Los castigos a las prostitutas que prestaron sus servicios a los nazis

Las «colaboracionistas horizontales» fueron uno de los primeros blancos después de la liberación de París

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La falta de toda lógica marcó la relación de Adolf Hitler con la prostitución. En su residencia de Berghof predicaba unas máximas, mientras que en los territorios conquistados adoptaba unas medidas totalmente diferentes. Durante su ascenso al poder, afirmaba que las meretrices no eran más que sujetos «asociales» que llevaban a la decadencia de la raza aria. Sin embargo, proveyó de trabajadoras sexuales a sus hombres, permitiendo que Francia fuera un nido de lupanares que satisfacían a miles de teutones. Gracias a los alemanes, los prostíbulos franceses vivieron una verdadera era dorada durante la ocupación. El ejército requisó 22 lupanares galos para su propio uso y, debido a la demanda de relaciones sexuales, el número de meretrices que trabajaban a tiempo completo aumentó a 10.000.

Sin embargo, se convirtió en un arma de odio que los franceses no colaboracionistas utilizaron contra cualquier mujer que se hubiera dejado seducir por los billetes de los invasores. Aprovecharon la liberación de Francia por los aliados para descargar todo su rencor y su rabia contra las prostitutas que habían prestado sus servicios a alemanes. Tras ser capturadas, las mujeres eran rapadas al cero y apalizadas en plena calle por la turba. Otras tuvieron que viajar en un camión abierto con una esvástica pintada en la frente o embadurnadas con alquitrán

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