversias políticas. A García Morato, el Alzamiento militar le sorprendió en Inglaterra mientras reparaba uno de sus aviones. Cuando conoció la noticia intentó volver a España a través de los cielos, pero fue detenido en Biarritz por el Gobierno galo y se vio obligado a cruzar la frontera en coche. Ya en territorio patrio se unió a la recién creada Aviación Nacional junto a otros 150 de sus compañeros. Por entonces, la superioridad de la Segunda República era incontestable tanto en el número de cazas como en el de aviadores. Y es que, según explica el historiador Jesús María Salas Larrazábal en uno de sus dossieres sobre la aviación en la contienda fraticida - «La Guerra Civil, 1936-1936» - 250 se mantuvieron fieles al gobierno.

García Morato

Durante el primer mes de supremacía republicana, los aviadores nacionales tuvieron que exprimir al máximo sus capacidades en los cielos. García Morato, un veterano curtido de la Guerra de Marruecos , no fue una excepción. Aunque las incontables horas a lomos de un caza ametrallando las posiciones rifeñas y los duros entrenamientos de piruetas en los años treinta le dieron una ventaja considerable sobre sus enemigos. El mismo ABC recalcaba en 1939 que, durante sus días como profesor de acrobacia aérea antes de la guerra, el melillense solía insistir a sus alumnos en que, además de pintorescas, las cabriolas podrían serles muy útiles en mitad de una contienda. « Es divertido y fácil ».

Divertido sí; pero sencillo... no demasiado. Los rizos, los picados, el tonel rápido, la barrena, los resbalameintos y otras tantas maniobras le ayudaron (como recordaba el ABC) a salir victorioso a los mandos de los Heinkel He 51 llegados de Alemania primero y de los míticos Fiat CR-32 italianos (apodados « Chirri ») después. El 12 de agosto empezó su caza particular en los cielos cuando derribó a un enemigo. Poco después se subió también a la cabina de un Junkers Ju-52 germano para bombardear el madrileño aeródromo de Cuatro Vientos y el Ministerio de la Guerra . A la postre, fue uno de los defensores de este tipo de ataques sobre ciudades para hacer comprender a «los milicianos y a la masa roja» que no debían oponer una « resistencia necia y una obstinación larga ».

A lo largo de los tres primeros meses de la Guerra Civil logró abatir a 15 enemigos, una marca que ningún piloto igualó en la contienda. Así fue como se convirtió, paso a paso, en una auténtica leyenda de la aviación y en la pesadilla de los cazas y los bombarderos de la Segunda República . Un claro ejemplo de su arrojo (el cual va más allá de ideologías) lo expone la Real Academia de la Historia en su dossier biográfico sobre este aviador: «El 3 de enero de 1937, Morato protagonizó la mayor hazaña aérea hasta el momento, el abatimiento en un solo combate de dos bimotores rápidos Tupolev SB-2 , llamados Katiuiskas en España». Se ubicó a 5.000 metros de altitud para evitar ser visto por los contrarios y se lanzó en picado contra ellos al distinguir su silueta. Fue un éxito.

La locura del Jarama

Pero fue en la batalla del Jarama donde García Morato protagonizó su actuación más destacada. O, como explicó el ABC en 1959, una de sus «locuras geniales tan frecuentes en la historia de España». Corría febrero de 1937 y la Aviación Nacional se hallaba en crisis. Las escuadrillas de la Segunda República , incrementadas con los aparatos de la URSS, eran las dueñas de los cielos. Mientras, los aeroplanos de los alzados se limitaban a llevar a cabo patrullas aéreas en territorio propio y los pilotos de la Aviación Legionaria italiana (aliada de Franco) habían recibido órdenes de no aventurarse tras las líneas enemigas para evitar bajas. «Estaban temerosos, sin duda, de la falta de seguridad en los vuelos», señalaba este diario.

Lo cierto es que llevaban razón, pues la situación no podía ser peor para los aviones de la Aviación Nacional. La velocidad de los Polikarpov I-15 e I-16 soviéticos de la escuadrilla de Andrés García Calle (más conocido como Lacalle , la gran estrella de los cazas de la Segunda República ) superaba ampliamente a la de los « Chirri » y los Heinkel germanos que escoltaban a los bombarderos sublevados. En esas andaba la situación cuando García Morato fue enviado al frente del Jarama junto a su recién fundada Escuadrilla Azul con órdenes de plantar cara al enemigo costase lo que costase.

El 18 de febrero de 1937 fue la jornada en la que García Morato se ganó su Cruz Laureada de San Fernando . Ese día, la Escuadrilla Azul despegó, junto a otros 21 «Chirris» pilotados por italianos, para dar protección a un grupo de bombarderos Ju 52. En esas andaban cuando se toparon con un nutrido grupo de cazas republicanos. Nada menos que 26, para ser más exactos. Pintaban bastos, y no parecía que sus aliados de la Aviación Legionaria estuvieran dispuestos a lanzarse al combate. La reacción del melillense fue, como mínimo, aguerrida: se arrojó en solitario junto a sus dos compañeros ( Narciso Bermúdez de Castro y Julio Salvador Benjumea ) contra ellos.

García Morato

El mismo García Morato afirmó poco después que aquella jornada, en la soledad de la carlinga, solo podía pensar en que ese sería su último combate. Sin embargo, los cazas italianos, picados en el orgullo, acudieron al rescate. Así narró la situación el diario ABC en el veinte aniversario de su muerte: «Solos, soportan el peso abrumados de la superioridad enemiga, pero el gesto produce sus frutos y 21 “Fiat” que patrullaban en el frente acuden al combate ante el ejemplo de Morato». Tras una dura pelea de perros (como se denomina a este tipo de enfrentamientos) cayeron ocho cazas gubernamentales a cambio de uno nacional.

El lema del melillense, «¡Suerte, vista y al toro!» , quedó aquel día patente contra lo que los medios de la época, en un juego de palabras, denominaron los « morlacos republicanos ». Gracias a esta batalla, García Morato acrecentó su leyenda y el respeto que infundía en los contrarios. «El lema de “Vista, suerte y al toro”, se hizo temible para los aviadores enemigos hasta tal punto que, cuando una escuadrilla roja iniciaba una acción de guerra, los pilotos se despedían con esta frase: “ Suerte, y que no te encuentres con el grupo de Morato ”», añadía este diario. Se cuenta también que la consigna nació de las palabras que el «As» (cualquier piloto con más de cinco bajas) dirigió en una ocasión a un recién llegado que le pidió consejo.

Elevado ya a la categoría de «As de ases» de la Aviación Nacional, García Morato se permitió el lujo de retar a un duelo aéreo al también genio de la aviación García Calle , uno de los pilotos más aguerridos de la Segunda República. Parece que este no aceptó, como explicó poco después de la finalización de la contienda en su obra «Mitos y verdades. La aviación de caza en la guerra española» : «Alfredo Tourné me informó que el general Queipo de Llano había anunciado por la radio que García Morato me desafiaba a un combate sobre el Jarama . Le respondí que me parecía una simpleza puesto que no necesitaba desafiar a nadie, ya que todos los días me podía encontrar en el Jarama al frente de mi escuadrilla».

Derribado y muerto

Según publicó ABC en 1959, García Morato acabó la Guerra Civil con 511 servicios, 112 ametrallamientos, 144 combates aéreos y 40 aparatos destruidos. Jamás fue derribado por el enemigo. Solo hubo una vez en la que se vio obligado a aterrizar tras ser tiroteado por un caza, y este fue un aliado que le confundió con un «Rata» (el apodo que recibían los Polikarpov I-16). Al parecer, el aviador adoraba la anécdota de cómo sucedió aquello. Hasta tal punto le gustaba que se la contó a un periodista del ABC durante la contienda. El reportero en cuestión, J. Miquelarena, la replicó poco después:

«Le vi en Burgos durante la batalla del Ebro . Nos contó, mientras cenábamos en el parados del Hotel, cómo había sido derribado por uno de sus compañeros. Esto le había ocurrido en el momento en que se aprestaba a su 37 victoria segura sobre un pobre “Rata” enemigo. El piloto de su escuadrilla, que perseguía la misma presa, cegado quizá en un momento de lucha, incurrió en una desviación de tiro que fue a dar de lleno en el aparato de su jefe. “Mi único motor desde el principio de la guerra”, exclamaba García Morato. […] Al llegar a la base, a pie, se acercó al grupo ante el que contaba su compañero cómo había derribado un “Rata”. “¿Estás seguro de que era un 'Rata'?”, le preguntó. “Creo que sí”. “Eres muy modesto muchacho. Al que has abatido hoy es al comandante García Morato ”».

Artículo sobre el combate de Garcia Morato

Falleció tras la contienda, el 4 de abril de 1939 . Ese día, el capitán de infantería (fue ascendido a comandante a título póstumo) encontró la muerte mientras participaba en el rodaje de una película para la « Legión Cóndor ». García Morato despegó a lomos de un «Fiat» para simular un combate aéreo junto a un Messerschmit BF-109 alemán y un «Rata». Después de una hora de acrobacias, y según explica la Real Academia de la Historia, la aeronave impactó contra el suelo al tomar tierra. «El aparato se estrelló de panza antes de llegar al campo», se explica el dossier. Fue enterrado en principio en el Cementerio de San Miguel (Málaga). Sin embargo, desde 1971, sus restos se hallan en la Capilla de la Misericordia de la Iglesia del Carmen, en el barrio de El Perchel.

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