La resurrección con novio de Esther Cañadas

La modelo ha venido transitando a veces los álbumes de la prensa sentimental, donde luce con algo de rubia guadiana que no está demasiado a gusto en el papel

Esther Cañadas y su novio
Ángel Antonio Herrera

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Lunes

Esther Cañadas asoma en Ibiza, con un novio titán. El novio es como Mark Vanderloo , aquel marido de Esther, pero con más gimnasio. Casi llama más la atención, en las fotos, él que la propia Esther. La novedad, aquí, no es solo que haya enamorado a un apolo de greñas, sino que ha vuelto a casa, donde no la veíamos desde hace mucho tiempo. Porque Esther Cañadas es una extranjera de todas partes, pero de cuna española. Estamos ante una vikinga de Alicante, ante una dorada sirena de Albacete, que es donde muchos señalan su nacimiento, según su DNI. Ha resultado lo más internacional, quizá, que hemos aportado entre las alicias numerosas del país de las maravillas de las modelos. A finales de los noventa se remató su apoteosis, y se retiró del tajo en 2009. Fue una rara belleza mágica. Llevaba el pelo en vendaval parado, los ojos de marítima mirada, y la delgadez de salvaje muchacha que se hubiera alimentado solo de peces. Se presentó, en su momento, allá en los noventa, a un concurso de belleza del gremio por contentar a su madre, de nombre Blancanieves. O sea, por callarla un rato. Pero de contentar a una madre salió de pronto un carrerón de guapa que enseguida tendría mucho catálogo del oficio. En paralelo, Esther ha venido transitando a veces los álbumes de la prensa sentimental, donde luce con algo de rubia guadiana que no está demasiado a gusto en el papel. En síntesis, consta que se casó con Mark Vanderloo , ya citado, un guapo de su gremio, y que luego del divorcio sostuvo relaciones con Sete Gibernau , con el que también se casó. Luego estuvo en su vida Vikram Chatwal , un célebre empresario hotelero neoyorkino. Duró lo que duró. Más tarde, Esther nos presentaba a su hija, en la puerta de la Clínica Ruber de Madrid, ante los fotógrafos de rigor, y sin padre para la estampa memorable, según voluntad de la propia protagonista. La niña vive al margen de la fama, y la madre casi también. Pero es frecuente verla de relajo en los verano de Ibiza o Formentera, como una hippie del ‘Vogue’. Como ahora. Esther triunfó, y no sabemos muy bien en qué anda, en las últimas épocas. Fue una chica de misterio, y ahora casi es un misterio de chica.

Martes

Las separaciones se anuncian ahora por el rito de lo cordial, vía redes. Desde Santi Cañizares a Ramón García , o Amelia Bono . Parece que se casaran todos de nuevo, en la reedición de unas nupcias al revés.

Miércoles

Bertín Osborne ha salido participante en lo de las máscaras de Antena 3, porque Bertín está en todas partes, el tío. Al retirarse el disfraz aparatoso, tan barroco, quedó como un cruce de Rey Mago y Elvis Presley en su época de decadencias.

Jueves

Dolly Parton ha recreado la portada de ‘Playboy’ que hizo en el 78. Hoy tiene la moza un aire de Raquel Mosquera de Las Vegas, con 75 años recumplidos, y ha querido hacer así un recordatorio, a modo de regalo para su marido. En síntesis: que los demás podíamos habernos ahorrado la estampa.

Viernes

Diez años hace que se fue Amy Winehouse , pero sin irse del todo. Dictó la autopsia en su día que no la mató la droga sino el vodka. Y qué más da. De cualquier modo, no mata un veneno, mata la vida. El mal vivir, que a menudo resulta el bueno, da para un rato, porque para prosperar en el malditismo lo primero es la salud de Rafa Nadal. Y también lo último. Los poetas, que suelen salir yonquis de la síntesis, lo certificaron para siempre: «No existe el veneno, sino la dosis». No añadieron que el veneno principal es la propia vida, y, si la vida se pone terca, nos asesina de pronto un menú de estramonio o un variado postre de pastillería, que es con lo que se agriaba o endulzaba la existencia Winehouse, siempre borracha de talento y vodka, no sé si por este orden. El alcohol está en el arte, claro, y asimismo la droga, de farmacia o no. Si pegamos un vistazo al horizonte, más o menos próximo, nos aparecen muchos famosos no adictos al Solán de Cabras, precisamente: Naomi Campbell , Melanie Griffith , Kate Moss , Drew Barrymore , Diego Armando Maradona . Cada uno a su manera, y según épocas. Kurt Cobain se fue al otro barrio por sobredosis, y Keith Richards resolvió en boutade su vicio: «No he tenido problemas con la droga, sino con la policía». Marguerite Yourcenar confesó que debía insólitos riesgos a la ebriedad. Pero al final se curó de la ebriedad. Lo malo del alcohol, o del Marlboro, es que hay que dejarlo. La música y la literatura adeudan muchas de sus cumbres mejores a finos solistas del opio o la absenta. Ahí está Winehouse, incalculable criatura. Arruinaron sus vidas, pero hicieron mejores las nuestras. Otros, menos salvajes, se colocaban de infancia oliendo de mañana una manzana, como Proust o Stendhal. Quiero decir que la droga, la dulce droga visionaria, va por dentro, y no nos trae la cocaína o el vodka nada que no anide ya en nosotros, más o menos dormido. Me lo tiene dicho Sabina , que es autoridad: «Me gusta el alcohol, pero me joden los borrachos». Pues eso.

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