Máximo Huerta: «mi amor está ahora mismo perimetrado»

Debuta como actor en una serie de la cadena autonómica valenciana. Vive en Utiel y disfruta de las cosas sencillas

Máximo Huerta en su papel del juez Varela en la serie de ‘L’alquería blanca’

Antonio Albert

Máximo Huerta ha vuelto a casa. Tras su éxito en la televisión nacional y en la literatura, ganó el Premio Primavera en 2014 con 'La noche soñada', presenta 'Bona vesprada' en À Punt, un magacín de más de cuatro horas diarias en directo que ha cambiado su vida: «Por la noche llego a casa, tomo una ensalada y caigo rendido. Ahora vivo por las mañanas y los fines de semana, que espero aprovechar pronto para volver a ver teatro».

Está feliz porque ha batido récord de audiencia pero, sobre todo, porque va a poder cumplir su sueño de ser actor, que había quedado dormido desde su juventud: «Participaba en obras amateurs y era una experiencia maravillosa. Un día se me ocurrió decir en el programa que me encantaría participar en 'L’ alquería blanca' (la serie estrella de la cadena, heredada de los tiempos de Canal 9) y me lo propusieron. Pensé que se trataría de un cameo, pero no, es un papel -el juez Varela- con una relevancia clave en las tramas.

Cuando se me pasó el shock, estudié el papel con humildad y mucho respeto, porque en la grabación estaba rodeado de actores a los que admiro. Fue una mezcla de vértigo y placer, pero estoy orgulloso del resultado. Mira que yo no suelo estar contento con lo que hago, porque soy muy exigente conmigo mismo: siempre encuentro pegas. Pero aquí, no sé si al sentirme libre de mirar a cámara, con esa luz y con el talento de mis compañeros arropándome, la verdad es que estoy encantado».

Sabe que está de nuevo expuesto a las críticas, aunque tiene una teoría: «las redes sociales son como un juego en el que se sigue al que golpea primero. El resto son imitadores que crean un eco sumándose a la corriente. Todo depende de si empiezan hablando bien o mal».

Apostar por vivir

Máximo Huerta

Máximo Huerta, ahora actor. Pero a Máximo, que lo mismo presenta informativos que pinta acuarelas o escribe novelas, le aburren las etiquetas: «son cosas de los periodistas, que necesitamos poner un subtítulo con el que calificar a los personajes. Eso de poner la profesión, como si fuera el DNI, ¡es tan rancio!

Precisamente, en esa capacidad para experimentar está la belleza de la vida: «ser normal no existe. Y de existir, sería un aburrimiento. La uniformidad me irrita, por eso elogio la diferencia. Como dice Bibiana Fernández, ‘la vida está para ser gastada’. Y me da mucha pena la gente que por miedo no gasta su vida, no arriesga. Yo he recibido varios golpes en mi vida y he decidido apostar por vivir. Y disfrutarme mucho».

Ahora pasea por Utiel y Buñol redescubriendo los paisajes de su infancia, «pero con una nueva mirada. Me pierdo por caminos de cabras, me lleno con los aromas del campo… Cada día disfruto de las cosas sencillas. Ni siquiera tengo mi ropa aquí, está todo en Madrid, pero no echo nada de menos. No tengo wifi, no veo series, ni me hace falta». Son también tiempos de aprendizaje: antes no cocinaba y ahora, gracias a la tele, se ha convertido casi en un chef: «se lo debo a Maribel (concursante de MasterChef) que me ha contagiado su energía. Ha sido como un cursillo intensivo. Ya podría recibir en casa», bromea.

En su libro ‘Ne me quitte pas’, Máximo mostraba que el amor hay que vivirlo del todo. Viendo su Instagram, podría parecer que sus amores son su madre y su perra Leo. Pero no. Hay un amor, «pero está perimetrado. Tengo que resignarme porque acabaría saliendo en los periódicos: no creo que el amor me sirva como excusa para saltarme la ley. Sería muy romántico, pero no cuela». La pandemia nos ha puesto nuevos obstáculos en la vida, pero el escritor no la considera nada inspiradora: «esta distopía conlleva tanto dolor, tanta ansiedad, que prefiero rebuscar en los años veinte del siglo pasado que centrarme en estos tiempos amargos. Pero sospecho que, cuando todo pase, viviremos un desenfreno cultural y social. Será la eclosión de un sentimiento colectivo nacido de superar el miedo al miedo».

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