PADRES E HIJOS

¿Quieren los hombres estar en el parto?

¿Les afecta negativamente en sus futuras relaciones sexuales ver a su mujer parir? ¿O por el contrario ver a su mujer traer una vida al mundo les hace colocarlas en un pedestal y estar más unidos a ella?

MADRID Actualizado: Guardar
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Una pareja que lleva tiempo buscando un embarazo, por fin recibe la buena nueva: será padres. A partir de ahí comienza un largo recorrido de 9 meses donde juntos irán a las revisiones oportunas. Ambos leerán los mismos libros, blogs de maternidad, artículos, se interesarán en la misma medida por el embarazo y lo que vendrá después: la crianza. Este es, en un gran resumen, el prototipo de padre de hoy en día. Nada que ver con el que se dio antes, en las generaciones anteriores. Y es que la maternidad siempre fue algo exclusivo de la mujer, algo muy íntimo. Solo ahora, de un tiempo a esta parte, unos veinte años, es cuando los hombres empiezan a tomar parte activa en el proceso de gestación y parto, que no de educación posterior.

Fue Luis XVI el que decidió que quería ver cómo nacían sus hijos y para ello pidió que su mujer diese a luz tumbada, cosa que muchas mujeres hoy no le agradecen puesto que no es precisamente la manera más natural de hacerlo. Pero Luis XV fue un avanzado de la época (en cuanto a querer ver cómo se producía el fenómeno del nacimiento), ya que —y esto lo hemos visto en infinidad de películas— el rol masculino era quedarse fuera esperando (nervioso) qué pasaba dentro. Y ya luego salía la matrona, o médico, a comunicar qué había sido y cómo estaban ambos, bebé y madre.

Sin embargo ahora muchos hombres han cambiado. Y hemos preguntado en el famoso grupo Si los hombres hablasen. Curiosamente aquellos que quieren ver el parto e incluso participar de él son los que han acompañado a su pareja en un parto en casa o en un parto hospitalario pero muy respetado, es decir, con libertad de movimientos para la mujer, caminando, con poca luz, sin intervención de cuatro o cinco personas sanitarias todo el rato…Y los que se han quedado fuera, por norma general, es porque sus parejas han tenido partos intervenidos y no les han dejado o no han querido o ambas cosas a la vez.

«Recuerdo respirar aliviado cuando me avisaron de que mis hijos nacerían por cesárea» —relata Víctor— «Estúpido de mí pensé, qué bien, un problema menos. Pero para mí, por supuesto, agrega, ya que para no tener que saber afrontar una situación a mí me superaba, y en mi absoluto desconocimiento (el parto de mis hijos) y que no solo sabía cómo reaccionar sino que, además, no sabía (que es peor) cómo acompañar». Reconoce que se alegra de que «poco a poco las cosas vayan cambiando aunque me gustaría que cambiaran más todavía, especialmente para que esos hombres que están actualmente perdidos e ignorantes en este tema, no se perdieran algo tan hermoso en sus vidas pero también por esas mujeres que confían a ciegas en los profesionales que las acogen, pero sobre todo, concluye, por esos niños y niñas que vienen a este mundo de la forma en la que vienen».

«Nunca quise estar en los partos de mi mujer porque creo que es un proceso muy mamífero y, hasta donde yo sé, los leones no están en los partos de las leonas, de hecho no creo que la leona lo admitiese, básicamente porque no lo necesita, de hecho le estorba» sostiene Javier. Esta teoría es la que sustenta el famoso Michel Odent, afamado obstetra francés y uno de los máximos defensores de los partos no medicalizados ni instrumentalizados sin necesidad real que lo requiera. Para Odent la figura del hombre en el parto puede dificultar el mismo ya que. cómo declaró en un artículo publicado en The Guardian «puede hacer que la labor de parto sea más larga, más dolorosa y más complicada porque ella nota la ansiedad de él y se pone nerviosa» Básicamente lo que el afamado obstetra quiere decir es que los nervios son lo último que una parturienta necesita ya que si sucede eso ella se llenará de cortisol, la hormona del estrés que hará que se cierre el cuerpo y, tal y como siempre explica la directora del afamado centro Más Natural, Cristina Núñez, parir significa abrirse.

Y es que un parto conlleva la visión de muchos líquidos que, quizás, no todos los hombres estén capacitados para ver. Y no solo eso, también una actitud muy mamífera de la mujer con llantos, a veces gritos, a veces desesperación o por qué no, mucha placidez ya que cada mujer es un mundo.

¿Es posible que esa visión afecte negativamente en las futuras relaciones sexuales de la pareja? ¿Pasará ella a ser una madre nada más y perderá, a ojos de él, el estatus de mujer con la que tener sexo? Pues depende, hay casos para todo. Bruno H. explica, por ejemplo, que «hay mucha atracción después y más si cabe ya que el parto para mí es animal como el sexo» Recuerda que su mujer «tuvo el segundo parto vaginal y sin cesárea, elegido y consciente y lo vivió de una manera intensa y yo con ella». «La quiero, explica, y os puedo contar que la experiencia para mí fue de una intensidad y de una vivezaque todavía se me ponen los pelos de punta cuando lo recuerdo», relata. Bruno H. estuvo en el parto «porque así me lo requirió ella y lo volvería a hacer una y mil veces si así me lo volviese ella a pedir, con respeto, cariño y contando siempre con ella» Además, agrega, «es que creo que el parto no algo que se deje para el último día y nosotros hicimos un trabajo anterior y nos dejamos aconsejar por personas que creen en el parto respetado, porque miran y miman a la mujer», recuerda con emoción.

En la otra cara de la moneda se encuentra Federico que reconoce que «lo intenté pero tuve que salirme de la habitación porque tantos fluidos me estaban empezando a marear, a asustar, pero es que además mi mujer me lo pidió, no se sentía cómoda viendo cómo yo la miraba sudar, gritar, ponerse salvaje en cada contracción, me miró fijamente como con los ojos encendidos y me dijo: vete. Y claro, lo hice y reconozco que me sentí aliviado. A los 5 minutos escuché a mi hija llorar, fue como si ella se diera el permiso para terminar de abrirse justo cuando yo ya no miraba. Y al entrar la cara de ella era otra ya, la “niña del exorcista” había dejado paso a una mamífera que cuidaba de nuestra cachorra, explica. Ahora que lo pienso creo que tuvo muchísima intuición porque a las mujeres, si se os deja tranquilas a la hora de parir, esa sabiduría que tenéis desde hace siglos os funciona a la perfección en el momento del parto».

También es verdad que hay hombres que están pero que se sienten un poco inútiles en el proceso como le sucedió a Julio César que reconoce que «después de las clases, los libros y todo, cuando llegó el momento ayudé a mi mujer en la sala de dilatación y el parto, que fue bien y rápido pero sobre indescriptible, me hizo ver que me sentí un poco inútil, como un mueble, intentando no estorbar en la sala», recuerda. Ahora, con el tiempo y sabiendo lo que sabemos, nos damos cuenta de que el parto fue totalmente dirigido por el personal sanitario y que nos hubiera gustado que nos hubieran consultado ciertas decisiones o, al menos, que nos hubieran dado más información pero, reconoce, cuando llega el momento, a pesar que quieras las cosas de determinada manera, es complicado «imponerse a ciertas formas o costumbres», finaliza.

Hay, por lo tanto, para todos los gustos, pero lo que está claro es que, por un lado los hombres cada más participan del increíble proceso de acompañamiento a sus mujeres y, por el otro, que lo más importante es que las parejas hagan lo que ellos decidan de común acuerdo, siempre escuchándose para saber por qué quieren o no ser acompañadas y acompañar.

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