El negocio de la red: familias que viven del «sueldo» de sus hijos

Dedicar mucho tiempo a la publicación de vídeos, dañar la imagen del menor o cometer infracciones contra Hacienda, algunos de los riesgos de esta profesión

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Los niños ya no quieren ser médicos, profesores, veterinarios o científicos; eligen, como cuarta preferencia –por delante de futbolista, jugador de baloncesto o ingeniero–, dedicarse al mundo de la red: ser «youtuber». Así lo refleja la XIV encuesta de Adecco sobre «Qué quieres ser de mayor» , publicada recientemente. Como ya sucedió en el anterior estudio, esta profesión vinculada a internet gana posiciones entre los más pequeños (cerca de 2.000 jóvenes de entre 4 y 16 años), hasta el punto de que El Rubius, el español con más suscriptores en Youtube, aparece en la lista como uno de los ídolos entre las preferencias infantiles.

¿Cómo debe reaccionar una familia cuando su hijo dice que quiere ser «youtuber»? Y, sobre todo, ¿ qué tienen que saber los padres para no incumplir las normas establecidas en internet sobre los menores?

«Seguro que es algo pasajero, como cuando dijo que con cuatro años quería ser astronauta». Con esta idea, Empantallados refleja la incertidumbre de un padre al que su hija le pregunta si puede ser «youtuber», una nueva profesión que está calando entre los adolescentes, quienes cada vez pasan más horas delante de pantallas y conectados a internet. Vídeo tras vídeo, así se alimenta un mundo que se mueve, en muchas ocasiones, por la publicidad.

«Analizando canales en Youtube he notado la presencia de marcas pero sin ser mencionadas como tal. Existe mucho hiperconsumismo, sobre todo en épocas destacadas como Navidad, donde se ponen sobre la mesa valores poco sanos como que un niño de 8 años enseñe su iPhone X –modelo más actual de Apple–», afirma Esther Martínez, profesora titular de Publicidad en la Universidad Rey Juan Carlos.

Peligros reales

Los padres deben ser responsables de la educación de los niños «y de l os riesgos a los que sus hijos se exponen en las redes sociales y en internet», continúa Martínez. «Un usuario no puede darse de alta en Youtube si tiene menos de 14 años, necesita, por tanto, una autorización de los padres o tutores legales. En muchos casos, los canales son controlados por los progenitores, por lo que responden por sus hijos ante todo lo que pueda pasar», insiste Jorge Campanillas, abogado especialista en TIC y fundador de lurismática Abogados.

Ser «youtuber» es, en definitiva, una actividad económica. «Los padres tienen que estar dados de alta como autónomos cuando se trata de un canal con ingresos reiterados», comenta Campanillas. ¿Dónde podría surgir una infracción? «Ante Hacienda, por no declarar aquellos productos que cobran en forma de especies, o por la imagen del menor, dependiendo de las vejaciones a las que se exponga en los vídeos», insiste.

Esther Martínez asegura que no ha visto situaciones donde algún organismo intervenga ante la mala imagen a la que se pueda exhibir a los niños. Sin embargo, Campanillas afirma que «la Fiscalía de Menores puede actuar de oficio si considera que se está dañando la imagen del pequeño». «Hay que tener en cuenta que, dando datos falsos como la edad, los adolescentes pueden tener acceso a todo», argumenta Alejandro Rivas, gestor de marketing experto en intermediar con «influencers» y marcas.

Este especialista afirma que la alarma social se genera por la falta de información de los padres. «Las familias no saben lo que hacen sus hijos en internet y pueden surgir problemas como el ciberbullying o el acceso a contenidos no aptos para su edad . Por ejemplo, muchos niños están enganchados a Musical.ly, una aplicación que parece divertida porque bailan coreografías, pero hay que plantearse si es normal ver a una niña de diez años bailando y cantando reguetón», insiste.

¿Cuánto cobran?

El «sueldo» de estos niños no tiene unos parámetros establecidos, por lo que no se puede afirmar si ganan más o menos dependiendo del vídeo o campaña que hagan. «Puede que haya algún pequeño que no cobre, porque sea un momento puntual, pero los más avanzados sí suelen tener sus precios dependiendo de lo que les exijan las marcas», asegura Alejandro Rivas.

Este experto comenta que la forma de cobrar suele basarse en dos o tres variantes. La primera de ellas es la cobertura que tenga o vaya a tener el vídeo, es decir, el impacto que se consiga con él en la sociedad y, por tanto, en el mercado.

La segunda tiene que ver con la afinidad , con lo profesional que la persona sea en el tema. «Por ejemplo, si se quiere hablar de piano, se contrata a una experta y esta cobrará más por cuestión de proximidad con el contenido del que se va a hablar», apunta.

La tercera, y última, es el tipo de contenido . «No tiene el mismo impacto un vídeo en Youtube que una fotografía en Instagram», insiste este gestor en marketing. Por tanto, Rivas afirma que «por un vídeo que llegue a mil personas aficionadas al piano se cobrará más que por una imagen que sea vista por medio millón de usuarios».

También hay que especificar si los «youtubers», a través de sus padres mientras sean menores de edad, reciben dinero o productos en especies . «Los progenitores deben ser conscientes de esta remuneración y llevar unos controles; no deben olvidar que están recibiendo dinero, sea físico o no», argumenta Campanillas. «Hay familias que viven del sueldo de sus hijos , de lo que ganan por su canal de Youtube», agrega la profesora Martínez.

Sin infancia «normal»

Los niños «youtubers» no son comparables a Marisol, Joselito o los pequeños prodigios de antaño . «Ellos tenían un representante que los guiaba por este “mundillo”, pero ahora son los padres los que controlan los contratos de sus hijos para los vídeos», asegura Alejandro Rivas.

«Se está rompiendo la infancia de estos jóvenes. Hay quienes llegan a subir hasta tres vídeos semanales, de unos veinte minutos de duración. Eso se traduce a cuatro horas de trabajo para cada uno», comenta Martínez.

Esta profesora concluye con una idea: «En el fondo, creo que los padres no están preparados para esto . Deberían hacer autocrítica e ir aprendiendo, porque siempre que le reprochan a sus hijos que no tienen que usar el móvil, reciben como respuesta un ¿y tú? Se tiene que predicar con el ejemplo».

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