Irene Villa: «El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional»

En la clausura del 39 Congreso de Fepace, Irene Villa explicó que uno no sabe lo fuerte que puede llegar a ser hasta que tu única opción es ser fuerte, por eso «si no puedes cambiar una situación, cambia tú»

Irene Villa en la clausura de Fepace en el Cartuja Center de Sevilla
Laura Peraita

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Las 1.500 personas que acudieron al 39ºCongreso de Fepace en Sevilla recibieron con un largo y caluroso aplauso a Irene Villa cuando salió al escenario del Cartuja Center para realizar la conferencia de clausura de este evento de la Federación de Asociaciones de Padres de Alumnos de Fomento .

En su discurso trasladó a su auditorio hasta el 17 de octubre de 1991, día en el que sufrió un grave atentado de la banda terrorista ETA en el que, con tan solo 12 años , perdió las dos piernas y tres dedos de una mano y su madre una pierna y un brazo. «Por la mañana, mientras desayunábamos en casa escuchamos una explosión. A mi hermana le entró mucho miedo y no quería ir a clase. "¡Vamos, ahora mismo salimos a por el coche! Las bombas solo se las ponen a la gente importante ", dijo mi madre para quitar hierro al asunto. Nunca imaginamos lo que nos iba a pasar un rato después».

Recuerda que a ella la dieron por muerta en una primera valoración por la crudeza de su situación. Sin embargo, a los pocos instantes alguien giró su cuerpo y comprobó que aún tenía pulso. Muy leve. «Mi padre se enteró por la radio y fue corriendo al hospital. Le dijeron: su hija no tiene manos, no tiene piernas, tiene la cara destrozada... Él pensó, "una niña de doce años, jugadora de baloncesto, patinadora y que siempre iba dando brincos... Prefiero sufrir yo por no tenerla en vida a que sufra ella por vivir en esta situación. Prefiero que quede en paz eterna ". Sin embargo, mi médico confesó que escuchó una voz que le dijo "tienes que salvarla". Se puso en acción y me llevó a la vida».

Explicó que cuando su madre se despertó pasó varios días casi en silencio hasta que su abuelo le dijo: «¡pero María Jesús, ¿es que no vas a preguntar por tu hija? ». «¿Pero es que Irene está viva?", gritó la madre con gran sorpresa.

«Mi madre me dijo: "Hija, esto es con lo que vamos a vivir, si Dios quiere, muchos años. Solo tenemos dos opciones: vivir amargadas y maldiciendo a los terroristas o decidir que hemos nacido hoy"»

A través de la televisión pudieron conectar en una primera conversación tras el atentado: «¡Hija mía qué guapa estás, tengo muchas ganas de verte y abrazarte. Te quiero. Pronto vamos a estar juntas», le dijo María Jesús con voz fuerte y una gran sonrisa. «Esta forma de dirigirse a mí demuestra lo importante que son los padres en la vida de sus hijos para enseñarles a afrontar las situaciones y adversidades. Los padres son un gran ejemplo para seguir luchando. Nuestros hijos son un reflejo de lo que ven en casa y de cómo se superan las situaciones. La alegría, la fortaleza y la felicidad se aprenden. Mi madre ha sido siempre un gran apoyo y cuando pudo venir a verme en persona al hospital me dio la clave de mi mida: « hija, esto es lo que hay y con esto vamos a vivir , si Dios quiere, muchos años. Solo tenemos dos opciones: vivir amargadas y maldiciendo a los terroristas o decidir que hemos nacido hoy"».

Irene Villa durante la clausura del 39 Congreso de Fepace

Irene Villa aseguró que lo tuvo clarísimo. «Pensé "he nacido sin piernas y, si me caigo, pues me levanto . Tengo que vivir sin nadie a quien odiar y sin nadie a quien maldecir. Sabía que no sería fácil porque estaba en plena adolescencia, mi hermana siempre me había dicho que yo iba a ser modelo porque era todo piernas y porque siempre había estado haciendo deporte con mi padre a mi lado».

«Papi, ¿pero quién va a quererme así?»

Pasó siete meses en el hospital con su padre pegado al lecho de la cama. «Yo no ayudé mucho a mitigar su dolor porque le preguntaba "papi, ¿quién va a quererme así? Menos mal que enseguida cambié el foco y, en vez de pensar en lo que me pasaba, centré mi atención en que todavía podía recuperar octavo de EGB y ver a mis amigas. Entonces, la cosa cambió.

Reconoció que tuvo mucho cariño de la gente, mucha ayuda, hizo viajes... e, incluso, Lady Di le dio el Premio Niña de Europa. «¡Pero si yo no había hecho nada! Posteriormente entendí que el hecho de sonreír frente a la adversidad era digno de premiar. De vez en cuando lo recuerdo, cuando tengo alguna etapa algo más baja porque no todo es coser y cantar. Es importante es que cuando te sientes en lo más bajo de un pozo sin fondo, alguien crea en ti. Y yo tuve a unos padres que creían en mí y, además, a todo un país pendiente de mí. Cuando más bravo está el mar, más duro hay que nadar. Uno no sabe lo fuerte que puede llegar a ser hasta que tu única opción es ser fuerte. No tenía piernas, pero tenía amor, optimismo y esperanza. Así es como empecé a caminar de nuevo».

Irene Villa estudió tres carreras y comenzó a viajar. Ella no imaginó que pronto tendría que luchar de nuevo por su vida. En Suecia descubrió que había una operación que podría ayudarla a caminar gracias a un implante de un tornillo. Allí, sobre una cama, su madre vio como Irene convulsionaba y cómo ni la morfina ni la epidural conseguía librarla de su dolor.

«El fracaso te enseña lo que no aprendes con el éxito»

Poco después tuvo una infección por culpa de una bacteria. «Me sentí hundida, pensé "¿va a conseguir una bacteria lo que no ha conseguido una bomba?". Todo en la vida son lecciones: cuando uno no puede cambiar la situación, debe cambiar uno mismo. Llegué, incluso, a perder la fe porque de tanto pedir quedé agotada. Me esforcé en recuperarla y, finalmente, pude caminar».

En su lucha hubo algo que marcó un antes y un después: el deporte. «No he parado. He realizado el Camino de Santiago, el descenso del Río Sella, rutas en bicicleta, he navegado, participado en varios rally, hecho parapente, esgrima, esquí... Claro que se puede, cada uno a su ritmo. Descubres el trabajo en equipo, la disciplina, el coraje, el tirarte con miedo por una montaña esquiando en una competición... No importa las veces que te caigas si te levantas. El fracaso enseña lo que el éxito no te enseña . Si crees en ti y aprendes a disfrutar llegan las medallas. Hay que seguir siempre creyendo en los sueños. El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Para mí es fundamental no sentirme víctima. No sirve de nada buscar culpables, perdono para vivir y librarme del pasado. Solo se puede mirar hacia atrás dando gracias o perdonando, ninguna otra emoción es válida. Es la única manera de cerrar el pasado. La queja y la ira son el veneno del alma ».

Insistió en que «para disfrutar de cada paso que damos hay que saber que se puede y la clave es dar: manos que no dais, ¿qué esperáis? Hay que dar amor y vivir con deseo, disciplina, resilencia, respeto y responsabilidad. Y, todo ello, amenizarlo con una sonrisa, que reduce el estrés. Si tú sonríes, el mundo te sonríe"».

«La vida pasa tan rápido que el día que no estás alegre es un día perdido»

Recuerdó que le impresionó que la noticia de su primer embarazo diera la vuelta al mundo. «Claro, entendí que la niña que debía estar muerta estaba dando vida. Me invitaron a muchas conferencias de amor y vida. Con mis tres hijos he completado mi vida. He comprendido aún más que los padres somos el pilar fundamental de la familia, del amor y los valores. Y yo les educo bajo una premisa: " hijos os haré fuertes y seguros , pero debéis tropezar para aprender y, para ello, os quitaré las piedras de los bolsillos, pero no las del camino porque cuantas más piedras encontréis y más pesadas sean, más grande y fuerte construiréis vuestro castillo ". Esa es una gran lección. Porque la vida, aunque a veces sea demasiado dura o injusta, siempre, siempre, merece la pena vivirla y luchar por ser feliz y hacer feliz a los demás. La vida pasa tan rápido que el día que no estás alegre es un día perdido », concluyó.

y cómo la crudeza de aquellas imágenes dieron la vuelta al mundo

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