Bombas en el cine: cuando franquistas y republicanos vendían como éxitos sus derrotas en la Guerra Civil

En el bando nacional se rodaron 93 películas, por 360 en el republicano, entre 1936 y 1939. Algunas eran propaganda, otras estaban vinculadas a determinadas divisiones del Ejército y las había también para enseñar a la población a protegerse de los bombardeos o a disparar un fusil contra el enemigo

Malraux, durante el rodaje de «Sierra de Teruel», con el permiso expedido por el bando republicano ABC
Israel Viana

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Cuando estalla la Guerra Civil el 18 de julio de 1936, hace 74 años, en España se están rodando alrededor de quince películas. Pero entonces se produce lo que el historiador catalán Ramón Gubern califica de «terremoto, en el que la producción privada prácticamente desapareció». Directores, actores, productores leen las noticias preocupados, sin saber qué será de sus proyectos… ni del país. El director de fotografía Juan Marines, por ejemplo, contaba a ABC Cultural hace tres años que él estaba trabajando como auxiliar de cámara en «La canción de mi vida».

«La gente que se dedicaba al cine no se caracterizaba por una militancia política muy activa y aquello les pilló desarbolados», advertía a este diario el director y guionista ganador de dos Goyas y un Oso de Berlín, José Luis García Sánchez, en 2016. Así lo confirmaba el mismo Marine, que cuando cayeron las primeras bombas y empezó a rodar la mítica «Aurora de esperanza», de Antonio Sau, considerada por los críticos como uno de los trabajos más importantes del cine español. «A mí la política no me interesaba nada. Yo solo quería que la gente trabajase y no se matase, pero me daba cuenta de que aquella era una película importante por los medios que pusieron a nuestra disposición, pero era un filme de propaganda y, repito, a mi no me interesaba la política», explicó.

Al igual que Marine, el célebre Luis Buñuel estaba produciendo con Jean Grémillon el filme «Centinela alerta», pero tuvo que mandar al director francés de vuelta a París rápidamente y acabar él mismo la cinta. Benito Perojo –que durante la Segunda República se hizo de oro con «La verbena de la Paloma», que estuvo meses en cartelera– tuvo que interrumpir el rodaje de «Nuestra Natacha» aquel fatídico 18 de julio, una cinta que reflejaba muy bien el ambiente en los meses previos al alzamiento de Franco . Y lo mismo ocurrió con títulos como «Asilo naval» y «El genio alegre», esta última protagonizada por Fernando Fernández de Córdoba , el hombre que leería en la radio el famoso último parte de guerra tres años después. Toda se tuvieron que parar, sin que ninguno de sus protagonistas intuyera todavía que sus profesión se iba a convertir en un arma de guerra más… y una de las más poderosas.

Las dos Españas del cine

«El inicio de la Guerra Civil supuso un corte radical para la industria cinematográfica. Nadie se imaginaba entonces que fuese a ser tan largo», según el profesor de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Valencia y especialista en el cine franquista de 1936 a 1939, David Sánchez-Biosca. Y como tal, también se dividió en dos grandes bandos, como el resto del país. Las dos Españas del cine.

Cartel de «Frente de Madrid» ABC

En el nacional se habían quedado sin medios técnicos, puesto que los principales estudios y laboratorios se encontraban en Madrid y Barcelona, donde la insurrección había fracasado. Tan solo contaban con los equipos de «El genio alegre» y «Asilo naval» que coyunturalmente se encontraban filmando en Cádiz y Córdoba cuando fueron ocupadas por los nacionales. En el bando republicano, por el contrario, escaseaba el capital. «De hecho, cuando estalla la guerra, el dueño de Cifesa, Manuel Casanova, se marcha a Sevilla con su dinero para abrir una delegación con la que apoyar la causa franquista y grabar documentales de propaganda», contaba a este diario el profesor de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, Rafael Rodríguez Tranche, en el 80 aniversario del conflicto.

Tras un breve colapso inicial, y pesar de esta escasez de recursos, los gobiernos de ambas zonas tomaron conciencia de la importancia de este medio no sólo para entretener a la castigada población, sino para aleccionarla políticamente, contestar al discurso del enemigo y, sobre todo, vender como éxitos rotundos sus fracasos militares en el campo de batalla. Había que ganar la guerra en todos los frentes y este, sin duda, era uno de ellos. Así ocurría también en la prensa e, incluso, con los cómics, tal y como contamos ya en ABC en otro reportaje .

Laya Films contra el NODO

Con estas consignas, tanto franquistas como republicanos empezaron a rodar pronto de nuevo, aunque en un principio se disminuyera drásticamente el número de largometrajes, ahora demasiado caros para las dificultades económicas que indefectiblemente conllevaba la guerra, y la dificultad para producirlas. Muchos eran documentales de réplica de lo que se producía en el enemigo. En la zona republicana, el sector cinematográfico se quedó a las órdenes de los sindicatos de la CNT (SIE Films) y el Partido Comunista (Popular Films). Esta última, junto a la productora del Gobierno, Laia Films, produjo el noticiario «España al día» desde 1937.

En esa primera época el mismo Juan Mariné, que participó en el debut de Paco Martínez Soria, fue nombrado responsable del material del SIE y, más tarde, fue fichado por Laya Films y encargado de rodar el «multitudinario» entierro de Buenaventura Durruti. Aún recuerda cuando un jefe del sindicato anarquista trató de convencerle para que, ante la creciente tensión de Barcelona, llevara una pistola encima. Su respuesta fue tajante: «Yo no soy policía, soy operador de cámara».

El Departamento Nacional de Cinematografía franquista contestó de inmediato con su propio «Noticiario español» ( NODO ), bajo la supervisión del ministro Ramón Serrano Suñer y Dionisio Ridruejo. Franco puso en marcha también un sistema de cine ambulante que recorría los frentes para entretener a los soldados. «Y al día siguiente de conquistar una ciudad se paralizaban las carteleras y se imponían una serie de títulos de obligada proyección. Era como la ocupación simbólica después de la militar», explica Rodríguez Tranche.

Hollywood

Según los datos de Magí Crusells en «La Guerra Civil española: cine y propaganda» (Ariel, 2000), en la zona republicana se produjeron 360 obras, por 93 en la nacional. Algunas eran consignas a la población para que aprendieran a protegerse de los bombardeos o a usar un fusil. Otras estaban vinculadas a determinadas divisiones del Ejército, que siguieron vendiendo sus fracasos como éxitos. También hubo unas pocas películas de ficción. Al frente de ellas, directores españoles como Antonio del Amo, Antonio del Castillo o el gran Edgar Neville , que estaba en el bando republicano como una especie de consejero del ministro de Estado y huyó a la zona franquista para rodar películas de propaganda al servicio de la causa enemiga.

Cartel de «Espoir» ABC

De allí salió «Frente de Madrid», una película que contaba la historia de un soldado republicano y otro falangista que, agonizando juntos en una trinchera, acaban compartiendo el sinsentido de aquel conflicto. Y no podemos olvidarnos de Buñuel, que iba y venía a España e incluso viajó a Hollywood en nombre del Gobierno de la República para supervisar el rodaje de dos películas de propaganda sobre la guerra que se producían en Estados Unidos, muy cerca de la causa republicana ante la inminencia de la Segunda Guerra Mundial.

Pero no hay que olvidar que a España también llegaron directores extranjeros. «Para ellos era una locura de emoción, una fuente absolutamente prodigiosa de temas», señala el director José Luis García Sánchez. Por allí estaba Hemingway poniéndole voz a uno de los documentales más estremecedores de aquel trienio negro, «Tierra de España», dirigido por Joris Ivens con un presupuesto de 2.000 dólares. El fotógrafo Henri Cartier-Bresson realizando «L'Espagne vivra» (1939), una crítica a la intervención extranjera en apoyo de Franco. O Russell Palmer –presidente de Peninsular News Service, un grupo de presión profranquista de Estados Unidos–, que contó con el permiso de Franco para para grabar las conquistas de su Ejército en Teruel y Castellón, de donde salió el primer y único documental en color de la guerra: «Defensores de la fe» (1937).

«Sierra de Teruel»

Por encima de todos estaba el director André Malraux, que filmó la que dicen es la gran película de la Guerra Civil, «Sierra de Teruel», cuyo guion escribió con ayuda del gran Max Aub. «Cinematográficamente es la mejor. Un filme que mira la guerra con unos ojos más limpios. Visualmente es muy hermosa, con esa fotografía, esa luz y esa mezcla de realidad y documental... Es maravillosa», aseguraba a ABC el director Fernando Trueba en 2016.

En medio de las bombas, ambos bandos también quisieron rodar algunas películas de ficción. La CNT se atrevió con «Aurora de esperanza», «Barrios bajos» o la comedia «Nuestro culpable», mientras que los franquistas se fueron a producirlas a Alemania con el apoyo de Hitler. Los nazis montaron la productora Hispano Filmproduktion y se llevaron a directores españoles como Florián Rey y Benito Perojo junto a estrellas como Imperio Argentina o Estrellita Castro. Rodaron cinco películas, algunas tan relevantes como «Carmen, la de Triana», «El barbero de Sevilla» o «Suspiros de España». Un universo muy particular que Fernando Trueba quiso recrear en 1998 con «La niña de tus ojos», que obtuvo siete premios Goya. «Me parecía una situación tan surrealista que españoles se fueran a la Alemania de Hitler a hacer películas folclóricas mientras el país estaba en guerra», reconoció el director.

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