Cuernos de unicornio, 100.000 misas y otras curiosidades en testamentos españoles que han hecho Historia

En las últimas voluntades de Isabel la Católica alguien añadió un expresivo interlineado

«Isabel la Católica dictando su testamento», cuadro de Eduardo Rosales Museo del Prado

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Muy debilitada por las fiebres que sufría desde hacía meses y sintiendo próxima su muerte, Isabel la Católica otorgó testamento en 1504 en Medina del Campo, en una fecha señalada en su reinado, como si deseara subrayar aún más ese hito en la Historia de la Humanidad. Era un 12 de octubre , duodécimo aniversario del descubrimiento de América, curiosamente el mismo día que eligió también Hernán Cortés en 1547 para dictar el suyo.

El original con las últimas voluntades de Isabel la Católica se guarda, como prácticamente todos los testamentos reales, en el Archivo General de Simancas . Es un documento destacado «por su alto contenido político», pero también «por un añadido interlineado sumamente expresivo», a juicio de sus responsables. En el apartado relativo a la sucesión (fol. 5v y 6r), alguien incluyó la expresión «o no pueda» y «o no pudiere» en dos ocasiones en las que se alude a la princesa Juana «la Loca» , un interlineado que fue escrito «con alguna posterioridad a la elaboración del testamento en clara presunción de su incapacidad para gobernar», según los expertos del archivo.

Añadido interlineado en el testamento de Isabel la Católica Archivo General de Simancas

Tras la muerte de la reina el 26 de noviembre de 1504, tal como ella dispuso, su esposo Fernando el Católico gobernó en Castilla como regente hasta que a principios de 1516 le llegó su hora. El 22 de enero, en la víspera de su fallecimiento, Fernando de Aragón otorgó testamento en Madrigalejo (Cáceres) y lo hizo con urgencia, corrigiendo el anterior en el tema sucesorio. En este último, al igual que la reina Isabel, nombraba a su hija Juana heredera universal, aunque indicaba que sería su nieto Carlos quien reinaría en su nombre. Con este escrito, cuyo original se custodia en el archivo de la Casa de Alba y del que existen copias en Simancas y en el Archivo de la Corona de Aragón, se dice que «Murió el Rey... y nació España » ya que con su firma quedaron unidos por primera vez en una misma persona los territorios que hoy forman España.

Si con esta firma «nació España», con la de Carlos II se desencadenó «la que muchos historiadores consideran la 1ª Guerra Mundial», como indican desde Simancas. La muerte sin sucesión de este último rey de la casa de Austria, a quien llamaron «el Hechizado», hizo de su testamento «uno de los documentos más importantes de la historia mundial», en palabras del historiador Antonio Domínguez Ortiz . En la cláusula decimotercera, Carlos II estableció a quién correspondía la herencia del trono, nombrando heredero al futuro Felipe V de Borbón , una decisión que se achacó a las presiones e intrigas en la corte durante los últimos meses de vida del rey. Tanto es así que llegaron a surgir dudas acerca de la autenticidad de su testamento . En 2006, dos grafólogos italianos concluyeron que la firma del monarca en dicho documento «tiene un trazo ágil y decidido, raro en alguien que está en el lecho de muerte». Sin embargo, ninguna otra prueba ha podido corroborar estas sospechas.

Lo más probable es que «en aras de la paz y la conservación de sus reinos» Carlos II dejara su inmensa herencia «al nieto del hombre de quien más agravios había recibido y que, a la vez, era el único con fuerza suficiente para evitar su desintegración», como defendía Domínguez Ortiz, convencido, como su Consejo de Estado, de que un testamento que no gustara a Luis XIV, el Rey Sol, desencadenaría una invasión que España no podría resistir. La última voluntad del monarca no logró evitar, sin embargo, la Guerra de Sucesión cuyos ecos aún resuenan en la actualidad, ni la pérdida de Gibraltar, de Menorca y de todos los territorios europeos extrapeninsulares.

Para que Dios perdonara sus faltas, en ese mismo documento Carlos II fija en nada menos que 100.000 las misas que se habían de decir por su alma, una cifra cinco veces superior a las 20.000 que fijó la piadosa reina Isabel en su testamento y mucho mayor que las 30.000 que ordenaron rezar sus sucesores Carlos I o Felipe II .

Testamento de Felipe II Archivo General de Simancas,PTR,LEG,29,DOC.36 - 594V - Imagen Núm: 42 / 44 (vía PARES)

Este último monarca otorgó testamento en 1594 ante su secretario Hieronimo (Jerónimo) Gassol , un apellido que curiosamente coincide con el de los afamados hermanos deportistas, según destaca Vanesa Regalado, historiadora del arte e investigadora en iconografía numismática de los Reyes Católicos y Austrias Mayores. En esas últimas voluntades, Felipe II hizo referencia a la importante colección de reliquias que reunió en el Monasterio del Escorial y a continuación expresó su deseo de que «se conserven y anden juntos, con la sucesión destos Reinos, seis cuernos de unicornio , que asimismo están en la dicha guardajoyas, para que tampoco se puedan enajenar ni empeñar». ¿Seis cuernos de unicornio? Según Manuel Fernández Álvarez, el pueblo concedía particularidades virtudes a las raspaduras del cuerno de este fabuloso animal «y el Rey venía acreer en todo ello, y con tal firmeza que manda que siempre se mantengan los tales seis cuernos de unicornio vinculados a la Corona».

«Hay que imaginarse el momento de la adquisición de los supuestos cuernos del unicornio por los mandatarios del Rey», añadía no sin cierta sorna el historiador en su estudio sobre el testamento de Felipe II .

Incumplimientos y revelaciones

Se desconoce el destino que siguieron esos cuernos de unicornio o de cuántas misas efectivamente se rezaron por el alma de los monarcas. No todas las últimas voluntades se han cumplido a lo largo de la Historia. Alfonso I el Batallador (1104-1134), que murió sin descendencia, legó su reino a las órdenes militares del Santo Sepulcro, el Temple y los Hospitalarios, según consta en el códice que se guarda en el Archivo Histórico Nacional . Sin embargo, los nobles aragoneses decidieron hacer caso omiso de sus deseos y coronaron a su hermano Ramiro, que abandonó los hábitos para convertirse en Ramiro II «El Monje».

Otros dictados más fáciles de cumplir sí que se llevaron a término, como la voluntad de don Juan José de Austria de que «desde cualquier lugar donde fallezca se traiga y entierre mi corazón en la dicha angelical capilla de nuestra señora del Pilar lo más cerca que se pudiere de su sagrada imagen». El hijo ilegítimo de Felipe IV falleció el 17 de septiembre de 1679 y «fue enterrado en el Monasterio de El Escorial pero su corazón fue trasladado, según lo dictó en su testamento, a la capilla del Pilar de Zaragoza», recuerda Regalado.

Testamento de don Juan José de Austria Biblioteca Nacional de España. Signatura MSS/10901(vía Biblioteca Digital Hispánica. BHD.BNE)

Los miles de testamentos que guardan los archivos españoles son una fuente imprescindible para conocer los lazos familiares, los bienes, las convicciones religiosas, las aficiones, el modo de vida o la situación política que vivieron nuestros antepasados. En ocasiones, además, revelan datos o secretos que otros guardaron con celo. Regalado explica que el rey Enrique II , que inició la dinastía Trastámara, pasó a la historia con el apodo del «Fraticida», pero en su testamento alguien dejó constancia de su otro apodo con una anotación posterior que reza: «testamento del rei don enrique el segundo que dixeron el bastardo».

Hernando Colón , que mantuvo el secreto sobre el origen de su padre hasta sus últimos días, se identificó en su testamento en 1539 como «hijo de Cristóbal Colón , genovés, primer almirante que descubrió las Indias». ¿Se limitó a seguir la versión más extendida de su origen o admitió la verdad ante notario?

Controversias y pleitos

En el Archivo de Indias se conserva el controvertido testamento de Colón , en el que instituyó por primera vez el mayorazgo en su hijo Diego y le mandó «que tenga o sostenga siempre en la ciudad de Génoba una persona de nuestro linaje (...) pues de aí salí y en ella nazí» (sic). Lo otorgó el 22 de febrero de 1498, antes de partir para el tercer viaje y, según apuntan fuentes del archivo, «corresponde a un momento de optimismo del almirante después de la confirmación de sus privilegios en 1497 y de que se habían suprimido las licencias de apertura de comercio otorgadas en 1495 a otros posibles descubridores».

El controvertido testamento de Colón de 1498 Archivo de Indias

El 19 de mayo de 1506, un día antes de su muerte, Colón firmó en Valladolid una ratificación de su testamento en el que, sin embargo, hace referencia a un desaparecido documento de 1502 que ha llevado a algunos autores a dudar de la autenticidad del acta de 1498.

El Archivo de Indias custodia también en Sevilla los testamentos de los artífices de la primera vuelta al mundo de la historia. Fernando de Magallanes lo firmó en los Reales Alcázares, donde se hallaba la sede de la Casa de Contratación, el 24 de agosto de 1519. Hacía dos semanas que los barcos habían partido de Sevilla hacia Sanlúcar de Barrameda para acabar de aprestarse para el viaje, pero el marino portugués tuvo que quedarse unos días en la capital andaluza para resolver unos asuaquí ntos personales, entre ellos su testamento. El documento se conserva inserto en un pleito de Jaime Barbosa y sus hermanos, herederos de Magallanes, en el que reclaman el cumplimiento de la capitulación firmada por éste con Carlos I para la expedición a la Especiería. El pleito se alargó más allá de 1567 , hasta casi 50 años después de la muerte de Magallanes.

Detalle del testamento de Juan Sebastián Elcano Archivo de Indias

Las últimas voluntades de Juan Sebastián Elcano están incluidas en otro pleito sucesorio incoado por sus herederos. El marino vasco falleció en 1526 en el Pacífico, en la siguiente expedición a la Especiería que comandaba García Jofre de Loaysa. Once días antes otorgó testamento, nombrando heredero a Domingo del Cano, hijo suyo y de Mari Hernández de Hernialde, a la que dejó cien ducados «por quanto seyendo moza virgen hube». En el escrito se detallan los bienes que poseía Elcano, entre ellos «doce madejas de hilo de manicordio », un instrumento musical «con el que distraerían los ocios a bordo, lo que demuestra su afición a la música», explican desde el Archivo de Indias.

El adelantado Álvaro de Mendaña , descubridor de las islas Salomón, dejó como heredera a su esposa antes de morir de malaria en 1595 en la Isla de Santa Cruz, durante la segunda expedición. En él manda que «si la dicha doña Isabel Barreto, mi mujer, después de mi muerte se quisiese casar, pueda gozar libremente todos mis bienes y que su marido que fuere , goce de todos los títulos que yo tengo y de todas las mercedes que su majestad me ha hecho», dando por hecho que su esposa volvería a contraer matrimonio.

Isabel Barreto, que asumió el mando de la expedición hasta llegar a las islas Filipinas en febrero de 1596, incoó dos años después un expediente para que se cumpliera lo dicho por Álvaro de Mendaña en favor de su segundo marido, Fernando de Castro.

El caso contrario lo había protagonizado años atrás Beatriz Galindo, La Latina, que apeló a los monarcas porque estaba en desacuerdo con el testamento de su marido Francisco Ramírez, secretario de los Reyes Católicos. Las últimas voluntades de La Latina se conservan en el Archivo Histórico de la Nobleza , junto a más de 4.000 testamentos, entre ellos el de Álvaro de Luna , condestable de Castilla, el anteriormente citado de Hernán Cortés o el de Pedro Girón , maestre de Calatrava, con la fundación de su Maestrazgo y el reparto de su patrimonio entre sus tres hijos, legitimados por bula papal. De no haber fallecido repentinamente cuando se dirigía a formalizar la petición de mano de Isabel de Castilla en 1466, la vida (y muerte) de la Reina Católica habría sido otra. Y su testamento, como el de tantos otros antes citados, también.

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