El doble que suplantó a Stalin en las reuniones con Churchill, el gran secreto de la URSS durante 50 años

Le sustituyó frente a miles de personas en varios discursos en la Plaza Roja de Moscú y en reuniones clave como las mantenidas también con Rooselvelt, sin que nadie se percatara de ello. «Todavía conservo mi certificado de muerte», reconoció en 1996

Stalin (izquierda), junto a una imagen de su doble, Felix Dadaev, ya en el siglo XXI ABC

Israel Viana

Hace siete años, un actor disfrazado de Stalin que suele trabajar en la Plaza Roja de Moscú haciéndose fotos con los turistas, se enzarzó en una disputa con un compañero que hacía las veces de Lenin . La tensión fue en aumento y la cosa llegó a las manos. Según la denuncia presentada en la Policía, el primero llegó a golpear hasta en tres ocasiones por la espalda a su colega, después de acusarle de «revolucionario», en una escena que parece más bien escrita para un ‘sketch’ de televisión.

¿Se imaginan a Stalin observando la pelea de la plaza Roja por una mirilla y riéndose a hurtadillas de su propia estampa en pleno siglo XXI? Pues bien, esta escena no está tan alejada de la realidad si tenemos en cuenta que el dictador comunista —responsable de la muerte de 88 millones de personas según indicaba el historiador ruso y premio Nobel de Literatura Aleksandr Solzhenitsyn en ‘Archipiélago Gulag’ (1973)— se regocijaba mirando a escondidas cómo sus camaradas más cercanos, Molotov y Beria, acudían a su despacho y rendían cuentas ante uno de sus dobles, sin darse cuenta del cambiazo, durante la Segunda Guerra Mundial y los años posteriores.

Tanto es así que la duplicidad de Stalin acabó por convertirse en una cuestión de Estado, como reconocía en 2008 Felix Dadaev , uno de sus dobles más importantes, durante una entrevista en el diario ‘Pravda’: «Sí, yo era uno de ellos y, de hecho, hasta hoy conservo la carta en la que se certifica que estoy muerto». Este exbailarín, escritor y renombrado militar caucásico del Ejército Rojo tardó medio siglo en quitarse la máscara y desvelar que él ´había sido uno de los elegidos para suplantar al líder soviético en sus encuentros con las delegaciones extranjeras, en algunos de sus discursos políticos y en la mayoría de los trayectos en coche para evitar atentados.

De Teherán a la Plaza Roja

Una vez llegó, incluso, a suplantar a Stalin en el balcón del mausoleo en la Plaza Roja, durante un desfile de atletas en 1945. Este acto hasta fue grabado por la televisión del régimen y emitido por televisión sin que ninguno de los más de 200 millones de habitantes de las URSS se diera la más mínima cuenta. Dos años antes, en la víspera de la celebración de la Conferencia de Teherán del 27 de noviembre de 1943, el dictador ruso abandonó el Kremlin a la vista de todos y se dirigió en su vehículo oficial al aeropuerto. Allí le esperaba un avión que iba a trasladarle a la capital iraní. Una vez allí, no embarcó y regresó oculto a Moscú.

Horas más tarde, sin embargo, Stalin aparecía en Teherán para reunirse con nada menos que Churchill y Roosevelt , con el objetivo de establecer una estrategia con la que derrotar a Hitler . Pero allí no estaba él, sino Dadaev, uniformado y maquillado a semejanza del dictador, con el que el parecido era asombroso a pesar de la diferencia de edad. «Compartía su prominente nariz, sus cejas caucásicas y su robusta papada. Era un poco más bajo, pues tan solo dos centímetros le separaban de la altura del autócrata, de 1,72 centímetros, que se salvaba aumentando el grosor de los tacones. Las facultades innatas de Dadaev para la danza y la interpretación del brindis, ineludible en cualquier banquete ruso, le permitieron calcar al personajes», contaba Jesús Hernández en ‘100 historias secretas de la Segunda Guerra Mundial’ (Tempus, 2009).

«Yo me mostraba descontento con el papel que me había tocado jugar, pero en lo más profundo de mi alma me sentía orgulloso por parecerme al Gran Padre de los Pueblos», explicaba en ‘Pravda’ una década después de que su historia saliera a la luz, incluidas varias fotos en las que aparecía caracterizado de Stalín, tras producirse la apertura de los archivos secretos de la Unión Soviética en 1996, donde se especificaba que, para lograr un parecido con el dictador, tuvo que engordar 11 kilos.

Félix Dadaev

El 'fichaje' de Dadaev

Dadaev había nacido en Kazi-Kumuj, una remota aldea del Daguestán situada en las montañas del Cáucaso. Su nombre de pila era gazavat, pero se lo cambió años después por Felix, en memoria de un comandante polaco que le enseñó bailes ucranianos y que murió en sus brazos durante la Segunda Guerra Mundial. Había pasado su infancia cuidando el ganado de su padre y estudiando orfebrería, aunque su verdadera vocación era la danza. En su adolescencia ya destacó como bailarín folclórico, una rama que siguió perfeccionando cuando emigró a Ucrania con su familia.

Cuando estalló la guerra, Dadaev no dudó en alistarse a una brigada de artistas cuya misión era distraer a los soldados del frente, aunque a veces le obligaran también a coger las armas o involucrarse en misiones de contraespionaje. En algunas de estas llegó a ser condecorado por dejar incomunicados a los nazis en la ciudad de Cherkessk y en otras, resultó gravemente herido. Incluso fue dado por muerto en 1942. Pero como su parecido con Stalin ya había sido motivo de bromas desde la adolescencia, no pasó desapercibido para el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (NKVD).

Tal es así que, en 1943, un grupo de agentes de este departamento fueron a buscarle vestido de civiles para no levantar sospechas entre los vecinos y, sin darle muchas explicaciones ni opciones, lo trasladaron a Moscú en un vuelo secreto para comprobar si era apto para desempeñar el papel de su vida. Lo alojaron en una dacha de las afueras de la capital soviética y le obligaron a comer a todas horas durante varias semana para que ganara los mencionados 11 kilos y, después, le llevaron ante Stalin para que diera su visto bueno.

Stalin, durante uno de sus discursos, en 1939 ABC

Encuentro con Stalin

Fue el único encuentro que tuvo con el dictador y duró tan solo cinco minutos. Cuando este mostró su aprobación, Dadaev solo fue capaz de pronunciar en georgiano un «gracias, muchas gracias». Como él mismo reconoció en 2008, su parecido físico con Stalin fallaba, sobre todo, en los lóbulos de las orejas, ya que los de su doble estaban unidos a la cabeza y los del mandatario, no. Un handicap que lo suplieron dejando de lado las réplicas exactas de los uniformes y trajes que iban a confeccionar al principio, sino usando ropa sacada directamente de su armario personal. Los tatuajes en la mano del suplantador fueron cubiertos con cremas, mientras que las marcas de viruela del jefe, disimuladas con maquillaje. Y, por último, le obligaron a ver cientos de documentales para que se aprendiera sus gestos al milímetro. Sin duda, las dotes interpretativas de su doble ayudaron.

La labor desempeñada por Dadaev era de un secreto tan extremo, que ni siquiera la mujer de Stalin, Nina Igorevna , estaba al tanto. Por eso nuestro protagonista vivió en constante peligro, como refleja el hecho de que su antecesor, Yevsei Lubitski , un contable ucraniano de origen judío, fuera enviado a un gulag después de 15 años al servicio del dictador, en los que, inclusi, fue sometido a varias operaciones estéticas para lograr un parecido mayor. Después, todos los participantes de aquella metamorfosis, incluidos los peluqueros, fueron ejecutados.

Aunque se sabe que Stalin dispuso de varios dobles más, solo se conocen las identidades de Dadaev y Lubitski. Y cuando el primero fue preguntado en 2008, más de medio siglo después de la muerte del dictador, sobre la existencia de un número mayor de suplantadores, la escueta respuesta de este fue: «No lo puedo decir». Así sobrevivió el líder de la URSS, hasta que, a principios de marzo de 1953, fue descubierto tendido sobre el suelo de su habitación por su supuesto ataque cerebrovascular. Lavrenti Beria , su mano derecha en esos momentos, fue el primero en asistirle, pero no se recuperó. El día 5 falleció sin que ninguno de los cirujanos se decidiera por una intervención o un tratamiento específico.

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