Calor, estrés y deshidratación: la «dolorosa» muerte de Laika que la URSS convirtió en un éxito espacial

Los soviéticos mintieron sobre el destino del animal y su sufrimiento al convertirse en el primer ser vivo en viajan más allá de la atmósfera

Laika, durante los entrenamientos previos a su funesto viaje espacial Archivos rusos

I. Viana

« El personaje del día », titulaba ABC en su portada del 5 de noviembre de 1957. En la imagen única se podía ver a una perrita con una escafandra, cual astronauta, dentro de una cápsula del tamaño de una lavadora y con la lengua fuera como si estuviera jugando en un parque. En el artículo, en páginas interiores, se anunciaba: « Un nuevo satélite ruso, habitado por un perro, gira alrededor de la tierra ». Y a continuación se extendía en los detalles de aquel éxito soviético: «El domingo, la URSS lanzó al espacio el segundo su segundo satélite artificial, el Sputnik II , que lleva a bordo transmisores, instrumentos científicos de observación y un ser vivo: un perro de raza husky llamado Laika . Sus condiciones, a las 24 horas de emprender el vuelo al espacio, eran satisfactorias, según ha podido deducirse de los datos recibidos de los latidos del corazón, la presión en la sangre y otras condiciones fisiológicas».

Portada del 5 de noviembre de 1957 ABC

Aquella versión del Sputnik, lanzando dos días antes por la Unión Soviética, era la segunda nave de la historia puesta en órbita alrededor de la Tierra. Y Laika, su único ocupante, el primer ser vivo en surcar el espacio. Un hito que copó rápidamente las portadas de los periódicos de todo el mundo. «Este animal, el personaje más importante del mundo en el día de hoy, había volado ya en un cohete a 120 kilómetros de altura provisto de un equipo de oxígeno, del cual descendió en paracaídas. Aquel descenso duró una hora», contaba este diario.

La URSS decidió utilizar perros –y no monos, como en otros experimentos–, porque estos «tienen más aguante, mayor capacidad de adaptación y se acostumbran rápidamente a cualquier dueño», explicaba en 1957 Iván Kasián, responsable del equipo médico que participó en la misión. también tenían que ser hembras, ya que facilitaba la colocación de las sondas para que el animal pudiera hacer sus necesidades, y de pequeño tamaño, para que el habitáculo no fuese demasiado grande. Laika fue seleccionada de entre otras tres candidatas, a las que probaron encerrando durante días en una reducida cabina con la escafandra puesta. Un tiempo en el que las alimentaron mediante un sistema automático que, cada ciertas horas, se abría y dejaba salir una pasta compuesta de vitaminas, proteínas, grasas, hidratos de carbono y agua. Laika, que tenía dos años, fue la más paciente y, además, la más fotogénica. Una cuestión importante en la guerra propagandística que se contra Estados Unidos en plena Guerra Fría .

Volver «sano y salvo»

El experimento resultó ser un éxito para los soviéticos por dos razones. En primer lugar, en el terreno de la política internacional, puesto que la URSS mantenía con los estadounidenses su particular carrera por la conquista del espacio. No era, por lo tanto, la hazaña científica lo que interesaba a ambos, sino la carga simbólica que representaba en su afán por dominar el mundo. Y en segundo, efectivamente, que aquel primer viaje espacial de Laika preparó el terreno para que, cuatro años más tarde, el 12 de abril de 1961, el cosmonauta Yuri Gagarin se convirtiera en el primer ser humano en viajar al espacio. Esta vez, eso sí, asegurando su regreso a la tierra sana y salvo, al contrario de lo que le pasó a la famosa perra.

Laika, durante los entrenamientos antes de ser lanzanda en el Sputnik II ABC

En un principio estaba previsto que el infeliz animal viviera una semana dando vueltas a la Tierra, pero no que regresara vivo. Ese último dato nunca se hizo público. Y, de hecho, no se conoció el sufrimiento padecido por Laika ni las causas reales de su muerte a las pocas horas del despegue (solo cuatro vueltas alrededor del globo ) hasta 45 años después. En aquel momento, las noticias transmitidas por la agencia estatal de noticias soviética, TASS, eran todas buenas. «Se espera que el perro vuelva sano», «cuenta con suficiente alimento para todo el tiempo que permanezca en el espacio» y «ha sido adiestrado para racionalizárselo» eran algunas de la declaraciones recogidas por ABC de los responsables, que ocultaban al mundo que Laika ya había fallecido.

Un mes después del Sputnik I, se lanzaba el Sputnik II con un sistema de aislamiento térmico construido deprisa y corriendo para que el funesto viaje a las estrellas coincidiera con las celebraciones del 40 aniversario de la Revolución Bolchevique. Las autoridades comunistas no encontraban mejor forma de humillar a Estados Unidos, que se encontraban en clara desventaja en la carrera espacial, dos años después de que ambos anunciaran su intención de lanzar satélites artificiales al espacio.

Un viaje con fallos

Laika viajó a «8.000 metros por segundo» ajena a todo esto, dentro de un dispositivo herméticamente cerrado que llevaba instalado todo un arsenal de tecnología que la perra, obviamente, no sabía utilizar. Véase: instrumentos para estudiar las radiaciones solares, los rayos cósmicos, las temperaturas, las presiones y el proceso vital en las condiciones del espacio. También los aparatos necesarios para transmitir los resultados a la Tierra. Y, por último, dos transmisores de radio y un sistema de aire acondicionado y alimentación para el animal.

Laika, en 1957 ABC

Este último no le sirvió de nada, porque Laika murió entre cinco y siete horas después del lanzamiento, mucho antes de lo planeado. El cohete partió desde Kazajistán a las 5.30 del 3 de noviembre de 1957 y alcanzó su órbita sin novedad. Según reconoció muchos años después, la científica que entrenó a la perra, Adilia Kotelevskaya, su corazón se aceleró hasta las 260 pulsaciones por minuto, tres veces más de lo normal, aunque poco después el ritmo cardiaco se normalizó. Al cabo de dos o tres horas, sin embargo, comenzó el mayor sufrimiento. La nave comenzó a calentarse debido a que la última sección del cohete no se desprendió tras el despegue y transmitió todo el calor que había acumulado al habitáculo donde iba Laika. A eso hubo que añadir el ascenso de la temperatura por las radiaciones solares y el mal funcionamiento del sistema de aislamiento térmico construido apresuradamente.

Las causas no fueron reveladas hasta 2002, durante una conferencia en el Congreso Espacial Mundial de Houston por parte de uno de los responsables del programa, Dimitri Maláshenko. Dijo que se debió a la deshidratación, a un sobrecalentamiento ocasionado por un desperfecto del sistema de control térmico de la nave y al estrés sufrido. Estas tres causas hicieron que su corazón se detuviera rápido. Según desveló, debió ser una agonía horrible, aunque los soviéticos mintieron al mundo hasta entonces. En 1957 aseguraron que Laika había fallecido al octavo día de estar en órbita por las sustancias tóxicas y sedantes suministrados con la comida para propiciar una muerte indolora en el caso de que algo saliera mal. Y declararon que, durante todo este tiempo, había escuchado sus constantes vitales en perfecto estado. «El primer ser vivo que viajó oficialmente al espacio no vivió alegremente una semana dando vueltas sobre la Tierra, sino que tuvo una muerte muy dolorosa», contaba la BBC desde Houston.

Las cuestiones éticas

Su cadáver dentro del satélite estuvo dando vueltas alrededor de la tierra hasta el 14 de abril de 1958, fecha en que se desintegró al volver a entrar en la atmósfera terrestre. Durante ese tiempo, y en los años sucesivos, las cuestiones éticas que pudiera ocasionar la muerte de Laika pasaron inadvertidas por la opacidad del Gobierno de la URSS, que quiso convertir a la perra en una especie de héroe nacional más que en una víctima de la ciencia.

La prensa de finales de los años 50 estaba más preocupada por informar del impacto desde el punto de vista político que del sufrimiento del animal. El mismo corresponsal de ABC en Nueva York informaba de las protestas que se produjeron en la sede de la ONU «contra la presencia de Laika a bordo del Sputnik II». Pero a continuación añadía: «No digo que enviar un perro al cosmos sea un acto de amor a los animales, pero creo que lo que importa es saber, más que la suerte de un perro, lo que pueden hacer los Estados Unidos y el mundo libre para contrarrestar lo que los rusos están llevando a cabo en el campo de la astronáutica, con una precisión y una frecuencia escalofriantes».

Dentro de la URSS apenas hubo polémica. Ni los medios de comunicación, ni los libros, ni el público cuestionó nada en los años siguientes. No fue hasta 1998, una vez desintegrado el bloque comunista , cuando uno de los científicos responsables del envío de la perra al espacio, Oleg Gazenko , expresó públicamente sus dudas: «Cuanto más tiempo pasa, más lamento lo sucedido. No debimos hacerlo. Ni siquiera aprendimos lo suficiente de aquella misión como para justificar la pérdida del animal», declaró.

El debate fue un poco mayor en el resto de países fuera de la influencia comunista. En el Reino Unido, por ejemplo, aquel mismo año, la Liga Nacional de Defensa Canina pidió que los dueños de perros guardaran un minuto de silencio en honor a Laika. Y la Real Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Animales recibió quejas incluso antes de que se confirmara el lanzamiento., a los que hay que sumar otros grupos de manifestantes más allá del mencionado por ABC en Nueva York. A pesar de ello, los rusos ya anunciaban que « los próximos pasajeros pueden ser monos ».

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