Las desavenencias entre dos mujeres que propiciaron una rebelión en la España visigótica

Hermenegildo protagonizó una rebelión contra Leovigildo en el siglo VI que desembocó en una guerra civil

Retrato imaginario del rey Leovigildo

Pedro Gargantilla

Los veinte años previos a la entronización de Leovigildo fueron los más confusos de la dominación visigoda en la península Ibérica . A la muerte de su hermano Liuva, Leovigildo quedó como único soberano y asoció al gobierno como corregentes a sus dos hijos, Hermenegildo , el primogénito, y Recaredo.

En el año 579 el monarca concertó la boda entre su hijo Leovigildo, un joven de quince años, e Ingunda, una princesa tres años menor, hija de los reyes francos Sigiberto de Austrasia y Brunequilda. Además, la chiquilla era nieta de Godsvinta , la segunda esposa de Leovigildo y viuda de Atanagildo.

Lady Macbeth en la España visigoda

La llegada de la infanta gala a Toledo generó grandes tensiones palaciegas con la reina, defensora a ultranza del arrianismo. Ingunda no quería renunciar al catolicismo ni recibir el bautismo arriano, como le proponía su abuela.

En cierta ocasión Godsvinta, desesperada, «le sacudió por el cabello y la derribó a tierra, le dio patadas hasta hacerle sangre y después ordenó que fuera desnudada y sumergida en un estanque lleno de peces».

Para evitar que las escenas domésticas fueran a mayores y que trascendieran los muros de palacio, Leovigildo decidió trasladar al nuevo matrimonio a Sevilla –en aquellos momentos Ispali-, un territorio que en aquellos momentos era fronterizo con los bizantinos y el más intensamente romanizado de la península.

Hermenegildo se instaló como gobernador de la Bética a orillas del Guadalquivir y allí nació su hijo Atanagildo. Este cambio de residencia coincidió en el tiempo con el obispado de Leandro, hermano de San Isidoro de Sevilla . Entre aquél e Ingunda acabaron convirtiendo a Hermenegildo al cristianismo. Como es de suponer, este suceso irritó sobremanera a la corte toledana.

Para colmo de males, el hijo del soberano se declaró rey independiente en el invierno del año 579, con el apoyo de la comunidad bética. En poco tiempo los rebeldes se apoderaron de Lusitania y de las provincias de la Bética, ante la impasividad de Leovigildo. Inicialmente, el monarca visigodo se mostró reticente en combatir contra su hijo y tardó dos años en iniciar la ofensiva.

La guerra civil se prolongó durante cinco largos años, durante los cuales Hermenegildo acuñó moneda propia, con la leyenda «Regi a deo vita» («Que Dios conceda vida al rey») y pactó con los pueblos limítrofes, todos ellos católicos, a saber, suevos y bizantinos.

Al final, las tropas visigodas asediaron Sevilla, obligaron a los suevos a replegarse –en la retirada fallecería su rey Miro- y negociaron una retirada con los bizantinos (les entregó 30.000 sólidos).

Un príncipe mártir… y un reino cristiano

Hermenegildo terminó huyendo a uña de caballo hacia el castillo de San Juan de Aznalfarache , acompañado por veinte cabaleros, donde resistió varios días más. Hasta allí se desplazó su hermano Recaredo para buscar una salida razonable a la guerra civil, el príncipe sedicioso acabó pidiendo perdón y aceptando un exilio a Valencia.

Una vez instalado a orillas del Turia se escapó para pedir auxilio a los francos, pero fue capturado en Tarraco y ejecutado por el conde Sisberto (585), poniendo fin al proceso de rebeldía.

Por su parte, Ingunda consiguió escapar a África, con su hijo todavía lactante, desde donde solicitó asilo al emperador Mauricio de Bizancio, falleciendo durante el viaje a Constantinopla . El pequeño Atanagildo fue entregado, por orden de Mauricio, la reina Brunequilda, ante la oposición de Leovigildo.

No deja de ser curioso que un año más tarde falleciera Leovigildo y le sucediera en el trono visigodo su segundo hijo, Recaredo. En el III Concilio de Toledo (586) el nuevo Rex Gothorum anunció públicamente su conversión al catolicismo, abandonando definitivamente la fe arriana como credo oficial del reino. Recaredo consiguió sin necesidad de rebelión ni violencia lo que Hermenegildo ansiaba.

Pedro Gargantilla es profesor de la Universidad Francisco de Vitoria

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