Tony Leblanc, el actor que no actuaba como una estrella

Vivió un amor de 63 años y tuvo ocho hijos, pero ni siquiera tiene una calle en Madrid

Tony Leblanc

Antonio Albert

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Tony Leblanc tuvo muchas vidas, fue un superviviente nato. Él contaba la leyenda de que su madre, María Sánchez López, dio a luz rodeada de obras maestras de la Sala de Tapices de Goya cuando fue a llevarle la cena a su padre, Ignacio Fernández Blanc, vigilante en el Museo del Prado. Otra versión menos artística asevera que allí solo rompió aguas. En ambos casos resulta verosímil que fuera el síndrome de Sthendal lo que precipitara el parto. En cualquier, nació un artista. Así lo ha entendido la pinacoteca, que ha celebrado el centenario de su nacimiento con una obra audiovisual que forma parte del homenaje a todos los trabajadores del Prado. La Filmoteca Nacional se ha sumado con el ciclo ‘Tony Leblanc según Santiago Segura’, que cuenta con cinco de los títulos más populares del actor. ‘Días de cine’, en La 2, y ‘Clásicos de La Otra’, de Telemadrid, le han rendido honores. Sin embargo, la capital de España sigue sin darle una calle: «Se le ha considerado el más castizo de los actores por su modo ‘chuleta’ de hablar», apunta Juan Luis Álvarez, director del espacio de cine de la televisión madrileña: «Sus películas son un muestrario de cómo fue cambiando la ciudad con los años, el Madrid de ‘El día de los enamorados’, ‘Los tramposos’, ’Las chicas de la cruz Roja’...».

Tony no solo fue actor, fue también ascensorista, portero en un equipo de Tercera División, boxeador, figurinista, empresario… Fue un auténtico buscavidas, en el mejor sentido de la palabra, un pícaro que supo encontrar su sitio con mucho sacrificio. Su verdadero nombre era Ignacio Fernández Sánchez, demasiado sencillo para dedicarse al artisteo. El cambio de nombre fue, probablemente, el único gesto de ‘postureo’ de un hombre del pueblo que siempre tuvo los pies en la tierra. Trabajó duro y tuvo una vida sentimental entregada a una sola mujer, su único amor, Isabel Páez de la Torre , con quien tuvo ocho hijos y estuvo casado 63 años. Su único romance anterior con una estrella fue con Nati Mistral, quien siempre tuvo a gala contar que nunca tuvieron relaciones: «Las mujeres de la época éramos muy decentes», decía ella siempre en público mientras, en privado, relataba la impresionante dotación de su amante. Eso sí, una de las mujeres más importantes de su vida fue Conchita Velasco , su gran amiga y compañera en muchas de las películas más recordadas.

Nunca se le subió la fama a la cabeza porque para él su trabajo era su vida, no un capricho para firmar autógrafos. Por las mañanas rodaba una película, por la tarde hacía revista y, por la noche, a veces emprendía viaje para seguir la gira. Cuando por fin tuvo unos cuartos para comprarse algo, Tony encargó un coche, un Seat, con el que poder tener independencia para sus viaje. El tiempo pasaba, las giras se complicaban y el coche no llegaba nunca. Juan Luis Álvarez recuerda lo que sucedió entonces: «Tony no tuvo otra ocurrencia que aprovechar una visita oficial al Pardo para quejarse a Franco, incluso atreviéndose a pedirle que moviera los hilos y acelerasen los trámites de entrega. Franco no le ayudó y Tony fue el único invitado que salió de la recepción sin un regalo como recuerdo. Se llevó un buen chasco».

Tony logró dos hazañas que parecían imposibles: conquistar al público pelando y comiéndose una manzana delante de José María Íñigo, en un gesto cargado de simbolismo para un país medio muerto de hambre, y resucitar en una nueva vida artística gracias al ‘Torrente’ de Santiago Segura , conectando con las nuevas generaciones de espectadores que nunca vieron su cara en blanco y negro. No solo se merece una calle, queremos que le den una avenida.

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