Cinco creencias erróneas que impiden a los padres educar correctamente

Pedro Molino, pedagogo y tutor de la Universidad de Padres, explica las razones por las que los padres deben también formarse para apdrender a educar mejor a sus hijos

S.F.

Para Pedro Molino, pedagogo y maestro de la Universidad de Padres (UP) , creada por José Antonio Marina , el mundo de hoy, cambiante y de incierto futuro, se ha vuelto tan complejo «que educar bien a nuestros hijos para que se desenvuelvan con éxito en él precisa de una adecuada formación de las familias, con ideas sólidas y recursos claros, de forma proactiva, con una práctica regular y constante. Porque aspiramos a ser los mejores “padres” , “maestros” y “entrenadores” de nuestros hijos».

Añade que, en este intento, hay muchas creencias erróneas y tópicos «que todos hemos escuchado alguna vez y que nos impiden evolucionar en el campo de la formación parental». Estas son algunas frases muy comunes que las ponen en evidencia:

—«Los hijos vienen sin manual de instrucciones» . Cierto, por eso deberíamos redactarlo porque cada vez existen más conocimientos basados en la ciencia, en la Psicología y en la didáctica que nos muestran cómo criarlos con amor, apego, exigencia y estímulos.

—«Cada niño es diferente y el mío más, qué me vas a decir tú que yo no sepa». Ser únicos y singulares como personas no es óbice para que aprendamos a educar a los niños en la igualdad y en el respeto a la diferencia, porque los patrones de comportamiento comunes a cada edad y entorno son previsibles, y podemos actuar para mejorarlos, aprendiendo a integrar, compensar o estimular sus diferencias específicas.

—«¿Por qué voy a aprender más para educar a mis hijos, me basta con un poco de sentido común?». El sentido común es el menos común de los sentidos, se dice. Y ahora más. Vivimos en una época donde lo «más común» es la ausencia de consensos razonables y donde «maleducan» a los pequeños agentes o factores incontrolables que se nos escapan a las familias (modas, redes sociales, consumismo, influencers, presiones del grupo de iguales, móviles, videojuegos,…).

—«Mientras sea tu padre, hijo mío, no te faltará nada que me pidas». E stos padres sobreprotectores no siempre reconocen que «no tengo más tiempo personal para estar contigo, ni puedo ponerme ahora a estudiar para educarte mejor». Los regalos a los hijos no siempre deben ser juguetes o caprichos, sino regalos de verdadero amor responsable que tengan efecto en su educación y transciendan lo material: nuestra formación como personas, parejas y padres puede ser su mejor influencia, su mejor herencia.

—«No hay manera de motivar a mis hijos, ni estudian ni se mueven del sofá. Solo corren virtualmente en los videojuegos o saltan hiperactivamente del Whassap a Instagram o viceversa. Ya no sé que darles para que se interesen por algo ». Lo dicen padres cariñosos y bienintencionados, pero no son conscientes de que darle amor implica: encender y mantener su curiosidad por aprender desde muy pequeños; entrenar su voluntad y autocontrol con límites y exigencias; enseñarles a gestionar sus emociones y su frustración; a pensar de forma razonada, dialogante y crítica; a ser creativos y tener valores. En suma, a enseñarles a ser progresivamente responsables para dar lo mejor de sí mismos. Porque el talento está al final de su educación y dependerá de su inteligencia ejecutiva, torre práctica de control de todas las demás inteligencias que podamos desarrollar en ellos.

Liberar el talento

Este pedagogo insiste en que en la sociedad de la saturación hiper-digital y de las redes sociales todo parece estar a nuestro alcance menos la coherencia de los pilares para sostener lo mejor de nuestra sociedad. Es decir, generar amor, trabajo y conocimiento al servicio de todas las familias. «Es cierto que existen muchas fuentes informativas al alcance de padres bienintencionados (web, libros, revistas, vídeos…), pero tan dispersas y, a veces, tan contradictorias, que se disuelven en la práctica y no dejan huella en nuestros hijos. No basta con informarse, es necesario formarse bien y no siempre hay escuelas de padres en los centros o son meras charlas sobre temas puntuales».

Añade que la educación de los niños comienza en las familias y continúa en el Sistema Escolar para proyectar sus indudables beneficios en la sociedad, «pero, ¿quién educa a las madres y padres? ¿Cómo conjugar el interés particular de una familia con el interés colectivo por una nueva educación de calidad en la llamada Era del Aprendizaje?»

Padro Molino —que dará una charla sobre Cómo liberar el talento de tus hijos , el 9 de marzo a las 12.00h en la Librería Argot (c/ San Vicente, 16-Castellón), explica que «como viene denunciando, José Antonio Marina, a la sociedad española parece no interesarle la educación porque no está entre sus preocupaciones ni entre los problemas destacados en las encuestas periódicas del CIS. La mayoría cree que la Educación “funciona bien” o, por el contrario, “que no tiene solución” porque depende de otros, de un pacto político o de una ley general que no cambie cada legislatura. Pero en el Sistema Educativo (suma del sistema familiar más el escolar y entorno social) tan importantes pueden ser las acciones y cambios colectivos, como las acciones individuales en el seno de cada familia, porque todos somos parte de un gran ecosistema cultural, educativo, económico y social. Desde esa doble visión, la pregunta ahora sería: ¿Qué puedo hacer yo, desde mi responsabilidad, para mejorar la educación? Sin duda, se sea progenitor, docente, empresario, trabajador o político… formarnos, aprender más para actuar mejor en el ámbito de nuestro campo de acción», concluye.

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