El emotivo mensaje de esperanza de una joven que intentó suicidarse

María Isabel lucha contra una enfermedad desde los 14 años. Su sufrimiento le llevó a intentar acabar con su vida en dos ocasiones. No lo consiguió. Hoy se define como una mujer feliz

Ignacio Gil
Laura Peraita

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A sus 28 años años, su gran sonrisa, simpatía y desparpajo, nadie podría imaginar que María Isabel Torrejón tiene tras de sí dos intentos de suicidio. Con solo 14 años le diagnosticaron un Trastorno Obsesivo Compulsivo (dolencia que sufre el 3% de la población mundial). Su adolescencia fue una auténtica montaña rusa de sensaciones y emociones. De luchas internas entre lo que tenía y lo que quería ser.

Durante su participación en la Conmemoración del Día Mundial de la Prevención del Suicidio, organizada por el Teléfono contra el Suicidio, y celebrada en la Asamblea de Madrid, esta joven manifestó que hubo una época en su vida en la que la enfermedad, y por ello la desesperación, le hicieron creer que lo mejor sería dejar de vivirla. «No sólo una, sino dos veces intenté morir. Afortunadamente, me salvé. La vida tenía pendiente para mí demasiadas cosas, entre ellas enseñarme su belleza y valorar lo pequeño de cada día y cada momento».

Confiesa que después de años y años enferma de TOC y depresión, «no sólo conseguí ser feliz, que no es nada fácil, sino que logré tener una vida normalizada. Llevar una vida normal después de tener TOC es difícil; después de tener TOC+depresión, lo es aún más; y, después de tener TOC+depresión+2 intentos de suicidio... no os podéis imaginar cuánto. ¡Pues nada es imposible!».

Ante este optimismo ante la vida, María Isabel no dudó en escribir su historia en un libro «Mi vida contigo y junto a ti», un duro relato en el que narra su enfermedad y vivencias cuando la vida no te sonríe. «Ahora saldrá a la luz mi segundo libro, "Sentimientos en tinta", donde cuento mis sentimientos vividos como persona ya recuperada».

También ha creado su propia marca llamada «encalvedeisa», una iniciativa por la que diseña camisetas, tazas, etc., en las que inserta sus propias frases para intentar motivar y contribuir a la no- dependencia, a aumentar la autoestima... «Se me devolvió a la vida no solo para darme lecciones, sino para ayudar a los demás a comprender que la vida merece la pena. Por eso, me gusta transmitir un mensaje de aliento a las personas que están pasando un mal momento, como yo lo pasé. A los que pensáis que la vida no tiene sentido, que sois una carga, o que todo se solucionará si desaparecéis, mi mensaje es que yo también creía, desde lo más profundo de mi ser, que era lo correcto. Pero no. No hagáis caso a vuestra mente. Estáis en un estado en el que sólo podéis seguir adelante. Aunque sea por inercia, debéis continuar viviendo como el que sigue el camino a casa, da igual que no se tengan ganas. Puede hacer calor, frío, llover.... Os podéis parar, patalear en el camino, decir que no queréis seguir…. Pero, para llegar a casa, debéis avanzar por poco que sea. Corred, andad, id a gatas, ¡lo que queráis! Ya sé que no tenéis ganas, pero hay que hacerlo. Las cosas cambian».

Esta joven explicó en su intervención que puede dar estos consejos porque ella pensó igual, «pero, al curarme de ese estado mental, pude apreciar que todo lo que pensaba era falso. Que la vida era preciosa. Que la esperanza realmente existía. Si yo he podido, ¿tú por qué no? —cuestionó—. Yo era una chica normal, de San Fernando, Cádiz, enferma de los 14 a los 24 años. Si yo pude, ¿por qué no le plantas cara tú? —insistió—. Gritemos al mundo que hay esperanza. Gritemos que un enfermo mental puede hacer una vida normal, que después de haber intentado morir se puede ser feliz. Gritemos contra el estigma».

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