Josemi Rodríguez-Sieiro - Lo que me apetece

La gran María Teresa Campos

Se merece todos los reconocimientos y Andalucía, concretamente, con gobiernos de todos los signos políticos se los ha otorgado

María Teresa Campos GTRES

Josemi Rodríguez-Sieiro

Con satisfacción leo que a María Teresa Campos le han entregado en Sevilla, en el marco de los XXXVI Premios de Andalucía de Periodismo, el Galardón a su Trayectoria Profesional, en un momento en el que también, según declaraciones de su familia, se encuentra en horas bajas, se aburre en casa y quiere trabajar, pidiendo, casi a gritos, casi suplicando, una oportunidad para volver a ponerse ante las cámaras. María Teresa se merece todos los reconocimientos y Andalucía, concretamente, con gobiernos de todos los signos políticos se los ha otorgado.

Conocí a María Teresa en una cena que di en mi casa el día de la huelga general que le organizaron a Felipe González. Carmen Rigalt y Rosa Villacastín, a las que había invitado a pasar unos días en Biotonus, en Montreux, me trajeron a María Teresa. Aceptaron y yo les demostré que mis empleados no quisieron sumarse a la decisión de los sindicatos.

Más tarde, en un avión, regresando yo de una fiesta en casa de Mercedes Domecq y Fermín Bohórquez, coincidí a su lado y me propuso trabajar con ella en su programa de Televisión Española. Ante mis dudas, Rocío Jurado y Pedro Carrasco, separados por el pasillo, me animaron a aceptar. Temía por la reacción de mi familia, pero finalmente le di el sí.

Estaba ya en la radio con Miguel Ángel García-Juez, que me lo enseñó todo. De María Teresa aprendí tanto que, para una persona sin formación periodística, después de haber estudiado Derecho, fue toda una aventura impresionante.

Coincidíamos en Marbella en el Coral Beach, repitió muchos veranos en el Gran Hotel de La Toja, donde yo veraneaba con mis padres desde niño, conoció París de mi mano y algunas veces también nos hemos visto en Mallorca.

La Campos viajaba como las estrellas de cine, acompañada de su novio y de su familia, entre los que estaban su encantadora madre, sus hijas, con maridos o novios, a su vez con sus respectivos hijos, con varios de sus hermanos, de su mecánico, de su secretaria y de su planchadora. Y algunas veces de amigas. La corte de la Campos no la tuvo casi ni la Kapurthala. Por no hablar de los inevitables «amigos de ricos», que siempre están prestos a vivir a costa de la generosidad de los demás. Y ella no estuvo alejada de semejantes personajillos.

Muchos años fueron los que coincidí con ella en Sevilla, en Semana Santa y en la Feria.

Precisamente fué alli una madrugada, cuando un millonario sudamericano, culto, brillante y muy inteligente le propuso amor eterno, después de llenar de flores la suite del Alfonso. A la mañana siguiente, sin dormir, hizo el programa como la profesional que ha sido siempre, sin inmutarse.

Su romance se frustró en Nueva York. Como era de esperar su proyección social, internacionalmente hablando, se terminó. Fue una historia apasionante e intermitente. Baby Pignatari se quedó sin ser el cuñado de la Campos.

La persiguió un jerezano, la sedujo un argentino, la llevó en moto un español, la ilusionó un diplomático cubano, la engañó un actor mediocre, pero fue muy feliz con Félix Arechabaleta. Por no hablar de otros muchos que admiraron su inteligencia, su conversación, su sonrisa e incluso su fama.

Tuvo muchos amigos fieles y buenos, de diferentes épocas, pero a la mayoría no ha sabido cuidarlos, ni dejarse cuidar por ellos. El motivo, no lo sé, ni he sido capaz de averiguarlo. Y de envidias es mejor ni hablar.

Felicidades a la Campos que sigue recibiendo premios, aunque no trabaje.

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