El secreto para aplastar a los aliados: los 3 ataques más letales de submarinos nazis en la IIGM

Las 'manadas de lobos' tuvieron grandes éxitos, pero ninguno fue comparables a los de los convoys PQ-17, HX-229 y ON-166

Daniel Rosa
Manuel P. Villatoro

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Lo dijo Winston Churchill, el artífice de un millar de máximas para el recuerdo: si a algo tuvo pavor Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial , eso fue la guerra submarina del Tercer Reich. Y no porque los mitificados 'U-boote' tuviesen la capacidad de bombardear Londres –para eso ya estaba la Luftwaffe–, sino porque lograron estrangular las islas destruyendo los convoys que arribaban desde Estados Unidos cargados de comida y armamento. Las cifras oficiales nos dicen que las 'manadas de lobos' acabaron con 2.200 navíos enemigos. Sin embargo, hubo tres ataques que escocieron en especial a los enemigos de Adolf Hitler. Y aquí están...

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PQ-17, camino al infierno

La pesadilla comenzó el 27 de junio de 1942, al amparo de un secretismo que no tardó en romperse en mil trozos. Ese día, el convoy PQ-17 , formado por 35 mercantes y una escolta de 2 cruceros, 6 corbetas y 6 destructores (como siempre, las cifras varían según los autores a los que se acuda), partió de Islandia con destino al puerto de Arcángel, en la Unión Soviética. Su misión era transportar armamento para colaborar en los esfuerzos de guerra de Iósif Stalin . Reforzar, en definitiva, el frente oriental con 200.000 toneladas de material, que se dice pronto. En total, los navíos debían recorrer mil millas del océano Ártico, pasar entre las islas Spitsbergen, el mar del Sur y llegar, al final, al mar Blanco.

Los alemanes estuvieron a su acecho desde el 1 de julio. En principio, la persecución de los buques quedó a cargo de nueve 'U-Boote'. Entre ellos, el U-255 del comandante Reinhart Reche , quien dejó constancia de la operación en sus memorias: «A la altura de la isla de Jan Mayen nos unimos a un grupo de submarinos para atacar. Algunos de sus comandantes eran viejos conocidos de promoción y todos eran veteranos del Ártico». Aunque lo que más turbó a la 'Royal Navy', la protagonista de la operación, no fueron los lobos grises, sino la noticia de que el 'Tirpitz', el gigante acorazado hermano del ' Bismarck ', había soltado amarras de un puerto cercano.

Aunque se desconocía si su cometido era acabar con el PQ-17, la posibilidad era ya estremecedora para los aliados. Por ello, a partir del 4 de julio, el alto mando tomó una decisión tan controvertida como desastrosa: ordenó a la escolta retirarse y a los mercantes abandonar la formación. Su nuevo objetivo sería dirigirse hacia puerto, pero dispersos. Cada cual se protegería a sí mismo del enemigo. Desconocían que el 'Tirpitz' no tenía el mandato de atacar al convoy, sino trasladarse a un puerto ubicado más al norte. El triste resultado fue que, en las jornadas siguientes, los 'U-Boote' germanos acecharon a los bajeles y los destruyeron uno a uno.

El mismo Reche describió así en su diario uno de los hundimientos: «Un solitario palo se levanta en el horizonte. Parece andar a doce nudos. Mientras nos acercamos aparece una gruesa chimenea y poco después el casco entero de un barco de más de 10.000 toneladas. ¡Buena presa, diablos! Por radio nos llegan noticias de otros barcos aislados, atacados y hundidos por submarinos y por los aviones. ¡El convoy se ha disgregado!» . El resultado fue más que amargo: 16 navíos aliados fueron enviados al fondo del mar por los submarinos teutones. Poco más de una decena llegaron hasta el puerto de destino, donde desembarcaron tan solo 70.000 toneladas.

Este golpe en la mandíbula supuso un antes y un después en la historia de la Segunda Guerra Mundial . Uno que no se volvió a repetir, eso sí.

HX-229, sorpresa en el mar

El HX-229 fue un convoy rápido formado por 37 buques mercantes y una escolta mínima de navíos. Salió de Nueva York en la primera quincena de marzo de 1943. Tiempos malos para unas manadas de lobos ya renqueantes y que comenzaban a vislumbrar su ocaso en el horizonte. Según afirma Craig L. Symonds en 'La Segunda Guerra Mundial en el mar: una historia global' , su rumbo fue descubierto por los germanos poco después de su partida, y gracias a las labores de los criptógrafos del Tercer Reich. Porque sí, también los hubo, aunque los aliados fueran mucho más famosos gracias a la captura de la máquina Enigma .

La caza empezó el día 15. Al amanecer, el U-91 localizó al enemigo e informó de su posición a la cercana base de Kernevel . No podía creer que el convoy contase con una escolta tan irrisoria, y hay que decir que al mandamás del arma submarina, Karl Dönitz, le ocurrió otro tanto. «Para interceptarlo, Dönitz no envió una manada de lobos, sino tres», añade el autor. En total, nada menos que una treintena de sumergibles dispuestos a dar buena cuenta de cada uno de los mercantes. Por si fuera poco jolgorio para los de la esvástica, cuando las naves arribaron se dieron de bruces con un nuevo convoy, el SC-122 , que acababa de adelantar al HX-229 .

«En la práctica, eso significaba que, cuando las manadas de lobos se acercaron a su presa, había 100 buques aliados a lo largo de 240 kilómetros», añade el autor. Todos ellos, escoltados por un total... ¡de 11 navíos de guerra! Como las desgracias nunca llegan solas, los mercantes estaban enzarzados ya en una batalla contra un molesto temporal que les impedía navegar con normalidad.

Eberhard Godt , al mando directo de las operaciones, lanzó más leña al fuego. «Godt envió al ataque 38 U-Boote más 13 que llegaban a la zona desde bases francesas o después de repostar en las llamadas 'vacas lecheras': el mayor 'Wolfsrudel' de la historia», explica Santiago Mata en sus varias obras sobre la ' Kriegsmarine '. Aunque otros autores como Jean López reducen esta cifra a 43.

Huelga decir que lo que aconteció fue una carnicería. Los ataques se sucedieron durante toda la noche y, al amanecer del 16, los sumergibles habían hundido ya a diez enemigos. Un total de 77.500 toneladas. Los aliados respondieron a la velocidad del rayo y enviaron buques de escolta y bombardeos de largo recorrido desde Islandia con el objetivo de evitar la sangría. Dönitz, no obstante, ordenó a sus hombres seguir en la zona y destruir todos los mercantes: «No tengan en cuenta los aviones y persigan a máxima velocidad». Tres jornadas después, con sus respectivas lunas, la 'Kriegsmarine' se retiró con 13 enemigos abatidos, un total de casi 100.000 toneladas, y tan solo una baja.

ON-166

El tercer puesto en esta lista de tintes tan negros es para el ON-166 . Formado por un total de 49 mercantes y 7 navíos de escolta, esta imponente comitiva partió el 11 de febrero de 1943 de Liverpool con destino a Nueva York. El viaje debía ser tranquilo. En principio, el código Ultra –los servicios de desencriptación aliados– habían permitido al alto mando conocer la ubicación de las 'manadas de lobos' nazis. Sin embargo, lo que ni EEUU ni Gran Bretaña sabían era que los servicios secretos de Adolf Hitler habían logrado interceptar también sus comunicaciones.

Eso provocó que, cuando el ON-166 cambió de rumbo para escapar de los 'U-Boote', estos hicieran lo propio. El contacto se produjo el 20 de febrero por parte del U-604, aunque no fue hasta una jornada después cuando comenzaron unos ataques, en principio, bastante aislados.

El 22, cuando se reunieron una veintena de 'U-boote', empezaron las dentelladas masivas. A pesar de no contar casi con combustible, los comandantes recibieron la orden de acosar sin descanso al enemigo. Y vaya si lo hicieron. A cambio, la escolta mantuvo a raya a los lobos grises. Valga como ejemplo que un total de 5 sumergibles acabaron en el fondo del Atlántico. A cambio, Dönitz engrosó su lista de bajas con 14 navíos hundidos en seis días, el equivalente a 88.000 toneladas.

A pesar de las bajas, los comandantes de aquella 'manada de lobos' fueron elogiados en varios mensajes enviados el 26 de febrero. Para ser más concretos, desde el Reich se les agradeció su «persistencia y celo a la hora de continuar el ataque». Dönitz consideró el golpe de mano como un éxito sin parangón para la época.

El secreto de las 'manadas de lobos'

Si en 1939 los submarinos alemanes brillaban por su escasez, 1940 trajo consigo un aumento de los efectivos para Karl Dönitz . A su vez, los alemanes dieron un empujón a su guerra submarina gracias a la toma de Noruega y Francia , regiones más cercanas a Inglaterra y donde se construyeron bases acorazadas para que los sumergibles tuvieran una mayor autonomía. La situación pintaba, por entonces, muy bien para los hombres de la esvástica.

La llegada de esta nueva remesa de 'U-Boote' permitió a Dönitz mejorar su estrategia de ataque contra los mercantes británicos creando las denominadas ' manadas de lobos ' en marzo de 1940. Lo que le motivó a hacerlo fue el indudable éxito alcanzado por los sumergibles que atacaban a los convoyes aliados en superficie y durante la noche. Su idea: que varios submarinos se reunieran en un punto y asaltaran en grupo al enemigo para aumentar su potencia de fuego.

«Toda la inteligencia referente a los convoyes aliados en el Atlántico Norte se centralizaba. Tras estudiar la información, se daban órdenes por radio al jefe de la flotilla de submarinos más próxima (a algún) convoy factible de ser atacado. Dicho jefe transmitía sus órdenes a sus unidades que, cuando estuvieran concentradas en las proximidades del convoy, caerían sobre éste durante la noche y en superficie», explica el historiador español Luis de Sierra en su obra ' La guerra naval en el Atlántico '.

Esta forma de combatir trajo consigo multitud de victoria a los nazis. Tan buena fue la situación que esta primera parte de la guerra fue conocida como «los tiempos felices». Y es que, a finales de 1940 los 'U-Boote» habían logrado hundir casi cuatro millones de toneladas de navíos enemigos. Toda cambiaría un año después con la entrada de EE.UU. en la guerra pero eso, como se suele decir, es otra historia.

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