Javier Rey: «Quiero morirme en Galicia, pero si sigo a este paso me pilla en la A-6»

Consolidado como uno de los grandes del momento, su vida lejos de las cámaras es casi una incógnita

El estilo de Javier Rey

Javier Rey, minutos previos al desfile de Pedro del Hierro en MBFWM GTRES

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Cada entrevista que concede el actor Javier Rey (42 años), que no son muchas, es una llave para conocer un poquito más de su inexpugnable intimidad. Esa que protege como un tesoro. Tiene muy claro dónde están los límites que no quiere sobrepasar para proteger a sus seres queridos, que no tienen por qué verse afectados por una industria que, a veces, puede ser intrusiva. Hablar de él es hacerlo de Sito Miñanco en ‘Fariña’, de Xavier en ‘Mentiras’ , de Mateo en ‘La Cima’, que estrena en marzo, o del personaje que interpreta en la película ‘Los pacientes del doctor García’ (que está grabando), pero nada más. Como dice: «Qué más da quién es Javier Rey, no es el protagonista». Esa filosofía, junto con el deporte, le aporta equilibrio y estabilidad en su vida. «Hace años descubrí que mi oficio no tiene que ir de la mano de lo más íntimo de mi vida», afirma en una entrevista con ABC en MBFWM con motivo de la presentación de la exquisita colección de Pedro del Hierro , firma de la que es su sólido embajador. Para él «no mostrar esa parte hace que los personajes sean mucho más creíbles». Y hay que reconocérselo, le va muy bien así.

Rey, con su otra pasión: las bicicletas RR. SS.

Se ha ganado el derecho de poder presumir de ser uno de los referentes de la industria , aunque en su carácter no esté hacerlo. De lo que entiende es de trabajo, trabajo y trabajo. Así ha llegado a donde está, con paso de hormiguita y sin aspiraciones ni metas de ningún tipo, como dice. Vive de sus personajes, a los que elige con sumo cuidado: «Odiaría echar la vista atrás y sentir que me repito eligiendo papeles». Descarta dar el salto a Hollywood porque «mientras que antes tenías que hacer casi una estrategia, ahora ya no hace falta, todo se ha ha globalizado» y porque le sería imposible dejar a los suyos, a los que tiene muy repartidos por la geografía española. Cuando puede aprovecha para viajar con ellos o ir al museo y al teatro o leer cómics, que son las cosas que le hacen feliz. «Mi plan perfecto es ir al cine y luego tomarme una caña con mis amigos y rajar de la película», dice.

«Odiaría echar la vista atrás y sentir que me repito eligiendo papeles»

Orgulloso gallego

Rey, de niño RR. SS.

Con 20 años, el hijo de un capitán de barco dejó su casa en Noya (La Coruña) para marcharse a la capital a comenzar su andadura profesional, dejando atrás su sueño de convertirse en ciclista profesional . Llegó «con ganas de quemar Madrid» (y lo hizo, como así reconoce entre risas) y, poco a poco, fue adentrándose en la profesión a la que llegó de improviso gracias al empujón que le dio el actor Xosé Manuel Esperante y con cierto pudor, que aún le acompaña.

Con media vida vivida fuera y como todo buen gallego, Rey tiende a sentir morriña por la tierra que le dio una infancia feliz. «Criarse en Noya en los años 80 y 90 tiene una cosa como de sanotes, de hacer mucho deporte al aire libre. No había horarios de vuelta a casa y no había sensación de peligro. En verano era increíble porque se multiplicaba por tres la gente allí que venía a veranear», rememora con ilusión y admitiendo que, aunque fue siempre «un buen niño y obediente», sí que «era mal estudiante, pero no gamberro».

«Fui un mal estudiante pero no un gamberro»

Su intención es volver a Galicia en algún momento pero, como nos pasa a muchos, nunca encontramos el momento: «Quiero morirme allí pero si sigo a este paso me pilla en la A-6 porque soy de Noya hasta que me muera». Pero antes intentará encontrar un mes para hacer su viaje soñado a Tokio.

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